El día comenzó como cualquier otro, pero el peso en mi pecho había alcanzado un punto crítico. No podía seguir ignorando la situación, no podía seguir fingiendo que todo estaba bien cuando el espectro de Nambi había infectado cada aspecto de mi vida. Me encontraba atrapado en un laberinto mental, con paredes hechas de dudas y miedos, y en el centro de todo, la figura enigmática de Hana, que ya no sabía si era la mujer que amaba o un peón en el juego de Nambi.
Sabía que hoy era el día en que debía confrontar la verdad, por más aterradora que fuera. No podía seguir viviendo así, en este estado de constante paranoia, con la sensación de que el suelo se desmoronaba bajo mis pies cada vez que miraba a Hana. Había llegado el momento de enfrentarla, de demandar respuestas, aunque esas respuestas pudieran desgarrar lo poco que quedaba de mi cordura.
Pasé la mañana en silencio, observando a Hana mientras se movía por el apartamento con una calma que me resultaba cada vez más inquietante. Cada gesto, cada palabra, me parecía calculado, como si estuviera siguiendo un guion que solo ella conocía. No sabía si era mi imaginación, si la influencia de Nambi había infectado mis pensamientos al punto de no poder confiar en mi percepción, pero algo dentro de mí sabía que Hana estaba ocultando algo, que la verdad estaba a punto de salir a la superficie.
Finalmente, cuando el silencio se volvió insoportable, decidí que ya no podía esperar más. Debía enfrentarla, aunque temiera lo que descubriría.
—Hana, necesitamos hablar —dije, tratando de mantener mi voz firme, pero sintiendo cómo el nerviosismo se filtraba en mis palabras.
Ella levantó la vista de lo que estaba haciendo, sus ojos encontrando los míos con una tranquilidad que me hizo dudar de todo. Por un momento, casi me convencí de que todo era un malentendido, de que Hana no tenía nada que ver con lo que estaba sucediendo. Pero el dolor en mi pecho, la angustia que me había consumido durante semanas, no me permitían dar marcha atrás.
—Claro, Jungkook, ¿de qué quieres hablar? —respondió con una sonrisa que no alcanzó sus ojos.
Respiré hondo, tratando de reunir el valor necesario para decir lo que debía decir. Sentía que estaba caminando sobre un terreno minado, donde cada palabra podía desencadenar una explosión.
—Quiero saber la verdad, Hana. Quiero saber qué está pasando. —Mis palabras salieron más rápido de lo que esperaba, casi como si hubiera estado guardándolas durante demasiado tiempo.
La expresión de Hana cambió. Por un breve instante, vi algo en sus ojos, una chispa de sorpresa, quizás, pero también algo más oscuro. Algo que no pertenecía a Hana.
—¿Qué quieres decir? —preguntó, pero su voz había perdido su suavidad, y en su lugar, había una nota de irritación.
Me acerqué a ella, sintiendo que el aire en la habitación se volvía más denso, más opresivo.
—Sabes de qué hablo, Hana. O quien seas. —No pude evitar que mi voz se quebrara al decir esas últimas palabras—. Desde que Nambi... desde que ella murió, algo no ha estado bien. Las cosas que dices, las cosas que haces... no son tú. No puedes ser tú.
Por un momento, el silencio entre nosotros se volvió insoportable. Pude ver cómo Hana luchaba por mantener la compostura, pero algo en su expresión me decía que estaba perdiendo el control. Y entonces, ocurrió.
—¿No soy yo? —repitió, y en su voz escuché una mezcla de burla y rabia contenida—. ¿Qué quieres decir, Jungkook? ¿Acaso has olvidado quién soy realmente?
Su rostro se endureció, sus ojos, normalmente cálidos, se volvieron fríos como el acero. Por un segundo, no reconocí a la mujer que tenía delante. Era como si una máscara se hubiera agrietado, revelando algo oscuro y desconocido.
—¿Qué estás diciendo? —logré preguntar, aunque mi voz apenas era un susurro.
Hana se rió, una risa que no pertenecía a ella, una risa que me heló la sangre.
—¿No te das cuenta, Jungkook? —dijo, su voz goteando veneno—. Nambi nunca se fue. Yo nunca me fui. Estoy aquí, con ella, y contigo.
Sentí que el mundo se tambaleaba a mi alrededor, como si el suelo se deslizara bajo mis pies. Su risa resonaba en mi cabeza, y en ese momento, supe que algo terrible estaba a punto de suceder.
—¡No! —grité, sin saber realmente a quién le estaba hablando, si a Hana, a Nambi, o a las dos.
Ella dejó de reír, su expresión se tornó dura, cruel.
—Oh, Jungkook, ¿realmente pensaste que podrías escapar de mí? —su voz cambió, ya no era la de Hana, sino la de Nambi, la voz que me había atormentado durante tanto tiempo—. ¿Pensaste que podrías reemplazarme, olvidarme, seguir adelante? No te das cuenta de que no puedes escapar de tu pasado, de tu culpa.
Me quedé paralizado, incapaz de procesar lo que estaba sucediendo. La mujer que amaba, la mujer que creía haber encontrado después de tanto dolor, estaba siendo devorada desde dentro por el espíritu de Nambi, una Nambi consumida por la rabia y el deseo de venganza.
—¿Por qué estás haciendo esto? —logré decir, aunque sentí que mis palabras eran vacías, sin fuerza.
—Porque te amo, Jungkook. Porque no soportaré que me olvides, que me reemplaces. No permitiré que sigas adelante sin mí. —Su voz se quebró ligeramente, como si la rabia diera paso al dolor—. Prometiste que estaríamos juntos para siempre. ¿Recuerdas?
Asentí, sintiendo cómo las lágrimas comenzaban a acumularse en mis ojos. Recordaba esas promesas, esas palabras dichas en medio de la felicidad, sin saber que el destino nos separaría de manera tan brutal. Pero ahora, esas promesas se habían convertido en una maldición, en una cadena que me ataba a Nambi, incluso después de la muerte.
—Pero esto no es amor, Nambi —dije, tratando de apelar a lo que quedaba de su humanidad—. Esto es odio, es venganza. No puedes mantenerme prisionero de esta manera.
Hana, o Nambi, se acercó a mí, sus ojos fijos en los míos, su rostro a solo centímetros del mío.
—Tú no entiendes, Jungkook. El amor y el odio son dos caras de la misma moneda. Y yo, yo te amo tanto que no puedo dejarte ir. No puedo permitir que seas feliz sin mí.
Mi corazón se rompió al escuchar esas palabras. Era la voz de Nambi, pero mezclada con algo más, algo más oscuro que no podía comprender del todo.
—Déjame en paz, Nambi. Déjanos en paz. —Mi voz fue apenas un susurro, pero cargada con todo el dolor y la desesperación que sentía.
Ella se detuvo, su expresión cambiando brevemente, como si algo dentro de ella hubiera sido tocado por mis palabras. Pero fue solo por un momento, antes de que volviera a endurecerse.
—No puedes huir de mí, Jungkook. No hay lugar en este mundo donde puedas esconderte. Donde vayas, yo estaré allí, siempre contigo, hasta que aceptes que no hay otra opción.
Y con esas palabras, sentí cómo mi último destelló de esperanza se desvanecía. Nambi estaba dispuesta a arrastrarme al abismo con ella, y no sabía cómo detenerla. No sabía si quedaba algo de Hana en ese cuerpo, o si Nambi la había consumido por completo.
Estaba atrapado en una pesadilla de la que no podía despertar, una pesadilla donde la mujer que amaba se había convertido en mi peor enemiga, y no sabía si alguna vez encontraría la salida.
ESTÁS LEYENDO
Over Me | JJK ✓
Teen FictionUn hombre atrapado entre el dolor y la desesperación busca redención mientras lidia con la influencia sobrenatural de su amor perdido.