Chiara Oliver:
—Chiara, explícame qué cojones es esto y déjame bastante claro que no tiene nada que ver con lo que he leído —vuelve a agitar Ruslana el papel con un poco más de efusividad—. Es alguna broma extraña que tienes con Violeta... no sé, que os pone haceros contratos de broma en vez de colgaros del techo y daros azotes.
Mis labios están sellados ante la retahíla de palabras que salen de los de Ruslana, quién trata de encontrar algún sentido al papel que sostiene entre las manos. Y lo peor es que termino sintiéndome el doble de mal porque lo único que puedo pensar es en lo estúpida que he sido al no recordar donde se encontraba el maldito contrato. ¿Cómo se me puede haber ocurrido el enviar a Ruslana a por el vinilo?
Trago saliva cuando los ojos de Rus están rojos por contener las lágrimas que sé que vendrán cargadas de rabia. No hay nada que pueda decir para justificar lo que está sucediendo y me niego a seguir mintiendo después de haber sido atrapada. Si tengo que plantar cara a la verdad, lo haré. Incluso si eso supone perder a mi mejor amiga.
—Lo que tienes en la mano... lo que has leído... —suspiro, palmeando mis muslos al sentir como las manos me sudan—... es la realidad de lo que ha estado ocurriendo todos estos meses, Rus.
—No... no... no entiendo —la expresión de dolor en sus rasgos es algo que va a atormentarme siempre—. ¿Cómo que es lo que ha estado ocurriendo, Keeks? Aquí pone que... pone...
—Es un contrato que Violeta redactó para que tanto ella como yo saliéramos ganando. Por su parte, al casarse conmigo conseguiría el control completo de la discográfica, y yo... yo... —aparto la vista de su dirección, incapaz de reconocer algo así mirándola a los ojos—. No podía negarme, Rus.
—Dime que lo que pone en tu parte del contrato no es verdad, Chiara —aprieta el contrato hasta arrugarlo por completo en su mano—. ¡Joder! ¡Dime que todo esto no ha sido por una mierda de contrato que has firmado porque... porque...¡
La voz de Ruslana se rompe cuando comienza a conectar los hilos de lo que realmente significa el papel que sostiene entre sus manos. Es el sueño roto de alguien que casi lo ha tocado con la punta de los dedos para después descubrir que nada es real, que todo este tiempo una persona ha estado sosteniéndola en hombros, queriendo que llegue mucho antes sin tener que esforzarse en el camino.
Las lágrimas comienzan a descender por sus mejillas sin apartar la vista de donde yo me encuentro, sintiéndome casi tan destruida como mi amiga. No tengo palabras de consuelo que poder ofrecerle porque cualquiera que pronuncie va a convertirse en otro error que añadir a la colección. Necesito que sea ella la que grite, la que me exija, me pregunte... no quiero llevar las riendas de una situación que escapa por completo de mi control.
—¿Nunca tuve oportunidad de entrar en Feixas Music? —es la primera pregunta, y ahora no me parece tan buena idea de que sea ella la que vaya a dirigir la conversación si va a ir directa a la yugular.
—Violeta me explicó que cuando cumplen un cupo de artistas emergentes, es imposible que se salga de lo establecido —suspiro, juntando mis manos para jugar con mis dedos con nerviosismo—. Le gustaste, de verdad que lo hiciste, pero las listas habían sido cerradas y dar la cara por una completa desconocida no era algo que fuese a entrar en sus planes. No te conocía de nada, Rus... ella...
—¿Cómo surgió todo esto? —la frialdad en su voz me duele casi más que la idea de que pueda insultarme o gritarme, pero no estoy en posición de exigir cualquier emoción por su parte.
—Violeta necesitaba a una persona con la que contraer matrimonio antes de que terminase el año y creyó que podía engañar a su abuela con una novia que no existía. El problema es que dio mi nombre y yo aparecí justo en el momento menos oportuno para poder reclamarle la injusticia que se estaba cometiendo contigo —suspiro, cerrando los ojos con fuerza—. Después se le ocurrió toda la idea del contrato donde, si yo aceptaba casarme con ella, se enfrentaría a su abuela y la junta para poder hacerte un hueco en la discográfica.