El día había comenzado con un cielo despejado, el tipo de día que te hace pensar que todo está bien en el mundo. Hana y yo habíamos planeado una pequeña escapada fuera de la ciudad, algo simple, solo para alejarnos de la rutina y disfrutar de la compañía del otro. Todo parecía perfecto. Nos reímos durante el camino, escuchamos música, y por un momento, creí que finalmente estaba en paz.
Pero mientras avanzábamos por la carretera, el cielo comenzó a cambiar. Lo que era un azul brillante y despejado se transformó en un manto gris y opresivo. Nubes oscuras comenzaron a reunirse en el horizonte, como si algo maligno estuviera gestándose en su interior. No le di mucha importancia al principio, pensando que era una tormenta pasajera. Sin embargo, había algo en el aire, una pesadez que me hizo sentir inquieto.
La primera gota de lluvia cayó justo cuando estábamos a mitad de camino. Y luego, casi sin previo aviso, el cielo se rompió en un diluvio. Las gotas de lluvia golpeaban el parabrisas con tanta fuerza que apenas podía ver el camino frente a mí. Los limpiaparabrisas luchaban inútilmente para mantener la vista despejada. Hana me miró preocupada, pero le aseguré que todo estaría bien.
Sin embargo, a medida que la tormenta se intensificaba, empecé a sentir algo más que simple preocupación. Había algo extraño en esa tormenta, algo que no podía explicar pero que reconocía en lo más profundo de mi ser. Los truenos resonaban con una fuerza casi sobrenatural, como si fueran gritos de un alma atormentada. Y los relámpagos... los relámpagos parecían estar dirigidos directamente a nosotros.
Mi corazón comenzó a latir con fuerza, y una extraña sensación de pánico se apoderó de mí. Sabía, en algún lugar dentro de mí, que esto no era una tormenta normal. Era como si la naturaleza misma se hubiera desatado en nuestra contra, como si algo o alguien estuviera manipulando el clima para su propio propósito. De repente, me invadió una certeza aterradora: Nambi.
No sé cómo lo supe, pero lo supe. Esta tormenta no era solo una coincidencia. Era Nambi, furiosa, dolida, desatada desde el más allá. Había sentido su presencia antes, en pequeños momentos de mi vida cotidiana, pero nunca con tanta intensidad, nunca con tanta rabia. Era como si todo el dolor y la ira que había acumulado en los últimos años hubieran estallado de una sola vez, y ahora, ella estaba aquí, reclamando lo que creía suyo.
—Hana, tenemos que dar la vuelta —dije, mi voz temblando un poco.
Ella me miró, confundida.
—¿Qué? Pero apenas hemos llegado. ¿Por qué?
No podía decirle la verdad. No podía explicarle lo que estaba sintiendo sin parecer un loco. Pero sabía que debíamos alejarnos, que debíamos salir de allí antes de que fuera demasiado tarde.
—Confía en mí, por favor. Algo no está bien. Necesitamos volver.
Hana asintió, aunque claramente preocupada, y di la vuelta en la primera oportunidad. La tormenta no amainaba. Si acaso, se hacía más feroz a cada kilómetro que recorríamos. Los truenos parecían estar cada vez más cerca, como si nos persiguieran, y los relámpagos iluminaban el cielo con una luz cegadora.
Mientras conducía de vuelta a casa, mi mente corría a mil por hora. Si Nambi estaba detrás de esto, si realmente había regresado del más allá, ¿qué significaba eso para mí? ¿Para Hana? Sentía el miedo asentarse en mi estómago como una roca. Esto no era un simple capricho de la naturaleza. Era algo más profundo, más oscuro.
Llegamos a mi casa empapados y temblando, no solo por el frío sino también por la tensión que colgaba en el aire. Tan pronto como entramos, intenté actuar como si nada estuviera mal, pero mis manos temblaban mientras intentaba encender una lámpara. Hana me miraba con preocupación creciente, sabiendo que algo me estaba afectando, pero sin comprender qué era.
La tormenta afuera no daba tregua. Los relámpagos iluminaban la habitación en intervalos irregulares, arrojando sombras siniestras en las paredes. Los truenos eran tan fuertes que hacían vibrar los cristales de las ventanas. No había escapatoria. No había manera de ignorar lo que estaba sucediendo.
—Jungkook, ¿qué está pasando? —preguntó Hana, su voz apenas audible sobre el rugido de la tormenta.
Quería decirle la verdad, quería contarle sobre Nambi, sobre lo que creía que estaba sucediendo, pero las palabras se atascaban en mi garganta. ¿Cómo podía explicarle que mi novia muerta había regresado y que, en su furia, había desatado esta tormenta sobre nosotros? Era demasiado absurdo, demasiado aterrador. Pero al mismo tiempo, sabía que no podía ocultárselo.
—Creo... creo que es Nambi —murmuré finalmente, sin atreverme a mirarla a los ojos.
—¿Qué? —dijo Hana, su voz llena de incredulidad.
—La tormenta... No es normal. Siento que es ella. Siento que está aquí, con nosotros.
El silencio se instaló entre nosotros, solo roto por el sonido de la tormenta afuera. Hana me miró fijamente, intentando comprender lo que le estaba diciendo, intentando decidir si estaba perdiendo la cabeza o si realmente había algo de verdad en mis palabras.
Pero antes de que pudiera responder, la electricidad se cortó, sumiéndonos en la oscuridad. El viento afuera golpeaba con fuerza las ventanas, y por un momento, parecía que la casa iba a colapsar. El pánico se apoderó de mí, y supe, con una certeza aterradora, que Nambi no se detendría. No mientras yo estuviera con Hana.
—Tenemos que salir de aquí —dije con urgencia, agarrando la mano de Hana.
Pero antes de que pudiéramos movernos, una ráfaga de viento abrió de golpe la puerta de la habitación. Una figura se formó en la oscuridad, y aunque no podía verla claramente, sabía que era ella. Sabía que Nambi había regresado, y que no estaba dispuesta a dejarnos en paz.
Mi cuerpo se tensó mientras el miedo se apoderaba de mí. Nambi, la mujer que había amado más allá de la muerte, ahora era una presencia que me aterrorizaba. No sabía cómo enfrentarme a ella, no sabía cómo detenerla. Solo sabía que, si no hacía algo pronto, perdería todo de nuevo.
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Over Me | JJK ✓
Ficção AdolescenteUn hombre atrapado entre el dolor y la desesperación busca redención mientras lidia con la influencia sobrenatural de su amor perdido.