Eighth reflection.

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No sabía cuándo había sucedido, pero la rutina hogareña se había convertido en una parte integral de su vida. Cada mañana, despertaba en compañía de Razzle y Dazzle, dos seres que parecían disfrutar de su presencia tanto como ella disfrutaba de la de ellos. Aunque al principio se resistió a la idea, ahora debía admitir que se estaba encariñando con ellos.

Charlie, con su sonrisa radiante y personalidad amigable, llegaba con su desayuno solo unos minutos después de que ella despertara. A pesar de todas las historias que había escuchado sobre el infierno, se sorprendía al sentirse protegida en el hogar de la princesa. No estaba segura de cómo describirlo, ¿era una casa? ¿Un edificio? ¿Un penthouse? No importaba, lo que sí sabía era que la princesa era amable y dulce con ella.

Aún se sentía culpable por no revelar su verdadera identidad, pero temía la reacción de la rubia. El sonido de los cascos de Charlie la sacó de sus pensamientos. Al ver a la demonio, una sonrisa se dibujó en su rostro y sintió una calidez extendiéndose por su pecho. "Buenos días, Princesa" saludó con una sonrisa amable.

"Buenos días, Vaggie", respondió la princesa, colocando una bandeja frente a ella. En ella había un plato de pancakes cubiertos con una suave capa de sirope, acompañados de un vaso de jugo de naranja fresco. "¿Descansaste bien?", preguntó mientras tomaba asiento en la silla al lado de la cama. "Bueno, si te refieres a después de la pesadilla, creo que sí", respondió la peliblanca, bajando la mirada hacia su comida, sintiéndose repentinamente nerviosa y cohibida. "Me alegra escuchar eso", respondió la rubia, aunque su tono parecía un poco desanimado mientras observaba a la chica frente a ella. "Hoy hay que cambiar mis vendajes, ¿verdad?", preguntó la peliblanca sin levantar la mirada, recibiendo un suave sonido de afirmación por parte de la contraria.

Después de terminar su comida, como era su costumbre, la mujer de cabellos dorados recogió la bandeja con los platos vacíos y se dirigió a la cocina. El sonido de los platos chocando entre sí se desvaneció gradualmente, dejándola sola de nuevo en la habitación con las pequeñas cabras. Con un poco de esfuerzo y la ayuda de Razzle, logró sentarse en la cama, sus pies colgando ligeramente, lejos del frío del suelo. Al acomodarse, notó la suavidad de la cama bajo ella. Era una sensación extraña, casi surrealista. Nunca se había imaginado que podría encontrar tal comodidad en el infierno. Sin embargo, no podía descartar la posibilidad de que esa comodidad fuera el resultado de vivir con la princesa del infierno. No notó en qué momento las dos cabritas se habían ido.

Con movimientos lentos y deliberados, como si cada gesto fuera una danza cuidadosamente coreografiada, comenzó a despojarse de su camisa. Su piel, de un tono grisáceo que recordaba a la luna en un cielo nublado, contrastaba con la tela blanca y pura del pijama que la princesa le había proporcionado. Sus dedos, temblorosos y delicados, parecían danzar al ritmo de una melodía silenciosa, ya fuera por el frío que se colaba por las rendijas de la ventana o por la anticipación de lo que estaba por venir, no podía estar segura.

Mientras aguardaba la llegada de la rubia, su ojo se desvio hacia el vendaje blanco que cubría su pecho. El vendaje, un recordatorio constante y cruel de la pérdida de sus alas, parecía ser un eco persistente en su mente, trayéndole una y otra vez los recuerdos de aquel fatídico día: el rostro del pequeño pecador, el sonido casi silencioso de la espada de Lute al chocar con su cuerpo y el dolor agudo y punzante que sintió al ser herida.

Sintió cómo el aire escapaba de sus pulmones en un suspiro tembloroso. Un dolor de cabeza intenso y punzante la invadió, su rostro rápidamente adoptó una expresión de desagrado mientras enterraba sus manos en la camisa arrugada sobre su regazo. Las lágrimas, como perlas brillantes, volvían a brotar de su ojo, escapando de su control mientras sus pensamientos la consumían. Ella te matará cuando te descubra, era una voz en su cabeza, similar a la suya, pero más fría y despiadada. Cubrió sus oídos, negando suavemente, tratando de acallar esa voz. Has fracasado, no eres un buen ángel, ¿qué te hace pensar que la princesa va a quererte cerca? Mordió su labio, tratando de contener cualquier sollozo que amenazara con escapar. Lo último que quería era causarle más preocupación a la princesa. "No merezco su bondad", susurró con la voz quebrada por la emoción.

✞Seeds of Paradise's Reflections✞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora