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Cheryl estaba sonriendo, la aspereza del filtro de su cigarrillo acariciaba el borde de sus labios mientras le daba una profunda calada.

A corta distancia Toni reclamaba y gruñía fastidiada porque su viejo y decadente saco de boxeo finalmente había terminado por romperse del todo.

— Seguro ahora usará tu culo para practicar — se burló Nat ganándose una risita baja en respuesta.

Verónica intentaba tranquilizar a Toni. Tratando de explicarle que había dos sacos más de boxeo y que podía seguir usando otro.

Sin embargo, no.

Su dueña parecía tener una pequeña ligadura emocional a ese bulto de cuero azul y arena que se encontraba en el suelo.

— ¡No quiero otro! — Gritó encolerizada.

Cheryl rodó los ojos y botó el humo por la boca. Toni era alguien bastante caprichosa y cuando su poca paciencia se esfumaba, el resultado no era muy agradable.

— ¿Qué le pasó a la cavernícola de tu novia? — Preguntó Betty llegando al lado de Cheryl.

Tenía un pómulo hinchado y teñido de matices rojizos. Cheryl frunció el ceño y recordó la escena del desayuno donde Betty se peleó con una de las chicas de la mesa por una estupidez. Sí, estupidez. Ya que definitivamente no era algo muy importante quien tuviera el cabello más rubio y, sin embargo, Betty había reaccionado bastante mal cuando la otra chica le dijo que solamente era "una mal teñida". Un espectáculo digno para comenzar el día. Con Toni celebrando la "pelea de gatas" como lo había gritado a todo pulmón y con Verónica vitoreando a Betty, "rubia loca, te amo."

— Rompió su saco de boxeo — respondió Cheryl con voz traviesa. — Y ahora está como yegua en celo.

— Mujeres — se burló la rubia tomando el cigarrillo de los labios de Cheryl.

La pelirroja se encontraba sentada en aquella banca donde siempre se sentaban para ver a las chicas entrenar. Si aquello fuera una mala comedia norteamericana, serían algo así como las porristas, pero Cheryl no tenía pompones ni falda, solamente un desgastado short y una camiseta dos tallas más grandes que tenía el aroma de Toni. Tampoco animaba, ni siquiera le dirigía la palabra y aun así, a Toni parecía gustarle verla ahí. No lo decía, pero Cheryl podía ver atisbos de sonrisas en el rostro de su dueña cada vez que ella aparecía por la puerta para quedarse horas sentada, sin hacer nada más que fumar y ver a Toni lanzar golpes.

— Oye Cherry, ¿cómo está Bella?

— Mejor. En unos días saldrá de la unidad médica.

— Genial.

Nadie dijo nada más al respecto. No querían recordar el suceso del día anterior cuando Bella fue pillada en las regaderas, abusada y golpeada. Era la única del grupo que no tenía a alguien que velara por su seguridad y la marcara como propia, dando la oportunidad a las abusivas para hacer y deshacer con ella.

— Mira quién viene. — Señaló Nat a la entrada. Regina se encontraba ahí, con sus ojos de cachorro en busca de Toni. — ¿Todavía piensa que Toni la protege?

Cheryl se encogió de hombros.

Como Toni la había defendido una vez, y debido a que la chica prácticamente vivía pisándole los talones, al parecer se había generado un pensamiento colectivo de que la chica era una protegida de la emperadora. Preferiría que no fuera gracias a Toni que el trasero de Regina estuviese a salvo, pero tampoco iba a desmentir tales rumores... Su conciencia no la dejaría dormir si llegaba a hacerlo.

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