Versículo sexto

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Se abre el telón y una tenue luz se enciende en mitad de la opresiva y eterna oscuridad, un foco de claridad en la más absoluta nada, iluminando únicamente el suelo de madera de un escenario vacío y casi siendo eclipsado por el tenebroso silencio que reina en el lugar.  Eso es todo lo que hay, oscuridad y silencio, ni figuras ni música, solo las sombras del público en el fondo, sentados y estáticos como marionetas, papeles sin vida.

- Esto... ¿Quién va ahora? ¡Por qué demonios no hay nadie subido al escenario! - Exclamó desde la mesa larga la misma figura femenina que días atrás se estaba quejando del chico de sombrero de copa, cuya sombra yace sentado en la misma mesa de piernas cruzadas mientras observa el foco de luz.

- A ninguno de los otros le interesa este numerito, Drei, acéptalo ya, ¡solo yo puedo llevar esta actuación al estrellato! - Dijo con voluntad mientras chocaba el bastón contra la superficie y se levantaba dando un giro con gracia y elevando la mano derecha al aire, como si quisiera agarrar la luna..., pero luego tosió e hizo como si no hubiera pasado nada ante la mirada incómoda de la chica de su izquierda y las risas de la otra figura al otro lado de la mesa. - Esto... Sí, como iba diciendo, soy la mejor opción para...

- Sí, sí, lo que tú digas campeón, veamos... - La chica le cortó la frase y comenzó a pasar ojeando unos cuantos folios llenos de información acerca de distintos sujetos. - Quién iba después de nosotras... Ah, eso lo explica todo, ahora va...

- ¡Aaah! - Gritó de pronto una voz ronca a la vez que sonaron numerosos metales chocando entre ellos al unísono que casi le provocaron un infarto a quien estaba sentado en la mesa, haciendo que cayera de espaldas contra el suelo, por culpa de un sonido que provenía desde el techo y que desde ahí cayó sin previo aviso en mitad de la iluminación una figura increíblemente alta y que ni siquiera poseía brazos, sino unas piernas excesivamente largas que casi hacían que chocara con el techo... si no acabara de romperlo ahora mismo, porque junto a él cayeron varios tubos y cajas de metal.

- ...Vier - La chica terminó su frase llevándose las manos a la cabeza a la vez que el chico del sombrero de copa se recuperaba y apoyaba los brazos en la mesa para asomarse a ver qué había pasado, y a la vez que la otra chica terminaba de romper en llanto de la risa. - La madre que me... ¿qué te tenemos dicho? Ahora nos toca a nosotros limpiar todo este desastre, porque seguro que tú no vas a hacerlo, ¿o sí?

- ¡Juro que no es mi culpa! - Dijo, intentando ponerse de pie pero siendo tan alto que tenía que ponerse de rodillas para no chocar con el techo, y este no era precisamente bajo. Su voz era profunda, resonante, un poco ronca, pero despreocupada y de un carácter cálido e incluso infantil. - ¡Sechs se pasa el día en los conductos de ventilación mientras busca cualquier cosa de valor, y me obliga a entrar con él porque no le gusta estar solo! Mientras él busca, yo me acomodo y me echo una cabezadita... ¡No es tan malo si lo piensas! ¿Por qué tengo que tener yo la culpa?

- ¿Quizás porque no es la primera, segunda, tercera ni décima vez que te cargas la ventilación por quedarte dormido en los conductos? - Le reprocha la chica, apoyando el codo sobre la mesa y la cabeza sobre su mano, aburrida de la misma conversación de todos los días.

- No es mi culpa que sean tan cómodos... - De pronto el chico alarga una de sus piernas hacia el techo y agarra con los dedos del pie una almohada que no había terminado de caer anteriormente. - Y ahora, si me disculpas, no es sano interrumpir el sueño de esta manera tan brutal, y en el rato que llevamos hablando he agotado todas mis fuerzas, así que... - Con un largo bostezo y acomodando la almohada en mitad del escenario, la figura se tumba y dobla las piernas para no ocupar demasiado espacio, luego cae dormido en menos de un par de segundos.

- ¡Y se duerme de nuevo, venga, no me jodas! - La chica entierra la cabeza entre sus codos cuando, de pronto, resuena en todo el lugar una puerta metálica chirriante que llama la atención de los allí presentes, exceptuando al chico que se ha quedado durmiendo.

𝕷𝖆 𝖘𝖊𝖈𝖙𝖆 𝖊𝖌𝖔í𝖘𝖙𝖆Donde viven las historias. Descúbrelo ahora