𝔽𝕚𝕟𝕒𝕝

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Fue cuando la fosa comenzó que Toni sintió miedo. Porque podía cometer un error y poner en peligro la vida de Cheryl. Porque podía morir en lo que cometía cada asesinato de la lista que Betty le había entregado. Porque Verónica podía realmente arrebatar su vida en la pelea final. Pero todos sus miedos desaparecieron cuando sintió la daga enterrarse en su abdomen, cuando vio el cielo azul y su cuerpo se desplomó en el suelo. El miedo desapareció cuando murió. Cuando Antoinette Topaz dejó de existir y el título de emperadora recayó en Verónica. Ya era de noche y en la casona la música resonaba sobre las paredes. Los hombres de Reginald custodiaban que nadie saliera, dándole paso libre a Betty, quien llegó hasta la fosa común de cadáveres. Su cuerpo mimetizándose con la noche gracias a su ropa negra. Una pala en sus manos. Cavó con rapidez, con gotas de sudor en su frente y manos temblorosas. Nada le aseguraba que todo fuera a salir bien.

— Venga, hija de puta... — Susurró. Sus manos hundidas en la tierra. Removiendo cuerpos en busca de Toni; hasta que la encontró.

El corazón latía con fuerza desmesurada. La adrenalina recorriendo su torrente sanguíneo. Todo el peso recaía en Betty, en que hiciera bien su parte. Se apresuró a sacar a la canadiense de la tierra, comprobando que su corazón aún latiera, que respirara. El labio inferior de Betty temblaba, sus ojos irritados debido a las lágrimas que rogaban por salir y humedecer sus mejillas. Toni demoró en reaccionar, desesperada a Betty, quien susurraba a la noche cientos de "por favor, despierta". Y finalmente despertó, tosiendo levemente y sintiendo un lacerante dolor en su abdomen. No sentía el cuerpo y su corazón apenas si bombeaba sangre. Toni lo sabía, la muerte esa noche había ido por ella.

— Eres una maldita inmortal — reía Betty entre lágrimas. Vendando el abdomen de Toni. — Vale, ya está... Vamos.

Ayudó a Toni a colocarse de pie. La canadiense apenas si se podía las piernas. No iba a hablar; no podía gastar energías innecesariamente. Cada respiración dada era una lucha por permanecer con vida. Estaban nerviosas, las manos de Betty llenas de tierra y la herida de Toni punzando en su abdomen, imposibilitándole el moverse con facilidad.

— Verónica dice que meterte la daga fue la mejor sensación del mundo. — Dejó a Toni apoyada sobre un árbol cercano antes de caminar a la fosa de los cadáveres y devolver la tierra removida a su lugar.

— ¿Ce-celosa? — Jadeó únicamente. Con una mueca de dolor en su rostro.

— Casi — respondió. Aplanando con su pie la tierra que hubo removido para sacar a Toni. Preocupada de no dejar ninguna pista.

Toni apenas si podía sonreír, mareada y finalmente recuperando el aire que tanta falta le hizo. Lo que en su cabeza se sintió como horas, no habían sido más de unos cuantos minutos desde que fue enterrada hasta que Betty pudo comenzar a escarbar en la tierra para sacarla. Con los mecenas ya apartados en su celebración, vigilados por Reginald y Verónica en la fiesta para que nadie saliese al lugar donde yacían los cuerpos de las combatientes caídas. La rubia tenía todo magistralmente planeado para que pudieran salir de la casona sin ser vistas, traspasando una conveniente abertura en el muro que rodeaba la casona. Ocultas tras el velo de la noche. Toni dejándose guiar por Betty, ya que ella misma no se encontraba en condición de tomar decisiones.

— Ya casi, perra. Casi lo logramos — musitó en un susurro, Betty. Prácticamente arrastrando a Toni con ella.

Toni quiso sonreír por la altanería de la rubia; más no pudo. Su boca estaba demasiado seca y su lengua se sentía pesada. Su cabeza dolía y el frío estaba acrecentándose en su cuerpo.

— Nos están esperando cerca. Solo un poco más, Toni. Lo juro, aguanta un poco más y toda esta mierda pasará.

Toni apenas si asintió. Demasiada ida para hacer algo más. Fue cuando sintieron el aire cambiar, cuando finalmente pudieron respirar tranquilas, arriba del todo terreno blindado que las llevaba al lugar donde Toni se recuperaría de su dolorosa herida, que sonrieron victoriosas. Lo habían logrado. Y la cacería comenzaba.

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