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— ¿Qué tal un pez y una caña de pescar? Creo que va bastante bien con lo nuestro.

— Cheryl...

— Uhm. No, mejor no. ¡Ya sé! Una leona y una domadora de leonas. — Toni le dio un último golpe al saco antes de voltearse en dirección a la pelirroja que yacía desnuda sobre la cama, tapada únicamente de la cintura para abajo por el edredón de pluma rosa. Arqueó una ceja y se limpió el sudor de la frente

— ¿Una leona y un domadora? ¿Y cuál se supone que eres tú?

— Hm... La leona obviamente. — Toni soltó una estruendosa carcajada. Inclinándose hacia adelante y aferrándose a su sudado y desnudo abdomen. — Tengo la leve impresión que te estás riendo de mí.

La morena dejó escapar las últimas bocanadas de aire entrecortado y se enderezó. Cheryl la observaba con sus mejillas ruborizadas y un pequeño puchero. Tenía una expresión cansada y unas violáceas ojeras.

— Deberías estar durmiendo — le reprochó Toni.

— ¿Dormir? ¿Teniendo a mi dueña sudada y semidesnuda frente a mí? No lo creo. — La emperadora ladeó la cabeza y una sonrisa sutil se esbozó en su boca. Comenzó a sacarse los guantes y caminó hasta la cama, inclinándose para quedar a una distancia mínima de su corderita.

Cheryl humedeció sus labios, a la espera del beso que estaba segura, Toni iba a darle, pero no fue así, la morena apenas si rozó sus labios antes de deslizarse a su oído

— Eres una maldita adicta al sexo — le ronroneó. Su voz ronca y sensual provocó un espasmo en la pelirroja.

Con una sonrisa victoriosa, Toni se apartó. Caminando hasta el lavamanos para lavar su cuerpo ya que no iba a ducharse puesto que las regaderas estaban cerradas. Una maldita loca asesinó a tres reclusas dentro por lo que debían hacer una "investigación". Todas sabían que era mentira y es que nadie daba un mísero centavo por aquellas almas podridas. Cheryl permaneció en silencio unos segundos, acariciando el lóbulo de su oreja y con una expresión seria.

— ¡Una loba y una cordera! — Masculló chasqueando sus dedos. Seguro de que había tenido la mejor idea del mundo. Toni rodó los ojos y soltó un gruñido en respuesta.

— Cheryl, me estás comenzando a joder. ¿No puedes permanecer callada un maldito segundo?

— Podría, si me ayudaras. Fuiste tú quien mencionó la idea de tatuarnos. — Salió de la cama y consciente de que Toni se comía con los ojos su cuerpo, comenzó a vestirse. Las marcas de besos que se apreciaban abundantes, parecían estrellas de una constelación lujuriosa.

— No. Yo dije que iba a marcarte con un tatuaje y tú fuiste la atrevida que salió con la idea de hacer lo mismo conmigo. Algo que no ocurrirá, por cierto. — La pelirroja chasqueó con la lengua, colocándose un pantalón perteneciente a Toni.

— Sería lindo — susurró para sí misma.

Ya habían transcurrido diez días desde que Toni volvió a ella. Diez días que podían resumirse en una palabra; sexo. Decir que Cheryl había sorprendido a Toni con su desbordado libido sería menguar la situación. Sexo en la celda, contra la pared y en la cama, en su camerino personal y en el mismo salón de entrenamiento cuando se encontraban a solas, sexo en las regaderas donde fueron vistas por una reclusa que salió corriendo en un intento por resguardar su vida, sexo en la unidad médica cuando Cheryl quedó a cargo mientras el personal médico iba por algo de comer. En solo diez días Toni se sentía drenada, literalmente. Asimismo, la chica pelirroja progresivamente se acercaba más a su dueña, con su actitud suave y sosegada, ya podía mantener una leve discusión con Toni sin que esta terminara gritando y desquitándose con la primera reclusa que se le pasara en frente.

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