Seventh Reflection.

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Logró abrir su único ojo, sintiendo cómo su cabeza giraba en un torbellino de confusión y desorientación. El dolor, insoportable y desgarrador, se extendía como una marea voraz por cada rincón de su cuerpo y cráneo. Sin embargo, parecía disminuir a medida que se volvía más consciente de su entorno. La habitación en la que se encontraba era sorprendentemente amplia, casi el doble de la que tenía en el cielo. Estaba bañada en una luz cálida y acogedora que parecía abrazarla con suavidad. Las paredes estaban cubiertas de un papel tapiz de un rojo profundo, adornado con los sigilos de la familia Morningstar, un recordatorio constante y omnipresente de dónde se encontraba.

El aire estaba cargado de un olor a manzana y canela, un aroma dulce y reconfortante que contrastaba fuertemente con el azufre y el fuego que uno esperaría encontrar en el infierno. No tenía idea de cómo había llegado allí. Lo último que recordaba era haber sido desterrada y herida por su teniente, un ángel desprovisto de piedad y compasión. ¿Por qué no estaba en el callejón oscuro donde la habían abandonado? Su mente se quedó en blanco mientras intentaba reconstruir los fragmentos de su memoria, como un rompecabezas con piezas faltantes y desordenadas.

Había una chica rubia, sí. La imagen de su rostro apareció en su mente: ojos rojos como rubíes, cabello dorado recogido en un moño desordenado, mejillas rojas y una piel completamente blanca. La chica la había encontrado en el callejón, casi inconsciente, su cuerpo maltrecho y su espíritu al borde del desfallecimiento. La había vendado con cuidado, levantándola en sus brazos con una fuerza sorprendente para su aparente fragilidad. ¿Quién era ella y por qué la había ayudado?

Vaggie intentó sentarse, pero su espalda protestó con un dolor agudo y la obligó a recostarse de nuevo. El dolor era punzante, como si cada hueso en su cuerpo estuviera fracturado y cada músculo desgarrado. La ropa que llevaba era diferente a la suya: una camiseta de mangas cortas y unos pantalones cortos, ambas prendas de tonos blancos y rojos, como si estuvieran teñidas con la luz del amanecer. ¿Cómo había llegado a usar estas prendas? La confusión y la preocupación se mezclaron en su mente mientras miraba a su alrededor. La habitación estaba vacía, excepto por una silla de madera y una pequeña mesa al lado de la cama. En la mesa había una jarra de agua y un vaso. Se esforzó por alcanzarlos, pero su brazo tembloroso no respondió como esperaba y dejó caer el vaso, sintiendo pánico por haber molestado con el ruido al dueño del lugar.

Escuchó el sonido de pasos apresurados fuera de la puerta. Miró hacia allí y vio cómo la chica rubia entraba, sin su característica pajarita negra y saco rojo. Parecía cansada y preocupada, pero su expresión cambió a una de alivio al ver que estaba consciente. "Estás despierta", exclamó la rubia con un poco de emoción. Se acercó hasta estar al lado de la cama. "Mi nombre es Charlie Morningstar. Te encontré herida y te traje aquí para ayudarte. ¿Cómo te llamas?". Vaggie dudó un poco. Estaba frente a la hija de Lucifer Morningstar, el gobernante del infierno. Pero Charlie no parecía ser mala como la describían en el cielo. "Me llamo Vaggie", respondió suavemente, permitiéndose una pequeña sonrisa. Charlie sonrió animada. "¿Vaggie? Tienes un nombre muy bonito", dijo, y la melodía de su voz hizo que el nombre sonara aún mejor. "Gracias", respondió Vaggie, sintiéndose extrañamente reconfortada por la presencia de la rubia.

Charlie se sentó al pie de la cama. "Las exorcistas te lastimaron, ¿verdad?" preguntó con cautela, su sonrisa desvaneciéndose un poco. Vaggie la miró por unos segundos antes de asentir. Notó cómo la rubia hacía una mueca de tristeza antes de negar suavemente para sonreírle. "Lamento que pasaras por eso, usualmente el primer día en el infierno no suele ser tan complicado", al ver la expresión de preocupación de Vaggie, habló nerviosa de nuevo. "Pero que estés aquí es algo bueno, usualmente las exorcistas no dejan a nadie con vida, pero tú tienes una segunda oportunidad" trató de animarla de nuevo, era consciente de que para Vaggie sería difícil acostumbrarse a no tener un ojo además de que parecía ser nueva en el infierno.

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