CAPÍTULO 13

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Violeta Hódar:

—¡Cariño, ya estoy en casa! —escucho gritar a Chiara cuando las puertas del ascensor se abren, y es inevitable que una risotada escape de mis labios, aunque intento que no la escuche— ¡Te dije que iba a poder usar esa frase en cualquier momento! Siempre he querido porque me parece muy de película, aunque un poco aburrida, deberíamos inventar algo nuevo para nosotras dos.

Sigue gritando mientras la oigo moverse por el salón, seguramente lanzando sus cosas en cualquier dirección sin importarle lo mucho que llega a molestarme el desorden que monta en segundos. No es la primera vez que tenemos esa conversación cuando se trata de la convivencia, y aunque ha mejorado considerablemente durante la última semana, es imposible que consiga recordar que ahora convive con una maniática del orden.

—Hoy me ha pasado algo increíblemente increíble —la ilusión retumba en las paredes, así que la dejo hablar mientras remuevo el plato de carne en salsa que he estado preparando para el almuerzo que tenemos consensuado—. El gatito de Mario, uno de los productores nuevos de los que te hablé, al parecer es super arisco con el resto del mundo, pero conmigo se ha pasado todo el rato ronroneando y queriendo que lo acaricie. Creo que soy alguien irresistible.

Vuelvo a reír con eso, girando la cabeza hacia la entrada de la cocina cuando siento su presencia en la habitación. Está apoyada contra la puerta corrediza y me mira con la misma dulzura de siempre, sonriendo como una idiota. Tampoco pienso quejarme al respecto si esa es la manera que tiene de demostrar lo mucho que se alegra de verme, aunque podría ser mejor.

—¿A ti te ha comido la lengua el gato? —pregunta, curiosa, así que me limito a encogerme de hombros y continuar con el almuerzo— Vaaaale, algo pasa y no me lo estás queriendo decir. Aparte, estás sonriendo, pero no sé si es una sonrisa de que he hecho algo mal o simplemente estás queriendo molestarme. Cualquiera de las dos opciones no me gusta, así que te pido que hables ahora o voy a comenzar a subirme por las paredes. ¿Me sudan las manos? Sí, efectivamente, me están sudando, así que habla.

—Chiara...

—¡Me has dicho Chiara! —se pone en alerta, y vuelvo a reír cuando la escucho caminar en mi dirección a toda velocidad— ¿Qué he hecho? Te prometo que ha sido sin querer porque no tengo ni la menor idea. ¡Dime, amor!

—¿No lo sabes? —alzo una ceja, tratando de contener las ganas de seguir riéndome de lo dramática que puede llegar a ser.

—¡No! —da un saltito en modo de frustración— ¿He hecho algo mal? ¿Me perdonas?

Suspiro, deteniendo mis movimientos sobre la carne, que ya está perfectamente hecha, y apagándolo para retirar el sartén del lugar. Todo lo hago en movimientos completamente lentos, queriendo aumentan el nerviosismo de mi esposa. Siempre es divertido ver cómo es capaz de salir de sus cabales cuando algo escapa a su comprensión, mucho más si ese algo está relacionado conmigo.

—Esta mañana... —comienzo a hablar, girando mi cuerpo para apoyar las manos detrás, en la encimera—... te has ido.

—Sí, sé que es sábado, pero tenía esa sesión en el estudio de Mario que no podía retrasar. ¡Tendrás que verlo! Es una auténtica pasada, incluso mejor que el de la empresa.

—No, si eso es lo de menos, no te pediría que retrasaras nada—hago un gesto con la mano, girando la cabeza para analizarla—. El problema es lo que no has hecho al irte.

—¿Lo que no he hecho? —junta las cejas, sin entender nada.

—Sí, porque te has despertado sin hacer ruido, te has arreglado, has desayunado y después me he tenido que dar cuenta de todo eso cuando me he levantado —asiente de nuevo, sin entender el punto que estoy intentando hacer—. Si no hubiese visto el mensaje no habría tenido ni idea de nada.

DI QUE SÍDonde viven las historias. Descúbrelo ahora