La Reina de las Tinieblas

Capitulo 16: La Bruja del Lado Oscuro del Bosque

En los confines más sombríos del Bosque Maldito se esconde una presencia temida por todos: la Bruja del Bosque Morgana. Se dice que vive con un corazón roto y su llegada está precedida por el ulular de los lobos y el crujir de ramas retorcidas que anuncian su presencia. Los lugareños evitan sus dominios a toda costa, pues es conocida por su sed de venganza y su habilidad para lanzar hechizos maléficos que hacen estremecer hasta al más valiente de los corazones. Su figura se desliza entre las sombras, su risa siniestra se escucha en la brisa de la noche y su mirada helada penetra en lo más profundo del alma.

Cuentan las leyendas que la Bruja del Bosque se alimenta de los miedos de aquellos que osan adentrarse en lado oscuro del bosque. A los intrépidos viajeros que se pierden en sus dominios, los condena a vagar eternamente entre los árboles retorcidos, atrapados en un bucle de pesadillas y desesperación.

Se dice que aquellos que miran a los ojos de la Bruja del Bosque quedan marcados para siempre, condenados a una vida de tormento y sufrimiento. Sus susurros helados se cuelan en los sueños de los inocentes, sembrando semillas de terror que germinan en oscuras pesadillas. Nadie sabe cuál es el origen de la Bruja del Bosque ni cuál es su propósito final, pero todos los que han cruzado su camino coinciden en una cosa: su presencia es un presagio de desgracia y su ira, un castigo implacable para aquellos que desafían las leyes de la naturaleza.

La mujer se encuentra sentada en su sala, la mirada perdida en algún punto lejano. Sus manos trémulas sujetan una taza de té, aún sin probar. Suspira profundamente antes de comenzar a pensar en que sería de su hijo en la actualidad.

Cuando supe de mi embarazo al principio sentí mucha frustración ya que no estaría con el amor de mi vida, pero luego lo amé aun sin conocerlo. Cuidé de él, lo protegí, le di todo mi cariño y mi atención – Una lágrima solitaria resbala por su mejilla.

Pero cuando nació empecé a ver cosas en él que me aterraban. Comportamientos, gestos, que me recordaban a alguien más, alguien a quien creía haber dejado atrás – Se detiene un momento, tomando un sorbo tembloroso de su té.

No podía aceptarlo, no podía verlo como mi hijo, cuando cada vez que lo miraba, veía el rostro de aquel hombre que tanto daño me hizo. El recuerdo era demasiado doloroso – Su mirada se endurece, llena de culpa y pesar.

Sé que lo lastimé cuando lo abandoné y luego con mi rechazo años después, que mi negativa a reconocerlo como mi hijo le causó un gran sufrimiento. Pero en ese momento, no pude pensar en otra cosa que en protegerme a mí misma de ese dolor del pasado – Sus dedos se aferran a la taza, como si buscaran consuelo.

Ahora me doy cuenta de lo egoísta que fui. De lo mucho que le he fallado a ese niño al que una vez amé con todo mi corazón. Pero siento que es demasiado tarde, que el daño que le he causado es irreparable.