Fina
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Stay the Night • Green Day
Después de pulsar el número cuatro en la pantalla del ascensor, me apoyé sobre la pared y saqué mi móvil, abriendo casi sin pensarlo la fotografía que Marta y yo nos habíamos tomado hace un rato. La situación era bastante surrealista: yo teniendo una fotografía con una escritora de quien no había leído ni un libro —ni me sabía su nombre— y que había conocido en una firma de libros —a la que no tenía ningún plan de ir— hace apenas unos días; pero era también bastante bonita y casi adorable. Además, Marta salía guapísima. Claudia tenía un muy buen gusto para las escritoras.
Nada más abrir la puerta fui recibida por la mirada inquisidora de Carmen, quien estaba sentada en el sofá con Claudia.
—¿Pero tú dónde estabas? Si incluso ha llegado Claudia antes que tú.
—Dando vueltas por el Fnac —contesté, dejando la bolsa sobre la mesa que se encontraba enfrente del sofá.
—¿Qué has comprado? —preguntó Claudia a la vez que metía la mano en la bolsa.
—Como sean más vinilos...
Claudia sacó ambas cajas y las miró con expresión confundida.
—¿Dos?
—Fina, no sé si sabes que eres dependienta de Primor y no de Dior —dijo Carmen.
—No me los he comprado yo —expliqué—, me los han comprado.
—Anda, por eso ha tardado tanto, ha tenido un match la jodía —comentó Carmen con su compañera de asiento.
—Ni un match ni leches, yo he abandonado el mundo de las apps de ligar.
—¿Entonces la cita con una mujer mayor y millonaria te ha caído del cielo?
—Que no ha habido ninguna cita, coño —aseguré bajo la mirada poco convencida de mis amigas—. Era una mujer más mayor que yo y con bastante dinero, pero nada de cita.
—Yo ya me he perdido —suspiró Carmen—. Las lesbianas sois muy complicás.
Lo peor es que tenía razón, somos complicadas. Y la razón por la que tenía dos vinilos también era complicada.
Como una imagen vale más que mil palabras —y como yo estoy totalmente de acuerdo con esa afirmación por ser una persona que no toca un libro ni bajo amenaza de muerte (a menos que me lo dé una escritora atractiva. Qué se le va a hacer, me gustan demasiado las mujeres)—, decidí enseñarles la fotografía que me había hecho con Marta.
—¿Pero esa no es...?
—¡Marta! —exclamó Claudia y, de un sobresalto, me quitó el móvil para ampliar la imagen—. ¿¡Cómo te la has encontrado!?
—Pues la vi en el Fnac, la saludé y estuvimos hablando un buen rato.
—¿¡Y por qué no me has llamado!? ¡Corro por todo Toledo si es necesario para verla!
—Bueno, si corres como la otra vez nos toca buscar hotel y todo para hacer noche...
Claudia estaba tan ofendida porque no le había avisado de mi encuentro con su deidad preferida —aunque ella estaba en el cine en esos momentos y no podría haber venido de todas formas (¿o sí?)— que no escuchó la broma.
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Olas de tinta
RomanceSe podía decir que Marta había cumplido su sueño. Había fundado su propia editorial e, incluso, se había convertido en una escritora reconocida, a pesar de la inicial reticencia de su padre. Su vida personal, por otro lado, estaba bastante lejos de...