CAPÍTULO XV

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Fort estuvo feliz hasta la mitad de la noche, cuando recordó un asunto más importante y saltó repentinamente de la cama, sorprendiendo a Peat.

—¿Qué sucede?

—¡Los bebés!

—...

—Así que son mis hijos —Fort abrió los ojos y miró a Peat con incredulidad. Se había olvidado de ello.

Los hermanitos menores que no eran agradables a su vista y que estaban en casa todos los días, eran en realidad sus propios hijos.

Para el Fort de "diecisiete años", que todavía era un joven sin experiencia, el repentinamente haberse convertido en padre, ¡realmente lo llenó de pánico y sorpresa!

Peat se rio de él: —Pensé que te darías cuenta de eso mañana.

¿Cómo podía Fort quedarse quieto? Levantó las piernas y salió de la cama, atándose el cinturón del camisón con las manos: —Entonces, ¿por qué no me lo dijiste antes? Estoy tan feliz y confundido; nunca había sentido que mi cerebro fuera tan inservible.

—Temía que estuvieras demasiado emocionado y no pudieras dormir por la noche. —Peat lo siguió fuera de la cama, sin embargo, al ver Fort que no estaba usando zapatos, lo recogió del suelo.

—Te llevaré a ver juntos a nuestros bebés.

Peat naturalmente enganchó sus brazos en su cuello y dijo con una sonrisa: —Está bien.

── ✦ ──

Los bebés se habían dormido hacía mucho tiempo. Cuando entraron, solo entreabrieron la puerta, llenando la habitación con la tenue luz amarilla de la noche.

Fort se paró al lado de la cuna, apoyándose en la barandilla de la cama con ambas manos y observó cuidadosamente a sus hijos. Después de un rato, giró la cabeza y le dijo a Peat: —Son tan lindos.

Peat sonrió, sintiendo que Fort esa noche era igual de lindo.

La Vía Láctea estrellada brilló en los ojos del joven Alfa, y cuando se miró a sí mismo en sus ojos, era una vista clara y suave.

Fort habló en voz baja: —Solía pensar que los bebés estaban bien, pero ahora creo que son terriblemente lindos.

No pudo evitar extender la mano y tocar las mejillas rellenas de los niños, para luego tocar esas manitas carnosas. Cuando quiso volver a tocar a los niños en sus gordos piececitos, la mano de Peat lo detuvo.

Peat se inclinó a su lado y dijo suavemente: —No les rasques los pies, les darás cosquillas y los terminarás despertando.

—¿Los bebés también tienen cosquillas?

Peat asintió: —Puedes intentarlo de nuevo durante el día, pero si quieres despertarlos ahora, no te lo impediré.

Fort, con una mirada cautelosa en el rostro, retrajo los dedos en silencio, sintiendo que no había tenido suficiente, sin embargo, ayudó a los bebés a tirar de la colcha para cubrirlos con más fuerza.

No fue hasta que salió de la habitación que se atrevió a respirar un poco más.

Fort caminó por el pasillo silencioso con Peat en sus brazos; sus ojos miraban hacia el frente pero, en su corazón, aún no se sentía muy tranquilo.

—Antes... ¿Cómo nos conocimos tú y yo?

Peat dijo: —Fui presentado por alguien.

—Entonces... antes me contaste que estabas casado con tu esposo... ¿Ese soy yo? —Fort no pudo evitar preguntar.

Peat suspiró: —De lo contrario, ¿con quién más lo estaría?

Fort escuchó sus palabras y sonrió: —Lo siento, debe ser porque eres demasiado hermoso, que no puedo evitar ser un idiota.

Peat dijo: —Sí, eres un idiota.

—¿Tienes mucho resentimiento hacia el "yo" de veintisiete años?

Peat se apoyó dócilmente en el hombro de Fort y susurró: —No lo sé, estabas tan ocupado con el trabajo, y realmente, rara vez me acompañaste antes.

Cuando Fort lo escuchó, sintió una culpa inexplicable, incluso si no tenía esos recuerdos. Pero tan solo imaginándolo, dijo apresuradamente: —Lo siento...

—Es el segundo «Lo siento» que dices esta noche. —Peat tocó la mejilla de Fort, mirándolo dulcemente. —No te disculpes por esas cosas que hiciste involuntariamente o yo también lo sentiré.


FIN

Ladrón de leche - FortPeat (ADAPTACIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora