Ep (20)

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Mis ojos se abrieron de manera inesperada. Mi respiración era agitada; los latidos de mi corazón eran acelerados. Todo parecía darme vueltas. Enfoqué mi mirada en algún rincón de mi habitación; todo era diferente. Me levanté de la cama para caminar al baño, donde pude verme en el espejo. Algo diferente en mi apariencia me decía que no estaba en el lugar correcto. Enfoqué mi vista lo mejor que pude, encontrándome a mí misma, de 17 años, que no era tan diferente a mi yo actual: ojos sombríos, sin luz, una mirada apagada, aquellas ojeras que demostraban las incontables noches sin dormir. La palidez de mi rostro era la demostración perfecta de que nada está bien, de que nada se siente bien.

¿Quién soy? ¿Qué hago aquí? ¿Por qué sigo viva?

Las preguntas llegan como una tormenta. Mis ojos se llenan de lágrimas que luchan por salir, pero no se lo permito. Mi cabeza da vueltas. Quiero llorar, gritar, saber qué hice para merecer esto que me está matando. ¿Por qué a mí? ¿Qué fue lo que hice mal? Preguntas y más preguntas, y ninguna tiene respuesta.

Las lágrimas inundaron mi rostro; calientes y saladas, se sentía el dolor en ellas, uno que se volvía asfixiante y que me hacía perderme entre lagunas mentales llenas de dolor y desesperación.

Llevé mis ojos a mis manos, levantando las mangas de mi sudadera, encontrando marcas que eran el reflejo perfecto de que a veces es mejor el dolor físico que el mental. Había veces en las que el impulso de querer dañar tu piel para saciar aquel dolor mental, que es tan desgastante, podía más que el uso de la razón. Sabía que mis lágrimas eran una esperanza de que este sentimiento desapareciera de una vez por todas, pero no se iba. Seguía ahí, haciéndome sentir sofocada, incapaz de respirar.

El vacío se instalaba en mi pecho, un agujero negro que devoraba cada latido. Miro a mi alrededor, a este mundo que me rodea, y solo siento un abismo insondable. No pertenezco aquí, ni a ningún otro lugar, Soy una sombra errática, un fantasma que vaga sin rumbo.

La soledad me envuelve como una mortaja, un manto gélido que me separa del mundo. La noche se llena de sombras que se agitan, de villanos invisibles que me acechan entre las penumbras. Cada susurro del viento se convierte en una amenaza, cada sombra proyectada en la pared se transforma en un monstruo. Mi corazón late con fuerza, un ritmo frenético que me recuerda la fragilidad de mi existencia. El dolor se apodera de mí, una punzada constante que me recuerda que estoy perdida, desgarrada por dentro, sin un lugar al que llamar hogar.

 El dolor se apodera de mí, una punzada constante que me recuerda  que estoy perdida, desgarrada por dentro, sin un lugar al que llamar hogar

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Siento un dolor punzante que me fuerza a cerrar los ojos. Sostengo mi cabeza en busca de un alivio, pero parece no funcionar. El dolor parece desaparecer después de unos minutos. Abro los ojos, explorando el panorama y encontrándome con la imagen de mí misma, a punto de terminar con mi dolor. Aquella imagen que prometí olvidar estaba enfrente de mí.

La habitación está envuelta en una penumbra azulada, donde la única luz proveniente es de la luna que se cuela por la ventana. El vapor del agua caliente se levanta en remolinos, y el sonido de la lluvia contra el vidrio crea una atmósfera opresiva.

Loving wasn't enoughDonde viven las historias. Descúbrelo ahora