Sirvienta

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El sol de pleno verano moteaba el estanque donde Nasiens fue a recoger agua para el baño del rey. Ella era apenas una sirvienta más del palacio, por eso al que le encomendaran una tarea tan importante como aquella le exigía su máximo esfuerzo y dedicación.

Con el cubo de madera relleno hasta los bordes, Nasiens se encaminó hacia los adentros de la enorme edificación que era el castillo de Camelot con dejes de cansancio debido al peso que llevaba consigo. No estaba acostumbrada a trabajos tan cansinos pues, comúnmente, ella se veía ensimismada en realizar tareas más hogareñas tales como la limpieza en las cocinas o en habitaciones comunes.

Tras recorrer el laberinto que era el castillo hasta las habitaciones de Arthur Pendragon, Nasiens se paró frente la gran puerta rojiza con ornamentos dorados y dió un suave tamborileo con sus dedos para dar aviso de su presencia.

—¡Traigo el agua para su majestad! —gritó con fuerza.

Un par de segundos pasaron antes de que la puerta comenzara a abrirse, dejando al descubierto la ostentosa vista que eran los aposentos privados del soberano de Camelot. Era una habitación enorme, con una cama cubierta con múltiples pieles, dos sillas forradas con telas bermellón, un tocador de madera y una puerta que, posiblemente, conducía a los baños privados del rey.

Nasiens quedó plenamente impresionada pues jamás había visto algo tan lujoso como aquello.

— ¿Su majestad? —volvió a llamar tras no obtener una pronta respuesta.

Con el pote de madera aún entre sus manos, Nasiens se adentró apenas con inseguridad. Caminó con lentitud, asegurándose de no pisar la alfombra que daba a los pies de la cama para no ensuciarla con el lodo pegado a la suela de sus zapatos.

—¿Quién anda ahí? —una voz profunda y varonil se escuchó tras el abrir de la puerta que conectaba con los baños privados. De ella, salió un hombre de estatura promedio con una melena anaranjada y con el cuerpo desnudo, cosa que hizo enrojecer el rostro normalmente pálido de Nasiens.

Con rapidez, la sirvienta se dió la vuelta dejando caer un par de gotas de agua al suelo y bajó la mirada con pena.

—D-Disculpe mi intromisión, majestad.. N-No deseaba importunarlo... —dijo con vergüenza—, solo venía a traer el agua para su baño.

Ante tal respuesta, el rey se quedó en silencio una breve prórroga para después reír plenamente ante la joven.

—¿Agua para mi baño? Vaya las excusas que se inventan ahora las jovencitas para entrar en mis recámaras —soltó en lo que caminaba en dirección de Nasiens. Ya junto a ella, la tomó con fuerza del brazo y la obligó a voltear, quedando cara a cara para después tomarla del mentón—, pero miren nada más...

Nasiens tuvo las ganas de forcejear ante la impertinencia del rey, pero no quería mostrarse grosera. Por ello, se mantuvo quieta y obediente.

—Al ser tú toda una belleza, podría darte el privilegio de estar a mi lado.

—¡Es un error! —dijo con braveza mirándole directamente a la cara—, yo solo venía a dejar el agua, no es de mi interés estar con usted.

—Que insolente —Arthur le dió una mirada de desprecio debido a las palabras dichas por la chica puesto que no acostumbraba al rechazo. Después, la soltó de forma brusca, cosa que hizo trastrabillar a Nasiens, haciéndole caer al suelo sobre su trasero y dejado caer el agua en el proceso. El hombre se dirigió hacia una silla donde reposaba una bata y se la colocó para cubrir su cuerpo. — Llama a alguien para que limpie esto y luego consigue más agua, niña tonta.

Nasiens, con la ropa mojada y la cara roja por la ira, dió un asentimiento y se levantó con prisa, yéndose de las habitaciones privadas del rey sin siquiera mirar atrás.

—Es interesante... —musitó el hombre de melena anaranjada tras ver como la muchacha huía cuál alma despavorida. Se quedó meditando un instante, sin poder olvidar la figura transparentada por el agua de Nasiens y su gesto indignado.

Seguramente sería alguien con quién entretenerse a futuro.

( . . . )

—¡Quién se cree! —bramó Nasiens en lo que iba por el sendero que la conduciría hacia el lago.

Tan ensimismada estaba en sus propios asuntos que no notó cuando estuvo a la orilla del estanque. Ahí, con la mala suerte persiguiendo sus pasos, tropezó de manera torpe con un tramo de tierra inclinada y cayó de bruces contra el agua, haciendo un sonido de chapoteo y quedando empapada por segunda vez consecutiva aquel día.

—Fantástico —soltó con fastidio.

—Disculpe, señorita... ¿Está bien? —una figura ensombreció su propio cuerpo lo cual provocó que Nasiens elevara la mirada para ver de quién se trataba.

Quedó vagamente sorprendida al notar como una mano se extendía hacia ella en compañía de una sonrisa cálida y empática. Su salvador, como Nasiens lo autollamo, poseía un exorbitante cabello verde y portaba ropajes finos dignos de la realeza.

Se fijó que tras de él había un caballo con montura y un séquito de al menos diez hombres envueltos en armaduras plateadas.

Saliendo de su propia ensoñación, Nasiens se dió un golpe mental y tomó la mano del extraño, levantándose totalmente avergonzada para después agradecer.

—Gracias... —fue lo único que logró decir.

—No hay de qué, señorita —dijo el hombre más alto—, ya debo irme, pero me alegra ver que no se ha lastimado... Bueno, ¡hasta pronto!

Nasiens asintió atontada y se quedó allí en la misma posición, viendo como el extraño desaparecía por el sendero real.

—¡Rayos, el agua! —recordó.

Debía volver con el rey. 


¡HOLA! Aquí Nari con mi primera historia Persiens.
Espero les guste. 

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⏰ Última actualización: Aug 11 ⏰

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Cindirella | PersiensDonde viven las historias. Descúbrelo ahora