Versículo primero

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Oscuridad, eso era todo lo que había en aquel lugar. Una oscuridad opresiva y tranquilizante por partes iguales, un silencio tenso pero calmante, ni siquiera un mosquito o una gota de agua resonaba por ninguna de las paredes. Y de repente, en mitad de la oscuridad, se enciende un foco y bajo él se encuentra una figura algo bajita y esbelta con sombrero de copa y un bastón en su mano, aunque su rostro era ocultado por las sombras que el mismo foco provocaba.

- Se abre el telón y de entre las sombras nace un ser sublime y singular en grandeza al que la vida ha bendecido con la mayor de las glorias y, por supuesto, una linda carita - El chico hace chocar la punta del bastón con el suelo mientras se agarra el sombrero y da media vuelta. - Ah, el escenario de la vida, tan vasto y variado y, a pesar de todo, aquí me encuentro yo, ¡qué tragedia para vosotros, simples criaturas, ser testigos de tal magnificencia y no poder aspirar a mi altura! - Una risa floja sonó desde la oscuridad, el ceño del chico se frunció pero rápidamente trató de recomponerse. - ¡Música, por favor! - Pero solo hubo silencio. - ¡Ejem, he dicho música, por favor!

La preciosa melodía rítmica y calmada clásica de un piano comenzó a resonar en los alrededores junto a algunos violines que proporcionaban una atmósfera tan mística como inquietante, una pieza compuesta por el suave y siniestro murmullo de las cuerdas y ritmo sonoro y profundo de las teclas de piano siendo pulsadas. El chico sonrió y volvió a dar otra vuelta a sí mismo completa, ahora apoyándose en el bastón para evitar caer al suelo.

- ¡Ja! Vuestro asombro, vuestras vidas miserables, son como pequeñas velas parpadeando ante la tormenta que mi presencia ocasiona en vuestras almas. ¡Lo sé, lo sé, sé que cada palabra que sale de mi boca es como una joya pulida para vosotros, y que cada movimiento que realizo es como la lluvia en la primavera! ¿Qué puedo decir? Claro que he sido bendecido con la perfección, y sé lo mucho que os impresiona que el señor tenga tan claro a sus favoritos, cómo no podría ser así, ¡pero tenéis que tener claro que...!

- ¿Vas a acabar ya? - Pregunta una voz femenina con un tono aburrido desde el otro lado que lo deja completamente dislocado, justo a la vez que todas las luces vuelven a encenderse de manera natural, aunque la oscuridad sigue estando tan presente que ninguno de los rostros ni de los músicos ni de los actores se puede ver del todo bien. - Ni siquiera sé qué estás haciendo, Sieben, ¡es que para empezar vas el último, no el primero!

Desde donde proviene la voz hay una mesa alargada en la que están sentadas dos chicas notoriamente mucho más altas que el otro, tampoco se pueden ver sus rostros pero sus manos se notan alzadas sobre sus cabezas y juntadas como si fueran unas bailarinas de ballet que no pueden despegar sus dedos, y sus figuras excesivamente delgadas junto a la especie de velo que llevan alrededor del rostro no hace más que alimentar esta teoría.

- ¡Los músicos lo estaban disfrutando, los demás también! ¡El público quiere verme a mí, quiere ver esta carita preciosa, yo soy el único que importa en esta actuación! ¿Por qué teníais que arruinarlo todo, Drei?

- Solo estamos ensayando, imbécil - Se escuchó otra voz en la cercanía, una mucho más ronca que las demás. En una de las esquinas del escenario se encontraba un chico alto, musculoso, su rostro no se podía diferenciar del resto debido a las sombras que le tapaban los ojos pero incluso así se podía intuir su ceño fruncido debido al cruce de sus brazos. Tras él emergían dos alas enormes formadas de un material similar a la madera con varias roturas por todos lados, casi parecían inservibles. - Y además, creo que eres el menos favorito del público.

- Ah, ¿sí? ¡Y entonces qué mierda hago haciendo tu parte, maldito canalla! - El chico del sombrero de copa comenzó a alzar la voz, una de las chicas se echó las manos a la cabeza mientras la otra la asomaba más, entusiasmada por la idea de una pelea entre esos dos. - ¡Se te da muy bien juzgar a los demás, pero se supone que en este acto te toca lucirte a ti, y lo estoy haciendo yo porque no sabes hacer más que sentarte ahí todo el puto día y...! - En el momento que el chico de las alas rotas relajó los brazos y comenzó a acercarse a él, se olvidó de continuar hablando y simplemente se arrinconó a sí mismo con una mirada de terror, tragando saliva.

𝕷𝖆 𝖘𝖊𝖈𝖙𝖆 𝖊𝖌𝖔í𝖘𝖙𝖆Donde viven las historias. Descúbrelo ahora