Ninth Reflection.

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No recordaba que la vista bajo la máscara fuera tan horrible. Aunque usualmente la visión se tornaba más oscura al usarla, era la primera vez que nada de su entorno se veía con claridad. Las sombras parecían bailar a su alrededor, distorsionando la realidad y convirtiendo todo en un caos de formas y colores indistinguibles. Incluso el objetivo que perseguía parecía ser solo una extraña silueta, una figura borrosa que se deslizaba entre las sombras como un espectro.

Se impulsó aplicando más fuerza en sus alas, sintiendo el aire frío y cortante contra sus plumas. Su presa parecía llevarle una gran ventaja, moviéndose con una agilidad sobrenatural. Lo siguió por varios segundos, hasta que finalmente logró alcanzarlo. La silueta permanecía en silencio, algo extraño, ya que usualmente, al verse arrinconados ante una exorcista, lloraban y suplicaban por su vida, sus voces llenas de desesperación y miedo.

Sin dudarlo, avanzó para atravesar el pecho de aquella silueta con su lanza. El arma brilló con una luz etérea mientras se hundía en la carne, y el cuerpo se desplomó cayendo al suelo con un sonido sordo, como un saco de arena. La vista tras la máscara se aclaró de repente, como si una niebla se hubiera disipado. Podía distinguir su entorno con una nitidez dolorosa, y el cuerpo frente a ella se reveló en toda su trágica realidad. Retrocedió mientras dejaba caer su lanza, el metal resonando contra el suelo de piedra. En el suelo yacía el cuerpo de Oliver, rodeado de icor dorado que se extendía como un charco de luz líquida.

Con sus manos temblorosas, se quitó el casco mientras se arrodillaba al lado del cuerpo del ángel. Tiró el casco a un lado, sin importarle dónde caía, mientras revisaba la herida del otro ángel. La sangre dorada brotaba de la herida como un manantial. Ella negó suavemente, tratando de hacer que el icor dorado dejara de fluir, sus manos manchadas con la esencia divina. Se disculpaba una y otra vez, sus palabras eran un murmullo desesperado mientras intentaba detener lo inevitable.

Sentía cómo las lágrimas amenazaban con salir de sus ojos, nublando su visión. Había acabado con un guerrero, un alma humana llena de bondad que siempre se mostraba amigable con ella. Las lágrimas finalmente cayeron, rodando por sus mejillas. Escuchó pasos acercarse detrás de ella, no le importaba quién fuera.

Cerró sus ojos mientras trataba de detener las lágrimas que caían por sus mejillas. No merecía llorar, no cuando ella había sido la culpable de aquella tragedia. "Eres un monstruo", pronunció con odio aquella voz a la que se había acostumbrado en los últimos dos meses. Se dio vuelta lentamente, su corazón latiendo con fuerza, para encontrar a la rubia frente a ella, con una mirada llena de enojo y desprecio.

Se levantó con rapidez, casi tropezando, para tratar de acercarse a la princesa, quien retrocedió con un gesto de repulsión. "Charlie, no es lo que crees", trató de aclarar con temor en sus palabras, mientras bajaba la mirada a su uniforme de exorcista, ahora manchado y desgastado. "¿No lo es?", cuestionó la rubia con sarcasmo en su voz, sus ojos brillando con una furia contenida. "¿No solo te deshaces de los pecadores, sino que también lo haces con los ganadores?" Jamás había escuchado a la rubia usar ese tono, tan frío y cortante.

Se sintió cohibida, incapaz de dar una respuesta. La rubia tenía razón. Era un monstruo, no merecía ni bondad ni amabilidad. El peso de sus acciones la aplastaba, haciéndola sentir pequeña e insignificante. Cuando volvió a levantar la mirada, la rubia ya no estaba. En su lugar, solo estaban Lute y Adam, burlándose de ella y de su debilidad. 

Se levantó de golpe, secando sus lágrimas con el dorso de la mano mientras tomaba una gran bocanada de aire. Su ojo recorrió la habitación, recordando que se encontraba en una de las elegantes habitaciones del hotel de la princesa. La suave luz de la lámpara de noche proyectaba sombras danzantes en las paredes, creando un ambiente casi etéreo. Tocó la parte izquierda de su rostro, sintiendo el vendaje áspero bajo sus dedos y recordando el dolor que había soportado. Trató de nivelar su respiración, inhalando y exhalando lentamente, tal y como Charlie le había enseñado anteriormente. No quería llamar la atención de la princesa o de las dos cabritas por algo tan banal como un mal sueño.

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