Capítulo 1

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El reflejo en el espejo lo asustaba. Cada vez que usaba la corona y se veía a sí mismo portando el peso de la historia y la responsabilidad de la casa Targaryen sobre su cabeza sentía miedo.

Pero la primera vez, sin duda alguna, había sido la que más lo asustó, y también la más dolorosa. Recordaba exactamente ese momento. No había sido hace mucho tiempo, solo hace dos meses la guerra había terminado de manera oficial y por ende, hace dos meses Jacaerys era el Rey de los Siete Reinos.

– ¿Qué es lo que voy a hacer? – había dicho por lo bajo mientras soltaba un suspiro cuando se vio al espejo, vestido como un Rey, portando la corona de su madre.

Addam lo había escuchado, lo supo por la mueca en su boca, pero no dijo nada. Simplemente trató de sonreírle cuando Jace se dispuso a salir de su habitación listo para mostrarse al mundo por primera vez como monarca.

A diferencia de cualquier otra coronación, nadie aduló al Rey. No hubieron frases sobre lo magnífico que era, sobre la bendición que significaba que su Reinado iniciara o sobre las muchas cualidades que tenía el nuevo gobernante. No. El Reino aún adolecía, el Rey adolecía, y todos lo notaban.

Cuando Jace llegó esa mañana a Pozo Dragón, sintió todo su cuerpo temblar antes de bajar de su carruaje. Sus manos sudaban cuando caminó mientras la guardia de la ciudad le rendía honores con sus espadas, y casi tropieza cuando tuvo que arrodillarse para recibir la bendición del Septón Supremo.

– ¡El Rey Jacaerys Targaryen, primero con el nombre, Rey de los Ándalos, los Rhoynar y los primeros hombres, Señor de los Siete Reinos y protector del Reino! – había anunciado el anciano del clero a todos los presentes, nobles y de cuna común, quienes aclamaron a su Rey y el fin de la guerra de dragones que tanto sufrimiento había causado.

Pero cuando Jace se levantó, convertido en el hombre con más poder de los Siete Reinos, no pudo sentir otra cosa que miedo. No hubo una transformación divina, no hubo una revelación de los Dioses hacia él, ni mucho menos se llenó se sabiduría absoluta. No. Seguía siendo él. Seguía siendo Jace. ¿Cómo se supone entonces qué sería capaz de llevar el Reino? ¿Cómo sería capaz de gobernar, de mantener la paz?

– ¡Largo sea su Reinado! – gritó una voz que no supo identificar.

Su mirada se cruzó con la de la Serpiente Marina, Lord Corlys Velaryon y este realizó un asentimiento de cabeza en señal de reverencia y respeto ante él. Portando el broche de la Mano del Rey en sus ropas y con el rostro rígido, impenetrable e inexpresivo, Jace notó lo mucho que su abuelo había cambiado durante la guerra.

Bueno, perder a tu alma gemela debe ser un golpe duro. Él mismo lo sabía.

Baela, había pensado mientras escuchaba como las personas gritaban y vitoreaban, deberías estar acá siendo coronada conmigo.

Pero por más que él deseara eso, y por más que durante las noches pudiera recordar como era sentir sus rizos entre sus dedos, o como se había sentido compartir el lecho con ella sólo porque ambos lo habían deseado así, motivados a quererse y a tenerse completamente antes de poder arriesgar sus vidas en batalla, ella ya no estaba. Se había ido, junto con todas las personas que él más amaba.

Luke, quien lo dejó primero.

Su abuela Rhaenys, quien a pesar de perecer dejó malherido al usurpador.

Su madre, la legítima Reina, quien motivada por su sed de venganza se enfrentó a Aemond cuando en un impulso repentino y no autorizado por su Consejo, voló hasta Desembarco del Rey con Hugh y Ufl, quienes la traicionaron uniéndose al príncipe Aemond haciéndola caer de Syrax y morir al instante.

Heaven | Jacaerys Velaryon Donde viven las historias. Descúbrelo ahora