Capítulo 7

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Cuando Brianna abrió la puerta de su habitación esa mañana una sonrisa se dibujo inmediatamente en sus labios al ver aquellos lirios amarillos algo maltratados y amontonados en el suelo frente su dormitorio.

– Un pequeño príncipe ha dejado esto para usted, mi Lady – le había dicho Ser Alfred sonriéndole.

Ella rió, sintiendo ternura por el príncipe Viserys y tomó las flores para ponerlas en un florero justo al lado de su cama cuidando no hacer mucho ruido para no despertar a su madre que dormía en la cama de al lado. Aún era temprano, siempre le había gustado levantarse temprano y dar un paseo por los jardines antes de desayunar. Le daba ánimo a su día.

Había visto poco de la Fortaleza Roja, pero quería conocer los jardines, y si podía y si se le permitía agradecer a ese pequeño de ojos azules por aquel tierno gesto de regalarle flores. Así que caminó por los pasillos hasta llegar al final de este, admirando la vista que los balcones daban hacia el un jardín en la planta baja. Estaba un tanto descuidado, pero tenía flores y eso era suficiente para ella. No se comparaba para nada a los jardines hermosos de Highgarden, llenos de rosas, de lirios, de árboles frutales, de magnolias y de todo tipo de flores que a ella le encantaban. Pero al menos había algo que le daba un poco de color a ese lugar.

Suspiró y observó de mala gana su vestido gris oscuro. ¿Para qué se había molestado en llevar sus lindos vestidos coloridos, hechos por ella misma, si el Rey pedía que todos vistieran un sutil luto? Y no es que no lo entendiera. Conocía la historia, los rumores y lo que la gente decía. Él había perdido mucho, pero quitarle el color al mundo después de varios meses de su coronación le parecía bastante excesivo.

Ahora entendía el por qué de los rostros de sufrimiento de los pequeños príncipes. Vivían en un mundo sin color, sin risas y sin cariño. Y no juzgaba al Rey, comprendía que debía estar dolido y sufriendo, pero tenía atrás de él a esos niños, a niños que notablemente estaban rotos y él solo lo empeoraba.

Cuando su padre murió, se prometió a sí misma que lloraría, que lo extrañaría y que lo amaría por siempre, pero que no iba a permitir que eso le impidiera vivir su vida como a él le hubiera gustado. Mi rosa dorada, la solía llamar por su característico cabello rubio y ella amaba eso. Sabía que su padre no hubiera estado feliz si ella se sumía en la pena, además Lyonel aún era pequeño, la necesitaba, necesitaba un rostro amable, sonriente y feliz.

Ella no conoció a la Reina Rhaenyra, pero estaba segura que no le hubiera gustado ver a sus hijos así.

Sus pensamientos se vieron interrumpidos cuando se dio cuenta que justo llegando a la escalera que la llevaría a la planta baja, había alguien de pie, temblando.

– ¿Príncipe Aegon? – dijo confundida al ver al niño de pie ante una puerta, mirando nervioso de un lado al otro.

Vestía simplemente un camisón de dormir blanco, su rostro levemente enrojecido y afligido, y sus manos temblando. Brianna se preguntó qué hacía despierto tan temprano y por qué no estaba con alguna de sus doncellas.

Él la miró y el terror invadió sus ojos. Ella notó como quiso volver a ingresar a la habitación. Pero era tarde, ella ya estaba frente a él, mirándolo confundida.

– ¿Sucede algo, mi príncipe? – preguntó ella con voz calmada y tranquila

El pequeño príncipe miró sus pies nervioso y sus manos seguían temblando al igual que su labio inferior. No respondió nada, simplemente se mantuvo así, asustado.

Heaven | Jacaerys Velaryon Donde viven las historias. Descúbrelo ahora