Entrenamiento.

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———
A veces para sanarte, debes alejarte de las personas que dicen amarte y que, lastimosamente, solo viven para lastimarte.

— Lith.

New York, USA.

Lith Monserratte:

Para cuando voy a decir algo ya el gorila ha desaparecido escaleras abajo.

—¡Oye! —chillo y salgo detrás de él. Me ignora de forma magistral causando que la felicidad y asombro, den paso a la irritación— Imbécil... ¡Que me esperes, te digo!

Doy un salto y me pego como sanguijuela a su espalda.

—¡Pero...!

—¡Te dije que me esperes!

Le envuelvo el cuello con mis brazos y el torso con las piernas. Se desequilibra un poco, pero afortunadamente logra mantenernos en pie.

—¿Estás loca, o qué? —retoma la compostura y vuelve a su tarea de bajar las escaleras, solo que está vez, me lleva de caballito como si no pesara nada.

—¿Por qué me regalas una biblioteca llena de libros? —me agarro fuerte para no caerme, mientras entramos al pasillo que nos lleva a... ¿su habitación?

Me suelto de golpe cayendo de bruces al piso. Por suerte no me duele la caída, ya casi soy inmune, de tantas que me he llevado.

—¿Dirás que es mi culpa que te encuentres allí? —me mira con una ceja arqueada, desde aquí abajo se ve mucho más grande.

— Deja de evadirme y responde ya.

— Sé que te gusta leer y te compré libros como regalo de cumpleaños. —se encoge de hombros y me tiende la mano, la tomo y con su ayuda me levanto del piso.

— Ah. Pues gracias.

De nuevo recuerdo lo poco que ví del lugar y el corazón se me acelera de la emoción. Siempre quise tener muchos libros en físico. Quiero chillar de la felicidad.

— Si sigues así vas a explotar. —me enderezo en mi altura, que no es mucha, y lo miro.

— No sé de qué hablas.

— Sí, ajá. Ve a dormir, enana. —voy a quejarme por el apodo pero no me deja— Te espero mañana a las 7 en el gimnasio.

Dicho eso me da la espalda y comienza a caminar rumbo a su habitación.

—¡Oye! ¿Qué demonios voy a hacer yo en el gimnasio?—ni siquiera se voltea, solo sigue su camino.

— No llegues tarde, enana.

Ni siquiera me molesto en pedirle que no me diga así, sé que mientras más le demuestre que eso me irrita, más lo hará.

— Gorila imbécil...

Emprendo mi marcha rumbo a mi habitación con una sonrisa sincera en el rostro y, en la soledad de mi cuarto me permito pensar.

¿Cómo estará papá? ¿Mamá? ¿Nyra? ¿Ellie?

Me he cohibido de revisar sus redes sociales, nunca se molestaron en felicitarme, después de mi supuesta muerte, tampoco creo que lo hagan. Además, seguro están ocupadas cuidando de papá.

Papá...

Apreto la mandíbula cuando las ganas de llorar me abarcan. Ha pasado casi un mes desde que desperté y mi vida cambió por completo. Y no estoy hablando de la forma monetaria sino, de la forma sentimental.

Liberada [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora