Comisaría 1.
Barrio de Tribeca. Manhattan
En los siguientes diez días, Anahí y Ray estuvieron bastante ocupados con otros casos que absorbieron parte de su tiempo. Sobre todo uno, el atraco a un supermercado que, por fortuna, ya estaba a punto de esclarecerse porque gracias a las cámaras de seguridad de la tienda habían podido identificar al ladrón. No obstante, eso no era lo que les estaba robando horas de trabajo. Ante el asombro de la mayoría de los agentes, la comisaría parecía un hervidero de féminas entrando y saliendo; era como si las mujeres de cincuenta manzanas alrededor se hubieran vuelto locas y decidieran pasarse a visitar las instalaciones. Para colmo, dos reporteros de televisión se habían acomodado en la puerta de acceso, entre la nieve apilada, impidiendo que la jornada transcurriera con normalidad. Nada más conocerse por la prensa la noticia de que el Ladrón de la Chistera había asesinado a su última víctima, habían aparecido numerosas denuncias y, con ellas, nuevas mártires con caras maquilladas y labios de carmín rojo brillante que sonreían a las cámaras al salir.
Anahí, por su parte, también había estado reuniendo información sobre el abogado Barrymore. No solo había descubierto que todo cuanto le había contado Ray sobre él y su familia era cierto; además de ser uno de los tres hijos del ya jubilado e implacable juez asociado de la Corte Suprema, Jason Barrymore, y hermano del anterior fiscal del distrito de Illinois, un cabrón de tomo y lomo, como le habían bautizado la mayoría de los inquilinos de las prisiones de máxima seguridad del estado, Alfonso Barrymore también era un hombre admirado por su sagacidad en el estrado y por no haber perdido un caso en su corta vida profesional como criminalista. Asimismo, descubrió que su imagen solía salir bastante a menudo en las páginas de sociedad de los diarios, daba igual si estaba con alguna excéntrica modelo o con una bailarina ligera de ropa. Él siempre aparecía igual de sexy, igual de atractivo, mientras ellas se lo comían con los ojos.
Reticente a querer mostrar admiración por alguien que no le caía demasiado bien y que la inquietaba con solo mirarla, cerró el archivo con toda la información y continuó con su trabajo.
Era media tarde cuando oyeron la voz áspera de Collins por el interfono, pidiéndoles que se acercaran a su despacho. Anahí reunió los documentos que acababa de transcribir después de una agotadora jornada repleta de idénticas declaraciones y miró a su compañero, que la esperaba en la puerta.
El capitán Collins se levantó del sillón giratorio y, después de rodear la mesa, se sentó en una esquina de la misma.
-¿Qué está ocurriendo en mi comisaría?
-¿A qué se refiere, señor? -preguntó Ray, sin comprender.
-A esta procesión de damiselas. Llevo varios días viendo desfilar mujeres por vuestras mesas y, por si eso fuera poco, acabo de recibir una nueva llamada de la 33. -Anahí fue a decir algo, pero él levantó una mano para impedirle que lo hiciera-. No, Logan, no más excusas. Repito, ¿qué está ocurriendo en mi comisaría?
-Con el debido respeto, señor, la detective Logan y yo estamos haciendo nuestro trabajo -intervino Ray, para probar mejor suerte que su compañera-. Llevamos muchos días redactando nuevas denuncias sobre el Ladrón de la Chistera. Desde que se ha hecho público el último ataque de ese hombre, numerosas mujeres que fueron víctimas de sus robos han decidido presentar una denuncia formal por temor a que vuelva a ocurrir otro asesinato.
-Ese caso ya no es nuestro -les recordó, por si no les había quedado claro. Debía de ser la vigésima vez que alguien les restregaba que lo habían perdido.
Anahí se movió como un animal enjaulado y dejó sobre la mesa el puñado de folios.
-Siguen llegando denuncias de robos, señor; atracos de ese hombre en nuestro distrito. Sin ir más lejos, quince mujeres han declarado que fueron víctimas de robos similares desde hace varios meses, con el mismo procedimiento, en la misma zona e idénticas consecuencias.
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Sublime Temptation (AyA Adaptación)
Fiksi PenggemarAnahí Logan es una detective del Departamento de Policía de Nueva York. El amor la ha tratado muy mal últimamente, y hace meses que solo vive para su profesión. Alfonso Barrymore, afamado abogado penalista, pertenece a una de las familias más prest...