Violeta Hódar:
Si alguna vez en toda mi vida he llegado a estar así de nerviosa, ese recuerdo ha sido reemplazado de mi cabeza por el que estoy viviendo ahora. No había probabilidades de que esta situación pudiese llegar a ser realidad y, aún así, aquí estoy, sujeta firmemente a la mano de una desconocida mientras le comento de forma casual a mi abuela que es mi novia. ¿En qué lío me he metido?
También porque Chiara está sufriendo un colapso mental en este momento, pero estoy segura de que en cuanto recapacite un poco expondrá mi mentira a mi abuela y ahí terminará cualquier sueño de convertirme en la dueña de Feixas Music. Por no decir que Mónica Feixas me desheredará y desterrará a cualquier país alejado de ella.
—La verdad es que ha sido una maravillosa fortuna que hayas aparecido por aquí, porque algo me decía que mi nieta te iba a mantener escondida de mí el máximo tiempo posible, al menos hasta que se atreviera a dar el paso. —Me guiña un ojo, sabiendo que he entendido a la perfección cuál es el paso del que habla, así que eso solo consigue que las manos comiencen a sudarme y mis mejillas se tiñan del mismo color que mi pelo.
—Tampoco es así, abuela, pero te he dicho que es demasiado... pronto. —Carraspeo, siendo consciente de que Chiara debe notar mi mano resbaladiza y aún no la suelta.
—Yo... —balbucea, confundida—... ¿Violeta le ha hablado de mí?
—¡Hace apenas una media hora! No sé cómo lo ha hecho porque nunca suele hablar de las personas con las que sale, así que yo que tú lo tendría en cuenta porque eso significa que te tiene muy alta estima.
—Estima... a mí... —la boca de Chiara se va curvando lentamente en una sonrisa que a ojos del resto puede resultar adorable, pero comprendo a la perfección que está burlándose de todo lo que escucha—... la verdad es que hoy no parecía tenerme demasiada estima cuando hemos discutido.
—No hemos discutido —musito entre dientes—. Hemos tenido un desacuerdo en algo y sólo porque no eres capaz de aceptar la forma que tengo de hacer las cosas.
—A lo mejor es que no nos conocemos lo suficiente para que pueda entender los motivos que a veces te llevan a actuar como si fueras una estatua carente de sentimientos, cariño.
Mis ojos se clavan de manera fija y amenazante en los de ella, que me dedica la sonrisa más extensa que le he visto hasta la fecha. Está claro que ha comprendido que no quiero que diga nada delante de mi abuela, pero está jugando con ello a su favor.
Aparte... ¿a qué viene todo esto? ¿Qué hace ella aquí y por qué está... por qué está trazando círculos en el dorso de la mano con la que la sujeto?
—¿Sabéis algo que no tuvimos en mis tiempos y que la juventud de hoy en día está aprendiendo a tener? —rompemos las miradas para observar a mi abuela, que parece tener la cara a punto de desencajarse por la sonrisa que aún no ha borrado. De verdad, ¿cuándo fue la ultima vez que la vi así? — Sí, se llama comunicación, y estoy segura de que si vosotras dos os sentáis y habláis sobre lo que sea que haya sido ese problema, lo solucionaréis en breve.
—No sé yo si su nieta está tan abierta a intentar encontrar una solución a nuestro problema.
—Siempre estoy abierta a solucionar cualquier cosa que tenga que ver contigo, Kiki.
La forma en la que la llamo tiene que sorprenderle, porque abre ligeramente la boca y entrecierra los ojos, como si la hubiese pillado con la guardia baja. Sé que es el momento perfecto para alejarla de mi abuela y evitar cualquier peligro de que la verdad salga a la luz antes de tiempo, quizás por eso afianzo mi agarre en su mano y me dirijo directamente a Mónica Feixas.