Violeta Hódar:
Los dedos de Chiara se entrelazan con los míos mientras entramos en la discográfica Feixas Music, plenamente conscientes de que nos convertiremos en la comidilla de toda la empresa, pero no me importa. ¿A ella? Parece que la ansiedad se la va a comer viva porque, al fin y al cabo, es quién ha entablado relaciones personales con algún que otro trabajador.
Por eso mismo dedico parte de mi concentración a grabar círculos en su mano mientras fulmino con la mirada a algunas de las personas que se detienen a mirarnos. Los rumores del divorcio deben haber llegado demasiado lejos cuando sucede con personas que no reconozco.
—¿Puedes parar? —musita Chiara con una falsa sonrisa y sin mirarme, saludando con la cabeza a una mujer que no he visto jamás.
—¿Qué pasa? —alzo una ceja, más seria de lo normal— No estoy haciendo absolutamente nada.
—Estás convirtiéndote en Superman para derretir a todos con tus rayos láser —suspira, girando el rostro para observarme con una sonrisa falsa—. Lo único que vas a conseguir con eso es que hablen fatal de tu manera de llevar todo, aparte del hecho de que ahora la gente piensa que estamos juntas para que te hagas con la empresa gracias a mi querida amiga Ruslana.
—No pienso decir nada malo de Ruslana porque gracias a ella ahora mismo estás aquí conmigo —la idea hace que me derrita un poco y relaje mis facciones—. Aparte, no me gusta que la gente hable de mi vida privada o se crea con derecho a juzgarme en mi propia empresa. Disculpa si me sale mirar fatal a todo ser viviente.
Hace una mueca con la cara, demostrando que está un poco molesta con mi actitud. ¿Por qué? No lo comprendo. Estoy intentando que la gente no masculle a nuestras espaldas, o mucho peor, que lo hagan mientras estamos compartiendo contacto visual.
—¿Qué pasa ahora? —suspiro, un poco irritada.
—Nada, que se me había olvidado que el hecho de que conmigo seas un algodón de azúcar no quita que delante del resto de personas continúes siendo un ogro malhumorado. —Detengo mis pasos en seco, haciendo que se lleve un pequeño tirón por el parón inesperado.
—¿Ogro malhumorado? —alzo las cejas, saco el labio inferior y asiento lentamente— Vaya, vaya, vaya...
—¿Qué? —se encoge de hombros sin soltar mi mano— Si pregunto a cualquiera de las personas a las que has dicho que dejen de mirarnos y se pongan a trabajar en los últimos cinco minutos... bueno, probablemente no dirían nada porque te tienen pánico, pero estoy segura de que lo piensan.
—Todo esto porque, según tú, solo soy dulce y cariñosa cuando estoy contigo en la intimidad —asiento lentamente, mordiendo el interior de mi mejilla para contener la sonrisa—. Quizás es que tú tampoco me das demasiado pie a serlo en público, ¿no?
—¿Yo? —parece ofendida con mis palabras— Si soy un oso amoroso, Vivi, ¿de qué hablas?
—No sé, si me sintiera con un poco más de confianza, podría... no sé —llevo el dedo índice de mi otra mano a mi mentón, fingiendo pensar algunas opciones—... no sé, no sé... ¿decirte lo bonita que estás esta mañana? —alzo un poco la voz, consciente de que algunas personas podrían escucharme— O quizás sentiría la irresistible sensación de besarte delante de todo el mundo para que comprendan que no, que nada de esto es mentira, y que te quiero tanto que el pecho me duele cuando lo pienso.
Tiro de la mano que tenemos unidas para atraerla hacia mi cuerpo, haciendo que la expresión de Chiara pase del desconcierto a la más absoluta felicidad por su parte. Más cuando coloco mi mano libre en su mejilla, repartiendo una caricia tan lenta y delicada que vista desde fuera podría parecer que puedo romperla.