- Cuando me dijiste que Raguel estaba un poco más lejos, no me esperaba una caminata de menos de quince minutos - Dijo Claire mientras ajustaba la correa del bolso en su hombro, aunque en este solo llevaba aquel extraño libro. Miró a Sorin con una ceja levantada y continuó hablando en un tono de reproche. - Pensé que estaríamos noches enteras andando, pero nos hemos plantado en la plaza del pueblo antes de las diez. ¿No es un poco peligroso estar tan cerca de donde hemos salido los dos?
- Bueno, eh, realmente no creo que sea del todo peligroso - Mencionó con una sonrisa incómoda a la vez que miraba la hora en su reloj de bolsillo. - Los pueblos raramente saben mucho los unos de los otros más que enviar a sus Cazadores a por recursos muy de vez en cuando, y mucho peor si están en anillos distintos. Yo solo he venido aquí un par de veces, por ejemplo.
Claire lo miró, confundida, luego echó un efímero vistazo a la plaza de Raguel. La oscuridad del cielo seguía envolviendo el ambiente como un manto espeso, no era exclusivo del pueblo y es que al fin y al cabo la noche era eterna en toda Morgana, mientras que el día no era más que una leyenda mal contada. Las luces débiles colgaban de las fachadas de las casas e iluminaban el camino empedrado, casas grandes pero construidas con materiales tan básicos que cualquiera diría que podían venirse abajo de un soplido.
- ¿Tú eras un Cazador? - Preguntó la chica con curiosidad, teniendo que echarse a un lado por un momento para evitar que una mujer mayor chocase con ella, no eran los únicos en las calles y mucho menos se sentían vacías. - ¿Qué es eso? Creo que nunca nos han dicho nada sobre esa etiqueta en el convento.
- Ya, eh... Si ya es difícil convertirse en Cazador siendo un chico, no me quiero ni imaginar lo difícil que es para vosotras - Mencionó casi susurrando y se llevó una mano a la nuca, sonriendo incómodamente. - Los Cazadores son la persona más poderosa del pueblo al que representan, solo hay uno por cada. Es casi una sentencia de muerte en realidad, te encomiendan misiones inhumanas ya sea por recursos o por el honor del pueblo... Así que, los Cazadores siempre son chicos fuertes y con bendiciones exóticas.
- Hm - Musitó Claire con la mirada perdida. - Pero tú no tienes ninguna bendición, ¿me equivoco? O al menos, no te vi usarla cuando luchamos contra Eins. Y tampoco me cuadra que quisieras ser Cazador, por como me lo has pintado suena más a suicidio que a otra cosa.
- Es... una larga historia, te la contaré mejor cuando tengamos algo de tiempo - Aunque ella aún tenía curiosidad por conocer más acerca de los Cazadores y de la historia de su compañero, decidió no presionarle al notar cierto atisbo de incomodidad en su rostro. - Lo primero es lo primero, antes incluso de buscar refugio deberíamos...
Antes de que Sorin terminara de hacer su recomendación, fue interrumpido por el fuerte sonido de la enorme campana de metal oxidado que había en el centro de la plaza. Esta se encontraba encima de un podio de madera en el que también estaba subido el hombre que la había hecho sonar, un chico robusto pero tapado de pies a cabeza por una especie de armadura de color gris, y justo tras él se ondeaba un estandarte raído con los colores apagados del anillo de la gula, verde oscuro en la parte superior e inferior y dorado en el centro, o lo más parecido a dorado que podían tener.
- ¡Ciudadanos de Raguel, el pueblo llama por vuestro nombre! - El chico comenzó a gritar a pleno pulmón e intentar llamar la atención de los habitantes que pasaban por ahí. - ¡Es vuestra oportunidad de deshaceros de vuestras etiquetas y cambiarlas por unas nuevas que reflejen valentía y sacrificio por la nación! ¡Una fuerte masacre ha ocurrido en la última misión de nuestra Cazadora, y decenas de vacantes de Cazados han quedado libres!
- Cazados... - Susurró Claire, con la mirada fija en aquel hombre y el estandarte. - Hay demasiadas cosas que me gustaría entender de cómo funciona esta sociedad, pero tengo la sensación de que todo se vuelve más horrible cuanto más investigo.
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𝕷𝖆 𝖘𝖊𝖈𝖙𝖆 𝖊𝖌𝖔í𝖘𝖙𝖆
Fantasy«Si sabes lo que es el miedo, sígueme. Si sabes lo que es el dolor, sígueme. Si sabes lo que es el odio, sígueme. Si sabes lo que es la angustia, sígueme. Yo soy tu alma y tú serás mi alma». La desolación de un mundo roto en el que la muerte es un a...