Versículo cuarto

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Paula despertó de golpe, sobresaltada y con la respiración agitada, sintiendo cómo un líquido rojo se derramaba desde la parte superior de su cabeza hasta el cuello manchando ligeramente el pelo. Miró a un lado y miró a otro, por un momento se sintió completamente perdida y no era capaz ni de recordar su nombre, pero al ver el humo en la distancia su mente comenzó a atar cabos y pronto varias imágenes saltaron en su cabeza como fotografías tomadas con una cámara antigua.

Las Monjas, sus amigas, el convento, el fuego, la valla eléctrica... Claire.

- Claire... ¡Claire! - Exclamó levantándose tan de pronto que un fuerte dolor de cabeza inundó sus pensamientos, ya no podía distinguir si era debido al golpe o al mareo. Miró a sus espaldas y vio que lo que la detuvo de llegar incluso más lejos por la onda de la explosión era un mísero tronco de árbol que ahora estaba lleno de su sangre. - ¡Claire, responde si me oyes! ¡Claire! - Seguía gritando mientras comenzaba a dar vueltas en el sitio a toda prisa y a la pata coja, lanzando su mirada borrosa a todas las partes del frondoso bosque.

- Estoy aquí - Respondió una voz fría y apagada a sus espaldas que le dio fuertes escalofríos. Al girarse se encontró con su amiga, apoyada en otro tronco de roble con la mirada perdida en el oscuro césped, con varias manchas de polvo por todo el rostro e innumerables heridas, pero destacaba su brazo derecho, el cual sujetaba con dolor e incluso a través de la ropa Paula podía ver sus enormes quemaduras. - Pensaba que no ibas a despertar... - Masculló señalándose a su propia cabeza.

- Esto no es más que un rasguño - Dijo al pasarse el shock de encontrar a Claire y acto seguido se sentó con un quejido de dolor al tener la cabeza abierta. - ¿Cómo te encuentras?

La chica se limitó a encogerse de hombros.

- ¿Cómo debería encontrarme? Se me ha quemado el brazo, he matado a mis dos mejores amigas y casi te mato a ti también, he escapado del lugar en el que llevo toda la vida viviendo y me he lanzado a un mundo que solo conozco gracias a libros de guía y revistas que había en la librería, y encima soy una fugitiva, porque lo que sea que fueran esos monstruos no creo que vayan a darme tregua.

- Vale, para ahí, tú no has matado a nadie - Hizo el esfuerzo de intentar acercarse para abrazarla, pero el dolor de su cabeza se intensificó de manera desmesurada y tuvo que apoyar la cabeza en el árbol de nuevo. - Esa cosa, la Monja Madre o como mierda quieras llamarla, es lo que lo ha hecho. Tú no tienes la culpa de nada.

- Me dio la opción de entregarme, eso lo primero, y lo segundo, vi cómo las mataba la explosión que yo misma causé... - La chica detiene su frase a medias al notar los gemidos de dolor de su amiga. - ¿Estás bien?

- Sí, sí, yo solo... Me duele un poquito - Mencionó llevándose una mano a la cabeza, esta tardó poco en llenarse de sangre y estaba empezando a marearse. - Creo que debería descansar un poco...

- Eh, eh, ni se te ocurra - Comenzó a alarmarse Claire al notar que, si bien Paula había logrado mantenerse con vida, quizás aquella herida abierta se la terminara de arrebatar. Se levantó con rapidez y empezó a reunir hojas caídas de los árboles lo antes posible, luego se quitó el zapato y a este le sacó el cordón y lo usó como nudo para unir las hojas y luego engancharlo en el pelo de su amiga, tapando superficialmente la herida y haciendo un nudo para evitar que se derramara más sangre. - Continuaremos con esta conversación después, pero no pienso dejar que te mueras tú también.

- Claire, estoy bien... - Murmuró débilmente. Hizo caso omiso, su amiga ya la estaba levantando y pasándole un brazo por la espalda para que pudiera sujetarse mientras andaba y no caerse. - Estás exagerando...

- Ni siquiera puedes moverte bien - Masculló observando su cojera y sus movimientos erráticos al caminar. - Además, el ambiente está demasiado húmedo, va a ponerse a llover dentro de poco, a lo mejor podemos encontrar algún refugio.

𝕷𝖆 𝖘𝖊𝖈𝖙𝖆 𝖊𝖌𝖔í𝖘𝖙𝖆Donde viven las historias. Descúbrelo ahora