¿Solo sexo? [+16] | Periwinkle - Peri - Poof | Padrinos mágicos: un nuevo deseo

│ꗄ꙰ 🍮ᴄᴀᴘɪᴛᴜʟᴏ 11

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ᴄᴀᴘɪᴛᴜʟᴏ 11

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El amanecer irrumpió en la habitación, bañando en una cálida luz dorada a la peculiar pareja que yacía en la cama. Peri, con la cabeza pulsando como un tambor debido a los excesos de la noche anterior, abrió los ojos con dificultad. La resaca se apoderaba de él, un recordatorio de la borrachera que lo había consumido. Su mirada se posó sobre su ahijada, aún dormida, y un rubor instantáneo le invadió el rostro. Allí estaba, desnuda, tan vulnerable como él, la escena le confirmaba que lo sucedido no había sido un sueño o un producto de su mente nublada por el alcohol.

No se arrepentía, no del todo. La noche había sido linda, llena de emociones y una conexión que no había podido negar.
Pero la realidad golpeaba con fuerza. ¿Qué pasaria si algun hada se entera de esto? ¿Cómo explicaría lo inexplicable?... ¿Y si ellos ya saben?

—Ay, Dios mío. —Murmuró, cubriéndose el rostro con las manos. De pronto se le vino toda una imaginación de cómo sería su castigo por hacer esto con su ahijada... —Mis papás me van a matar. —Por un momento pensó en que mágicamente ellos ya se enteraron y lo estaban juzgando.

Jade se movió ligeramente en la cama, al parecer ya despertó, se estiro con un suspiro de satisfacción. El movimiento, involuntario, dejó al descubierto sus pechos, exponiéndolos a la mirada de Peri. Él, sin dudarlo, tomó la manta superior y la extendió sobre ella, cubriéndola con un gesto rápido y casi instintivo.

—Eh... ¡Oye! —Jade intentó protestar, pero Peri ya la había cubierto por completo.

—¡Tapate! ¿No ves que estoy aquí? —Su voz, entrecortada, reflejaba la vergüenza que lo invadía. Su rostro ardía en un rojo intenso.

—¡Pero ya me has visto todo! —Replicó Jade, aunque en el fondo entendía su incomodidad.

—S-Si, pero... —Peri bajó la mirada, avergonzado. No le gustaba verla desnuda, no ahora... Sentía que le faltaba de alguna manera el respeto.

El silencio que se había instalado en la habitación, cargado de tensión y vergüenza, se rompió de repente. Una carcajada, llena de alegría, escapó de los labios de Jade. La risa era contagiosa, y Peri, sin poder evitarlo, se unió a ella, la escena que hizo el padrino mágico, les pareció de pronto cómica. La imagen de él tapandola con la manta desesperadamente se reproducía en sus mentes, provocando nuevas risas.

Cuando las risas empezaron a cesar, Peri, con un movimiento ágil, hizo aparecer su varita mágica, listo para conjurar un cambio de ropa para ambos. La comodidad de su atuendo habitual era lo único que deseaba en ese momento; sin embargo, Jade, con una rapidez sorprendente, se abalanzó sobre él, impidiendo que la varita hiciera su magia.