𝟝 / ℙ𝕥.𝟚

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Es una teoría bien fundamentada y argumentada que el ser humano es un animal de costumbre. Que si se le expone a ciertos estímulos durante un periodo prolongado de tiempo, adquirirá respuestas condicionadas. Cheryl Blossom era un ejemplo de ello. Su estimulo era Toni y su respuesta condicionada; bueno, eso se vería más adelante.

Ese día cumplía dos meses en Camp Alderson y ya se había adaptado a su estadía no tan temporal en la cárcel. Sus días transcurrían en un antagonismo de sosiego y adrenalina; por una parte, se centraba en su trabajo como ayudante en la unidad médica y, por otro lado, en su dueña. Toni, su desequilibrada e insensata dueña.

Cheryl ya había perdido la cuenta de las veces que estuvieron a punto de follar, pero siempre era ella quien se acobardaba y por alguna razón, que científicamente no tenía explicación, Toni se detenía. La morena gruñía, pateaba cosas y maldecía, quebraba unos cuantos huesos debido a la frustración y amenazaba a Cheryl con ofrecerla a cada reclusa de Camp Alderson para que la violaran; pero eso no ocurría. Dios, no.

La pediatra incluso podía apostar que Toni había impuesto alguna clase de barrera invisible a su alrededor y es que absolutamente nadie, además de su grupo de amistades, se acercaba a ella. Hasta su amiga la vaca mutante le quitó los ojos de encima después de cabrear a Toni y que esta le fracturara todos los dedos de ambas manos, le botara unos cuantos dientes y amenazara con castrarla; se lo merecía, había intentado acorralar a Cheryl en el patio.

Betty era quien más disfrutaba de la situación, incluso se pavoneaba como una loca histérica diciendo que ella y Cheryl eran como las cortesanas de la realeza, protegidas por la corte imperial. ¿Demente? Sí, Cheryl ya se había resignado a eso. Por su parte, ella intentaba mantener un perfil bajo, no incitar problemas y mantenerse al margen de situaciones que podrían cabrear a su dueña; el problema era que Toni se cabreaba por todo. Y por alguna razón los problemas perseguían a Cheryl.

Como la vez que aceptó una cajetilla de cigarrillos de una convicta a la que curó en la unidad médica. Sí, Cheryl en ese entonces no sabía la cantidad de problemas que podría traerle algo tan simple como aceptar un regalo. Y ese era el problema, que en Camp Alderson nadie regalaba nada. Por lo que los rumores esparcidos distaban bastante de la verdad y a los oídos de Toni llegó algo bastante distinto; algo que Cheryl jamás sería capaz de hacer, prostituirse.

Y aun cuando su dueña supo la verdad, de castigo, la echó de su celda esa noche. Cheryl tuvo que esconderse de las guardias, quienes la molerían a golpes si la pillaban fuera, en los baños viejos, unas instalaciones putrefactas que ya nadie usaba y que la dejaron con un dolor de estómago por una semana. Sí, ese día comprendió que su labor como doctora debía limitarse a sus escuetas horas en la unidad médica.

O la vez en que Cheryl le reprochó a Toni por la japonesa y su dueña se llevó a la puta a la celda de ambas, donde se la folló toda la noche en la cama de Cheryl. La pediatra se negó tres días completos a dirigirle la palabra a la emperadora y terminó con un labio roto cuando Toni la abofeteó, luego de que la pelirroja se negara a corresponderle un beso.

Así mismo, ocurrieron más situaciones que colocaron a Toni como una bestia y que fustigaron a Cheryl, pero maldita fuera la debilidad de la doctora, siempre terminaba perdonada, mentalmente, a su siniestra dueña. Y es que Toni seguía haciendo cosas que le impedían a Cheryl odiarla del todo.

Como cuando mandó a cambiar el colchón de la cama de Cheryl y le consiguió un juego de sábanas nuevas, limpias y suavecitas. Cheryl podría jurar que fue su manera de remendar lo que ocurrió con la japonesa. ¿Que no era mucho? ¡Vamos! Era un colchón nuevo, sábanas nuevas. Incluso Betty había gritado cuando Cheryl le contó. Es decir, un colchón real, uno en el cual Cheryl había encontrado su pasatiempo favorito; acurrucarse y fingir dormir mientras Toni peleaba con el saco de boxeo.

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