Tras la conversación con su profesor de danza, Mina decidió tomarse unos días para reflexionar sobre su futuro. Sabía que su camino en la danza iba a cambiar, pero también entendía que tenía una oportunidad única para redefinir su relación con el arte que tanto amaba. Con Tzuyu a su lado, sentía que podía enfrentar cualquier desafío, pero eso no hacía que sus miedos desaparecieran.
Un sábado por la mañana, Mina y Tzuyu decidieron pasar el día juntas en la ciudad. Era un día soleado, perfecto para desconectar de las preocupaciones y disfrutar de la compañía mutua. Comenzaron su jornada en una librería que ambas adoraban, un lugar donde el aroma de los libros nuevos y viejos se mezclaba con el café recién hecho de la pequeña cafetería adyacente.
—Este lugar siempre me ha parecido mágico —dijo Mina mientras recorría las estanterías con la punta de sus dedos—. Es como si cada libro tuviera su propio universo esperando a ser descubierto.
Tzuyu la observaba con una sonrisa, disfrutando de la pasión de Mina por los libros.
—Es verdad. Hay algo especial en los libros, en la manera en que nos transportan a otros mundos —respondió Tzuyu, tomando un libro al azar y hojeándolo—. Pero también creo que nuestras vidas pueden ser igual de mágicas si permitimos que lo sean.
Mina la miró, sintiendo la calidez en las palabras de Tzuyu. Sabía que tenía razón, pero todavía le costaba ver la magia en su propia vida cuando sentía que algo tan importante como su capacidad de escuchar la música se desvanecía.
Después de comprar un par de libros, ambas se dirigieron a un pequeño parque cercano. Se sentaron en una banca, disfrutando del sol que brillaba sobre ellas. Mina abrió uno de los libros que había comprado, pero se encontró incapaz de concentrarse en las palabras. Su mente volvía una y otra vez a su situación, a lo que el futuro le deparaba.
—Tzuyu, he estado pensando mucho en lo que me dijo el profesor —dijo Mina, cerrando el libro y mirándola con una expresión seria—. No sé si voy a poder seguir bailando de la misma manera. Mi audición sigue deteriorándose, y aunque hemos encontrado formas de trabajar con eso, no puedo evitar sentir miedo de lo que está por venir.
Tzuyu escuchó atentamente, comprendiendo la angustia de Mina. Tomó su mano y le dio un apretón suave.
—Es normal tener miedo, Mina. Cualquier persona en tu situación se sentiría así. Pero quiero que recuerdes que no estás sola. Juntas hemos encontrado maneras de seguir adelante, y estoy segura de que encontraremos más. No tienes que cargar con todo esto sola.
Mina se quedó en silencio por un momento, asimilando las palabras de Tzuyu. Sabía que tenía razón, pero aún sentía un vacío que le resultaba difícil de llenar.
—Tzuyu, ¿alguna vez has pensado en qué harías si ya no pudieras hacer lo que amas? —preguntó Mina, su voz temblando ligeramente.
Tzuyu se tomó un momento para pensar antes de responder.
—Sí, lo he pensado. Creo que todos nos enfrentamos a esa posibilidad en algún momento de nuestras vidas. Pero también creo que somos más fuertes de lo que pensamos. Si alguna vez llegara ese día, buscaría otra manera de ser feliz, otra manera de expresar lo que llevo dentro. Y si ese día llegara para ti, Mina, sé que encontrarías una nueva forma de brillar.
Mina sintió que las lágrimas comenzaban a acumularse en sus ojos, pero no eran lágrimas de tristeza, sino de gratitud. A pesar de todas las dificultades, sabía que tenía a alguien a su lado que creía en ella, que la veía como algo más que una bailarina.
—Gracias, Tzuyu —dijo Mina, dejando que una lágrima solitaria rodara por su mejilla—. No sé cómo sería capaz de enfrentar todo esto sin ti.
Tzuyu la abrazó con ternura, envolviéndola en un cálido abrazo que hacía que el mundo exterior desapareciera.
—Siempre estaré aquí para ti, Mina. Pase lo que pase, lo superaremos juntas.
Después de un rato, Tzuyu se apartó suavemente y miró a Mina con una sonrisa.
—¿Sabes qué? Tal vez deberíamos hacer algo diferente hoy. Algo que no tenga nada que ver con la danza o con libros. Algo que nos haga sentir vivas.
Mina parpadeó, sorprendida por la sugerencia.
—¿Como qué? —preguntó, intrigada.
Tzuyu se levantó y extendió su mano hacia Mina.
—¿Qué tal si vamos a un karaoke? Sé que no es lo mismo que bailar, pero puede ser divertido. Y tal vez sea una forma de liberar un poco de esa tensión que llevas dentro.
Mina sonrió ante la idea, aunque al principio se sintió un poco reacia. Pero al ver la emoción en los ojos de Tzuyu, decidió dejar de lado sus preocupaciones y disfrutar del momento.
—Está bien, vamos —respondió Mina, tomando la mano de Tzuyu.
El karaoke resultó ser una experiencia liberadora. A pesar de las dificultades auditivas de Mina, se dejó llevar por la energía del lugar y la compañía de Tzuyu. Cantaron, rieron, y por un momento, todo el peso que había estado cargando se desvaneció.
Esa noche, cuando regresaron al campus, Mina se dio cuenta de que, aunque su camino hacia el futuro seguía siendo incierto, no estaba sola. Con Tzuyu a su lado, sabía que podía encontrar nuevas formas de expresar su pasión, nuevas maneras de vivir su vida.
Y quizás, en ese proceso, descubriría que el arte del silencio era mucho más poderoso y significativo de lo que alguna vez había imaginado.
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El Arte del Silencio
Fanfictiones una historia conmovedora sobre Mina, una talentosa bailarina que está perdiendo gradualmente la audición, y Tzuyu, una estudiante de intercambio que se siente atraída por la elegancia de Mina en el escenario. A medida que se acercan, desarrollan...