6

73 13 7
                                    

El silencio en el apartamento se había vuelto opresivo. Ya no era el refugio cálido y seguro que compartía con Hana. Cada rincón, cada sombra, parecía estar impregnada de una presencia oscura que me observaba, esperando el momento adecuado para atacar. La tranquilidad se había desvanecido, y en su lugar, quedó una sensación de temor constante, una tensión que no me abandonaba ni siquiera en los momentos más simples.

Desde que Hana, o mejor dicho, Nambi, me reveló que estaba de alguna manera habitando su cuerpo, nada había sido igual. Hana ya no era la mujer que había conocido y amado; se había convertido en un reflejo distorsionado, una marioneta bajo el control de un espíritu vengativo. Y lo peor de todo era que sabía que lo estaba haciendo, y que disfrutaba cada segundo de ello.

Empezó con cosas pequeñas, apenas perceptibles, pero que me carcomían por dentro. La manera en que Hana, o Nambi, se refería a momentos del pasado, momentos que había compartido exclusivamente con Nambi, como si fueran recuerdos propios. Detalles insignificantes para cualquiera, pero que para mí eran un recordatorio constante de que Nambi no solo estaba presente, sino que estaba tratando de borrar a Hana por completo.

Una tarde, mientras cocinábamos, Hana comenzó a hablar de nuestra "primera cita". Al principio, pensé que se refería a una de nuestras salidas recientes, pero entonces empezó a describir una noche en particular, una noche lluviosa en la que Nambi y yo habíamos compartido una cena en un pequeño restaurante italiano.

—¿Recuerdas cómo me mojé completamente cuando salimos? —dijo, riendo suavemente mientras revolvía la salsa en la sartén.

Mi corazón se detuvo. Esa noche, Nambi y yo habíamos corrido bajo la lluvia, riendo como locos mientras intentábamos cubrirnos con nuestros abrigos. Fue una de esas noches que se graban en tu memoria, un recuerdo feliz, puro. Pero ahora, esas palabras, saliendo de la boca de Hana, sonaban como una burla cruel.

—Hana, eso no fue contigo —murmuré, sintiendo cómo la ansiedad empezaba a apoderarse de mí.

Ella se detuvo, dejando la cuchara a un lado, y se giró para mirarme con una expresión que no era ni de sorpresa ni de confusión. Era una expresión de triunfo.

—Oh, lo siento, a veces olvido que no soy yo... que no era yo entonces —dijo con una sonrisa que no alcanzó sus ojos.

Era como si Nambi estuviera jugando conmigo, desafiándome a distinguir entre lo real y lo irreal, entre lo que era Hana y lo que era ella. Y con cada día que pasaba, esa línea se hacía más borrosa.

Empecé a notar que mi mente también comenzaba a fallar. A veces, me encontraba buscando a Nambi en Hana, buscando esos pequeños gestos que tanto amaba. Pero cuando los veía, no eran un consuelo; eran una prueba de que estaba perdiendo la cordura, de que no podía confiar ni en mis propios recuerdos. No sabía si eran reales o si Nambi los había plantado en mi mente como una semilla de duda, una herramienta para llevarme al borde de la locura.

Las noches se convirtieron en una tortura. Me despertaba en medio de la oscuridad, mi corazón latiendo con fuerza, sudando y con la sensación de que alguien me observaba. A veces, veía a Hana sentada al borde de la cama, mirándome fijamente, sus ojos brillando con una mezcla de tristeza y rabia. Otras veces, la encontraba en la cocina, murmurando para sí misma, susurrando palabras que no entendía, pero que llenaban el aire de una energía inquietante.

Una noche en particular, desperté al sonido de su voz. Era baja, casi un susurro, pero lo suficientemente clara como para que la entendiera.

—¿Por qué no te quedaste conmigo, Jungkook? —dijo, y en esa pregunta, escuché la voz de Nambi.

Me levanté, el pánico apoderándose de mí. Allí estaba Hana, de pie en la esquina de la habitación, sus ojos fijos en mí, pero no era Hana. No era la mujer con la que había empezado a construir una nueva vida. Era Nambi, reclamándome, exigiéndome respuestas que no podía darle.

—No pude... no pude hacerlo... —respondí, sabiendo que hablar no cambiaría nada, pero incapaz de quedarme en silencio.

Ella no se movió, pero su presencia llenó la habitación, como si las paredes estuvieran cerrándose sobre mí. Sentí como si estuviera atrapado en un sueño, un sueño del que no podía despertar, donde Nambi se había convertido en la dueña de mi realidad, manipulándola a su antojo.

El día siguiente fue peor. Hana me preparó el desayuno como siempre, pero había algo en su comportamiento que me inquietaba. Se movía de manera extraña, casi como si su cuerpo no fuera completamente suyo, como si estuviera luchando por mantener el control. Mientras comía, ella me observaba, sus ojos estudiando cada movimiento que hacía, cada bocado que tomaba.

—¿No es esto lo que solías amar? —preguntó de repente, su voz suave pero con un filo que no pude ignorar.

—¿Qué...? —respondí, mirando el plato de comida, tratando de entender a qué se refería.

—El desayuno. Siempre decías que lo que más te gustaba era cómo preparaba tus huevos, la manera en que los condimentaba, cómo los hacía justo como te gustaban.

Sentí un escalofrío recorrer mi espalda. Esa era Nambi, describiendo exactamente cómo solía cocinar para mí, cómo solía mimarme con pequeños detalles que solo ella conocía. Pero esta vez, esas mismas palabras salían de los labios de Hana, distorsionando un recuerdo que había sido sagrado.

Ya no podía soportarlo. Me levanté de la mesa, incapaz de seguir fingiendo que todo estaba bien.

—No... no puedo hacer esto, Hana —dije, mi voz llena de desesperación.

Ella no respondió de inmediato. En lugar de eso, se levantó lentamente y se acercó a mí, sus ojos brillando con una mezcla de tristeza y determinación.

—No eres tú quien decide eso, Jungkook —dijo, y en ese momento, supe que Nambi había tomado el control completo.

La manipulación se intensificó. Nambi, en el cuerpo de Hana, comenzó a atacar donde más me dolía. Usaba recuerdos del pasado, detalles íntimos que solo Nambi conocía, para desorientarme, para hacerme dudar de mi propia percepción. Empezó a jugar con mi mente, llevándome a cuestionar qué era real y qué no.

Llegó al punto en que empecé a perder la noción del tiempo. No sabía si estaba viviendo un día nuevo o reviviendo momentos del pasado. El mundo a mi alrededor comenzó a desmoronarse. Mis amigos notaron el cambio en mí, pero no sabía cómo explicarles lo que estaba sucediendo. ¿Cómo podría contarles que la mujer que amaba estaba siendo poseída por el espíritu vengativo de mi exnovia?

Y entonces, llegó el día en que Nambi me hizo la pregunta que lo cambió todo.

—¿No estarías más feliz si todo esto acabara? —preguntó Hana, pero en sus ojos vi a Nambi, y supe que la pregunta no era solo una sugerencia. Era una invitación, una invitación al abismo.

Mi mente empezó a ceder bajo la presión. Comencé a escuchar voces, a tener pesadillas en las que Nambi me llamaba desde el más allá, suplicándome que me uniera a ella. No sabía cuánto tiempo más podría resistir. El dolor, la confusión, la manipulación constante... todo me estaba llevando al borde de la locura.

Y fue en ese momento, cuando estaba más vulnerable, cuando Nambi hizo su movimiento final, un golpe destinado a destruir lo que quedaba de mi cordura.

Over Me | JJK ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora