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Cheryl y Betty miraban a distancia la guerra de miradas que Toni y Verónica parecían mantener. Sentadas con sus bandejas de desayuno en el comedor, sin decir palabra alguna. Simplemente mirándose mientras sus bocas se atiborraban de comida. Era incluso divertido verlas ahí, sin nadie queriendo sentarse con ellas por miedo a que en algún momento estallaran. Cualquiera que estuviera a su alrededor saldría seguramente lastimado. Cheryl estuvo seducida a decirle a Betty que se sentara con ellas; quizá para molestar un poquito.

— ¿Qué mierda les habrá picado a esas dos? —Preguntó Nat dándole un sorbo a su té.

— No tengo idea.

— Bah. Ya estoy acostumbrada a estas mariconas y sus ataques hormonales. — Betty rodó los ojos y se levantó, contorneando sus caderas hasta la mesa en donde estaba la emperadora y su mejor amiga o enemiga mortal; Cheryl no lo sabía con certeza.

— ¿Qué crees que hará?

— Es Betty — solo eso respondió Cheryl. No se necesitaban más explicaciones.

Cheryl vio como Betty susurraba algo en el oído de Verónica y esta se levantaba de golpe, siendo seguida por Toni. Verónica murmuró algo cerca de Toni y esta gruñó antes de tocarle el hombro; asintiendo con la cabeza. Betty se despidió batiendo su mano, viéndolas salir del comedor como dos toros embravecidos. Al volver a la mesa, Cheryl estaba pestañeando con lentitud. Completamente incrédula de lo ocurrido.

— Bien, ya está — comentó Betty con despreocupación.

— ¿Qué demonios les dijiste? — Preguntó Cheryl.

— Que hoy mientras Verónica estaba en las regaderas, una bastarda intentó acorralarme cuando fui a pedir ropa limpia. — La rubia se encogió de hombros y le dio una mordida a su rebanada de pan. — Y que me tocó en lugares privados.

Cheryl casi se ahogó.

Inmediatamente buscó algún signo de daño en su rubia amiga, sin encontrarlo a simple vista.

— Dios, Betica. ¿Eso de verdad pasó?

— No, por supuesto que no, idiota, pero pasará todo un día antes de que Toni y Verónica se den cuenta y para ese momento, ya habrán hecho las paces.

— Oh.

— Sí. Soy una perra muy inteligente, lo sé. — Betty aplaudió dos veces para sí misma con denotada arrogancia y volvió a su desayuno, manteniendo una conversación ridícula sobre cuán poco atractivas eran las nuevas reclusas.

Cheryl exhaló el aire de sus pulmones y estrechó los labios en una sonrisita tímida. A veces parecía que la verdadera emperadora no era otra que la loca rubia que movía a todas a su antojo.

— Bien. Entonces... Si encabezamos la lista, definitivamente la más guapa es Toni —dijo Bella contando con sus dedos. — Luego viene Verónica, Yerin y Sunny.

— Están locas — protestó Betty. — Toni está buena, pero Verónica es mucho más sexy.

— Dicen que Toni puede hacerlo por horas y no cansarse. ¿Es verdad, Cheryl?

— Joder, ¿por qué debería responder esto? — Las mejillas de Cheryl estaban calientes y teñidas de rojo. Las bromas y dudas respecto a la capacidad de Toni en la cama era algo a lo que nunca podría acostumbrarse.

— ¿No contaremos a las muertas? Heather era muy guapa.

— Y una asesina de menores. No cuenta — dijo Bella con una mueca de asco.

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