CAPÍTULO 26: Mi mundo y mi alma gemela

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Autor@ de la imagen: @Kiemwell∅

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Cerro con fuerza sus ojos.

Mas, el disparo salió de manera repentina milímetros a su lado, cortando su oreja y mejilla e impactándose en el concreto, un horrible zumbido se llevo parte de su audición y su rápida capacidad para analizar que demonios había pasado.

Cubrió sus oídos por un intento de acallar el doloroso pitido y abrió sus ojos buscando orientarse, primero imágenes borrosas llegan hasta sus retinas, mismas que poco a poco van tomando forma y sentido.

Bajó sus manos y abrió su boca absorto:—Sa..toru.

El albino un poco lejos de su lado, golpeaba a diestra y siniestra a Mahito con un buen combo de patadas y puñetazos. Mahito parecía no quedarse atrás puesto que podía detener uno que otro golpe con bastante facilidad.

Desvió la mirada hacia aquella arma que había ido a parar cerca de unas de las cabinas metálicas.

Sin ser consciente siquiera dejo escapar un pequeño suspiró de alivio y sólo se dio cuenta de que había vuelto a llorar cuando su vista se vio borrosa y acuosa.

Miro de nuevo a su delante y dio un brinquito, se tenso un momento cuando aquellos ojos cual mar y cielo lo miraron llenos de desesperación, de súplica. Sabía lo que querían decir. Lo sabia por lo que se puso velozmente de pie y tomando aquella pistola del piso, paso sin mirar el cuerpo de Jumpei y se dirigió hasta aquel pasillo. No era tiempo de relajarse ni llorar, su pequeño aún estaba allá afuera lejos de su madre y padre.

Lejos de él.

Satoru estaría a salvo.

El debía pensar en eso, no, debía creer en ello. Ahora, tanto para el como para el albino su prioridad era rescatar a Ren.

Era ponerlo a salvo incluso si eso significaba perder sus vidas.

Era ponerlo a salvo incluso si eso significaba perder sus vidas

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Hace unas horas atrás...

Su puño blanco y ensangrentado por las heridas a causa de que clavara con furia sus uñas en su piel, golpearon con fuerza y sin autocontrol aquel escritorio.

—¡Nada! — levanto y volvió a golpear la madera, arrastrando sus brazos por la superficie del mueble tiro todos aquellos papeles hacia el piso, haciendo del lugar un gran quilombo blanco —¡Nada!, ¡Porque todos son tan jodidamente inútiles!

Los hombres fuera de aquellas puertas que hacían de guardia pegaron un saltito ante la repentina elevación en el tono de voz de su jefe. Satoru removiendo sus cabellos con frenesí pateo con fuerza aquella silla de oficina y sin algo que lo detenga ya, empezó a caminar de un lado a otro.

Siete semanas. Siete malditas semanas y nada, ni una señal de su esposo ni de su hijo. Ni una puta pista. Sabia que estaban en algún lugar de China, algún imbécil que ya no recuerda les dio aquella información tras una gentil cortada de dedos y sacadas de ojos.

OJOS AZULES  (GoYuu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora