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Rouge:relájate, Knucks me llamó ayer y me dijo que están bien, el correro es un poco lento para llegar ahí donde están –. Dijo tratando de calmar al cobalto.

Sonic:lo se –. Suspiró–. Ayer recibí la respuesta de Shadow.

Rouge:¿Leíste la carta?

Sonic:no, la leeré cuando esté de regreso en mi casa.

Claro, el cobalto estaba con Rouge en la cafetería donde se habían conocido. Estaban cerca de la zona de vídeojuegos.
La mesa era pequeña, así que ambos estaban sentado frente a frente. Rouge tenía su taza de café aún intacta, todavía tibia. Y Sonic tenía un café con leche a la mitad.

Sonic:¿De verdad creés que estén bien? –. Preguntó dudoso agarrando la taza con su bebida.

Rouge:calma, son los mejores en eso, saben lo que hacen.

Sonic:pero y si...

Rouge:no –. Interrumpió señalandolo con el dedo índice–. No debes pensar de esa manera Sonic, Shadow es el mejor de los militares que está ahí, las posibilidades de que muera son...0%.

Sonic:no sabes lo que pasará en esa guerra –. Eso dejó callada a la albina, el cobalto volvió a suspirar y se recostó en su asiento–. No sé lo que me pesa, me preocupa tanto, lo extraño, y a veces recuerdo que muchas veces lo trate como un idiota por meterse a mi casa por la ventana, y ahora lo necesito.

Rouge:déjame hacerte una pregunta –. Hizo una pausa y sonrió con sus ojos casi entrecerrados–. ¿Te gusta Shadow?

Sonic la miró un momento como si la respuesta estuviera en los ojos zafiro de la albina, pero luego apartó la mirada hacia los videojuegos.

Sonic:eso creo...

Rouge:oye, yo no soy quien para juzgar si te gusta o no, de hecho, creo que es fantástico. Tú y Shadow hacen linda pareja –. Sonrió apoyando su mandíbula en la palma de su mano.

Sonic:no pude decirle lo que sentía porque...tenía miedo...

Rouge:cuando vuelva podrás decírselo...

Sonic:cuando vuelva... –. Repitió en un susurró.

[•🏠•]

(Sonic)

«¿Volver? Nadie vuelve de las guerras, ¡Es imposible!. Jamás volveré a verlo. Se fue para siempre y yo, idiota no le dije lo que sentía.
Ya es tarde, no le dije que lo quería, no pude abrazarlo con más fuerza por última vez.

¡Lo hubiera besado! Pero entonces...y si lo hacía...¿De que me serviría? Lo hubiera perdido de todas formas.

Ahora solo quedaban viles cartas que llegaban con tardanza y melancolía. Ya no lo soporto, quiero verlo, otra vez quiero ver sus ojos rubis de nuevo. Su sonrisa y su actitud estúpida, quiero...

Quiero que vuelva a entrar por esa ventana»

[•🏠•]

Una vez que volvió a su casa, fue a su habitación, el sol se estaba ocultando trayendo así consigo la noche. Cerró las cortinas en la habitación y se sentó de piernas cruzadas en la cama. Abrió el sobre con la carta del azabache y la leyó con una sonrisa triste.

Lamento no haber respondido, las cosas se complican un poco. Solo quiero decirte que estoy bien, te extraño mucho. Ahora que lo pienso, sonará raro pero eres la razón por la que me enfoco tanto en sobrevivir. Si, tal vez no son las palabras correctas en momentos como estos, pero lo eres. Eso no lo cambiará nadie.
Espero que estés bien, cuídate preciosura :)

Shadow.

Se recostó en la cama con la carta arriba de su pecho y miró hacia el techo. Deseaba volver a escuchar ese apodo salir de los labios del azabache:"preciosura". Que lindo sonaba eso.

Metió la carta en el sobre y la guardó en la mesa de luz junto a su cama. Cerró sus ojos y durmió.

•[Tres Meses Después]•

No habían cartas. No había correo. Tres meses sin respuesta alguna.

Rouge:lo siento Sonic –. Dijo en un murmuro poco audible, totalmente decaída–. No tengo respuesta de Knuckles. No estoy muy segura y no quiero mentir, pero...creo que...ya no...

El pesar era tan grande, que su mundo se derrumbó por completo. Se despidió de la albina y decidió caminar hasta su casa. Melan estaba enferma y Will la estaba cuidando. El sol era cálido, y el aire era tibio a pesar de que se sentía triste.

El silencio que había en la calle era como el de un apocalipsis zombie.
Lo único que oía, era el palpitar de su corazón en un dolor inmenso.

No habían cartas. No había correo. Tres meses sin respuesta alguna.

Al llegar a su casa, cerró la puerta de un golpe suave y miró el interior con nostalgia y melancolía. El sol iluminaba cada área. Habían cuatro cartas de las últimas semanas en las que el azabache había respondido, hasta que al comienzo de esas tres que habían pasado, las respuestas cesaron.

Se acercó a la mesa de la cocina y agarró los cuatro sobres abierto. Sus ojos se humedecieron y apretó las cartas en sus manos, tiró las cartas sobre la mesa y se acercó a la ventana cerrándola con fuerza. Agarró las cortinas y las cerró dejando a oscuras la cocina.

Fue a la puerta principal y le coloco llave. Fue a la puerta tracera y la cerró de un portazo.
Se dirigió a la sala y cerró las cortinas y apagó las luces. Rápidamente subió las escaleras y se encerró en su habitación cerrando las cortinas.

Todo volvió a la oscuridad, a la soledad. Se sentó junto a su cama y abrazó sus piernas, llorando. Ya se había terminado. El azabache ya no estaba, ya no habían "bueno días", no habían apodos. No había nada.

No habían cartas. No había correo. Tres meses sin respuesta alguna.

¡Por la Ventana Imbécil! ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora