Capítulo 8 | PESADILLA

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Regresamos a casa tras la boda de Althea en nuestro carruaje, y el trayecto se desarrolló en un silencio denso, solo roto por el animado monólogo de mi madre, quien no cesaba de alabar la espléndida ceremonia y la belleza deslumbrante de Althea

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Regresamos a casa tras la boda de Althea en nuestro carruaje, y el trayecto se desarrolló en un silencio denso, solo roto por el animado monólogo de mi madre, quien no cesaba de alabar la espléndida ceremonia y la belleza deslumbrante de Althea.

—Eliz, cuando te cases, tu boda deberá ser tan grandiosa y lujosa como la de tu hermana —dijo mi madre con un entusiasmo que casi podía tocarse.

—Pero yo quiero que sea aún más lujosa, madre —replicó Eliz con una chispa de orgullo, provocando una risa alegre en mi madre.

—Como tú quieras, querida —respondió mi madre, sin dejar de sonreír.

—Madre, mi boda también será muy lujosa —se unió Eloisse a la conversación, con una sonrisa inocente.

—Claro que sí, mi pequeña —mi madre la abrazó con ternura, demostrando su amor y orgullo.

—Madre, yo también deseo tener una boda maravillosa —comenté, esperando captar un atisbo de aprobación en su mirada, y al mismo tiempo, procurando no revelar que había sustituido la palabra "lujosa" por "hermosa".

—Bueno, Lyanna, debes primero encontrar un prometido antes de soñar con cómo será tu boda —su respuesta tenía un filo acerado. Miré a mi padre, pero él estaba sumido en sus pensamientos, ajeno a la conversación que se desarrollaba a su alrededor.

El desánimo me envolvió, y decidí apartar mi atención de la charla. Miré por la ventanilla del carruaje. La luna brillaba en todo su esplendor, bañando el paisaje nocturno con una luz plateada. Imaginé mi boda iluminada por el resplandor lunar y decorada con velas que crearan un ambiente romántico y etéreo. Sin embargo, las palabras de mi madre resonaron con fuerza en mi mente, disipando mis sueños de un evento bajo la luz de la luna.

Al llegar a casa, me apresuré a darme un refrescante baño antes de refugiarme en mi sillón favorito en la alcoba. Abrí un libro de fantasía, intentando sumergirme en un mundo ficticio para escapar del amargo comentario de mi madre. Mi objetivo era mantener mi mente ocupada y alejar los pensamientos perturbadores que amenazaban con consumir mis esperanzas de encontrar el amor algún día.

Cuando tenía 15 años, escuché historias sobre una duquesa que nunca logró casarse. Su desilusión fue tan profunda que decidió abandonar su hogar y vagar por las calles. Se decía que en la actualidad aún erraba por los bosques, a veces llorando y otras murmurando nombres de caballeros, siempre un nombre distinto. A pesar de mis intentos por sumergirme en la lectura y mantener a raya pensamientos oscuros, mi mente seguía atormentada por esas historias. Cerré el libro con un suspiro y me recosté en mi cama. Pronto, el sueño me envolvió en su abrazo profundo y acogedor.

En mi sueño, me encontré en un gigantesco banquete. Las mesas estaban adornadas con bandejas de oro reluciente, repletas de manjares exquisitos. Tomé una pieza de fruta, pero, al mirar alrededor, me di cuenta de que todas las invitadas me observaban fijamente. Sus ojos eran negros como la noche, y sus expresiones mostraban un repudio gélido. ¿Era posible que me miraran a mí? Sentí un nudo en el estómago mientras intentaba caminar por el salón, y entonces, el duque Gareth pasó a mi lado. Intenté llamarlo, pero mi voz se había desvanecido; no podía pronunciar ni una sola palabra. El duque me miró con una frialdad distante, sin detener su paso. Me ignoró de la misma manera que lo hacían todos los presentes. La desesperación, la ira y la tristeza se apoderaron de mí mientras el salón comenzaba a girar descontroladamente. Fue entonces cuando desperté, con la luz del amanecer brillando intensamente en mis ojos. Solo había sido una pesadilla.

 Solo había sido una pesadilla

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