¿Algo más?

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La situación aún no cambiaba, el humano sentado en la cama acariciando la cabeza de la caimán de una manera lenta. Ella, aún dormida con una sonrisa, ya que estaba disfrutando de la situación. También, comenzó a hacer pequeños movimientos con la punta de su cola.

El tiempo avanzaba e Inco no parecía tener intenciones de detenerse, o al menos, así fue hasta que un grito que provenía desde abajo provocó que diera un pequeño salto del susto.

—¡Niños, ya regresé, espero no estar interrumpiendo nada! —la fuerte y enérgica voz de Angelica se escuchó por toda la casa.

Un movimiento de la chica que aun estaba tumbada, hizo que Inco se levantara de la cama y observara con atención a la caimán, la cual, simplemente se había dado media vuelta para continuar con su sueño. Dejando escapar un suspiro de alivio, el humano decidió bajar de manera cuidadosa para no despertar a la dormilona.

—Shhh —Inco bajó las escaleras mientras observaba a Angelica, la cual tenía algunas bolsas consigo—. Margarita está durmiendo.

La señora hizo una seña con su cabeza hacia la cocina, agarrando de manera más firme aquellas bolsas que estaban sobrecargadas con varios objetos. El joven, al ver aquello, decidió ayudar a la mujer cargando con uno de los paquetes, confiado de que no debería de pesar mucho, casi cayéndose al suelo. Tras quedar un poco en ridículo en frente de la mamá de su amiga, y que esta dejara escapar una risita, ambos dejaron las bolsas sobre la mesada de la cocina.

—¿Está todo bien con Margarita? ¿Qué hicieron para que ella se quedara dormida? —Angelica preguntaba muy curiosa y de una manera pícara al humano.

Ambos se encontraban sacando los productos que parecían ser de limpieza de las bolsas y también algunas latas que contenían comida.

—Si, al parecer se quedó cansada luego de nuestra larga sesión —una sonrisa se formaba en el rostro de la madre al escuchar eso—-. En la universidad es igual, se suele cansar muy rápido cuando estamos estudiando.

La desilusión no tardó en llegar para la caimana, al parecer a ambos jóvenes les hacía falta un empujón para que no tuvieran miedo de demostrar su amor, aunque estuvieran en la su casa. Con una mirada seria, se quedó algunos segundos pensando en que podría hacer, hasta que fue interrumpida por el humano.

—Disculpa, Angélica ¿Dónde compraste estas cosas? —mientras agarraba una lata de tomates, Inco señalaba la fecha de caducidad de la misma—, la mayoría de las cosas de aquí están por vencerse y se supone que esto está hecho para que dure mucho tiempo.

—Si, lo sé, por eso mismo es que me las regalan —ya terminando de guardar todas las latas de comida, la señora continuó hablando—, trabajo en la casa de alguien que tiene muchas de estas y suele regalarme algunas que ya están por vencerse.

Al terminar de guardarlas en uno de los armarios, se sorprendió por la cantidad de productos similares que había.

—¿De qué trabajas exactamente, Angelica?

—Trabajo en una empresa de limpieza, ahora mismo estoy en dos casas y un edificio de una empresa —mientras hablaba, ella comenzaba a recoger su cabello con una coleta y a remangar el suéter de lana que llevaba—. Por lo general, el salario no me da para llegar a fin de mes, pero para mi suerte, las personas para las que trabajo son buena gente y suelen darme cosas que les sobran. Desde comida, hasta algunos muebles.

Ella señaló gran parte de los muebles que se encontraban por la cocina y el comedor, pero Inco se había quedado asombrado al ver el brazo de Angelica, exceptuando su mano, estaba completamente sin escamas. Antes no se había percatado por culpa del suéter que llevaba, pero ahora que se fijaba incluso podía ver cómo a partir del final del cuello, se notaba la falta de escamas.

—Jovencito —el ruido del chasquido de unos dedos, acompañado por una mirada seria pero una sonrisa algo alegre provocó que volviera en sí—, es de mala educación mirar fijamente durante mucho tiempo a una mujer. Entiendo que mi belleza lo pueda llegar a cautivar, pero usted está aquí por mi hija, no por mi.

Rascándose la nuca apenado por la situación, desvió un poco la mirada del cuerpo de la matriarca.

—Lo siento, pero me genera curiosidad ¿Cómo te hiciste esas heridas? —aquella pregunta también iba con la intención de saber el origen de las heridas de Margarita.

—Mmmm... veo que tienes tanto tacto para hablar como mi hija con la talla de madera. Mira, si me ayudas a terminar de preparar el almuerzo, que ya casi es cena por la hora, te responderé esa pregunta —Angelica señaló algunas verduras que faltaban por cortar y pelar junto a una olla.

Inco, confiado, estaba por responder que sí, pero al escuchar la palabra cena se sorprendió mucho y sacó su celular para ver la hora. Eran casi las siete de la tarde, si es que se quedaban más tiempo en la casa de Margarita, no llegarían antes del horario del cierre de los dormitorios... aunque eso quizás no era del todo malo.

—Está bien, aunque hace ya un tiempo que no cocino, aun tengo algo de práctica —se acercó, remangándose y esperando las instrucciones que debía seguir.

Las órdenes que dio la chef a su asistente eran sencillas, simplemente encargarse de las verduras mientras ella hacía el resto con el caldo, utilizando algo de la carne que él había traído. Los minutos pasaban y al humano parecía costarle las arduas tareas que se le había encargado, al parecer había subestimado la complejidad de pelar una papa.

—Entonces, jovencito ¿Cuáles son sus intenciones con mi hija? —el tono calmado de ella contrastaba mucho con los fuertes golpes que daba con el mazo a la carne.

Inco, algo confundido y asustado por la sonrisa que tenía Angelica y por como ella continuaba golpeando la carne esperando una respuesta, tragó saliva pensando bien en qué decir.

—Las mejores intenciones, ay —por haber perdido la concentración, la papa que estaba pelando lo castigó, provocando que se cortara levemente uno de sus dedos—. La veo como una amiga, una muy buena amiga a la que aprecio y protejo.

Se tomó una pequeña pausa para chuparse el dedo, haciendo que las palabras que había dicho perdieran un poco de credibilidad, pero esto no le importó mucho a la caimana que soltó una pequeña risa.

—Ya veo, ya veo —tomándose una pausa y parando de golpear la carne observó de una manera más seria al humano—. Entonces supongo que debo de agradecerte por ello, Margarita no suele hacer muchos amigos y mucho menos traerlos a casa. Así que confiare en ti y estaré más tranquila, sabiendo que ella está en manos tan seguras.

Asintiendo con la cabeza, Inco alzó su pulgar con una sonrisa que demostraba seguridad. Los intensos minutos pasaban para el chico, al parecer había subestimado a las verduras ya que tuvo algunos accidentes más en el proceso, pero aun así pudo terminar su tarea teniendo todos sus dedos. Él achacaba esos fallos a que estuvo hablando con la vieja caimán, ya que la misma no paró de hacerle preguntas sobre su vida, cosa que no le molestaba.

—Bueno, es hora de que recibas tu recompensa Inco. Ve a sentarte al sofá, mientras voy a buscar algunas cosas a mi cuarto —Angelica se fue de la cocina, dejando que el caldo se terminara de preparar a fuego lento durante unos minutos.

Inco aprovechó para tomarse su merecido descanso y sentarse en el sofá, observando la hora en su celular. Ya eran casi las siete y media, era imposible que llegaran a tiempo a la Universidad, así que muy probablemente podría pasar la noche en la casa de Margarita. Era una muy buena oportunidad para que ambos pasaran más tiempo juntos. Al mismo tiempo que el humano fantaseaba, Angelica regresó de una habitación con una caja, la cual dejó sobre la pequeña mesa que estaba delante del sofá.

—Como ya sabrás, no somos de aquí, nuestro hogar está muy lejos —ella comenzó a sacar unas pequeñas figuras de madera, las cuales tenían en su mayoría forma de una caimán humanoide—. Dejamos cosas atrás para poder seguir adelante, una de ellas fue a Roland, mi marido y padre de Margarita.

A medida que hablaba, Angelica comenzaba a poner en un orden creciente a las figuras de madera, dejando ver como se demostraba en ellas el crecimiento de una persona. Inco quedaba impresionado por lo detalladas que eran las mismas, pero lo que más llamaba su atención era una gran marca que aparecía a partir de la décima figura.

—Nosotros acostumbramos a hacer unas figuras que representan a nuestros hijos, una de ella por año —ella tomó asiento a un lado de Inco y tragó saliva para continuar hablando con un tono melancólico—. Como iba diciendo, Roland era una buena persona, pero como todas, tenía sus defectos. Por culpa de ello, tuvimos que vender algunas cosas para solucionar aquellos problemas.

De manera lenta la caimán comenzaba a acariciar todo su brazo, mientras el humano observaba aquella piel descamada pensaba hasta qué punto llegaba esa falta de escamas. Aunque ella aún las mantenía en su cola, cabeza y manos, no pudo evitar pensar que esas eran las únicas zonas donde aún las tenía.

—No me mal entiendas, mi marido es una buena persona... solamente tomó unas malas decisiones, pero ¿Quién no ha tomado al menos una mala decisión en su vida? —con una risa algo apagada intentaba calmarse a sí misma, pero el rostro de sorpresa y disgusto por parte del humano daba a entender que no funcionaba.

—Si este tal Roland provocó lo que usted está insinuando, creo que eso es algo más que una simple mala decisión —aun quería seguir hablando, pero el rostro de incomodidad en la cara de Angelica le impidió hacerlo.

Hubo un silencio que duró varios minutos, en los cuales, él aprovechaba para ver desde más de cerca las figuras de madera. Dejando soltar un suspiro largo, la caimana volvió a tener fuerzas para hablar.

—Inco, en algún momento de tu vida vas a tomar una decisión errónea, aunque tus intenciones sean las mejores —Angelica tomó una de las últimas figuras, aquella que tenía la gran marca en su espalda—, y cuando ese momento llegue necesitarás a alguien a tu lado para que te ayude y apoye.

Había tardado, pero finalmente el humano se percató de a quien simbolizaban esas figuras, quizás era por el cabello largo que estas tenían, pero la marca en la espalda era idéntica a la de Margarita. ¿Y si esa marca no fue causada por algún pleito o incidente en la ciénaga como él creía?

—Angelica, ¿Roland hizo que Margarita vendiera sus esca-

—Te prometí que te contaría la razón de mis pequeñas heridas jovencito —antes de que finalizara la pregunta, el humano, fue interrumpido por un tono de voz agresivo—, la respuesta a esa pregunta solamente la encontrarás si se la haces a mi hija. Así que agradecería que no sacaras conclusiones muy precipitadas.

La mirada casi asesina causó que el joven dejara sobre la mesa la estatua que estaba sosteniendo, aunque no era tan amenazante como cuando Margarita se enojó, aún así, tenía miedo de enfadar aún más a aquella caimán. A la par que sonreía, la madre, intentaba ocultar sus colmillos con una de sus manos.

—Ay mis modales, lo siento, Inco, creo que ya sabes de quién Margarita heredó su particular personalidad jajaja —acompañada de aquella risa se escuchó un fuerte golpe del piso de arriba, como si algo o alguien se hubiera caído—. Bueno, si me disculpas tengo que guardar esto antes de que mi hija lo vea.

Angelica guardó rápidamente las figuras de nuevo en la caja, el humano pudo dar un vistazo al interior de la misma antes de que se la llevara, pero lo único que vio fueron unos tablones de madera. Unos pasos pesados y rápidos se escucharon, mientras estos comenzaban a bajar por las escaleras.

—¡Inco nos vamos, ahora, antes de que sea más tarde! —Margarita bajó las escaleras a toda prisa con su mochila colgando de uno de sus hombros.

Antes de responder, su compañero de estudio sacó su celular, mostrando la hora, junto con una sonrisa.

—Aunque tomemos el próximo tren, llegaremos pasada la media noche. No te preocupes, no pasara nada con que te quedes un día en tu casa. Además, lo necesitas, lucias muy cansada hoy.

Al escuchar aquello y ver la hora, la albina pasó su mano por su cara, dando un pesado suspiro mientras dejaba la mochila en una de las sillas del salón. No le desagradaba la idea de quedarse un día, pero no sabía si podía permitírselo.

I "wani" get over the gator. ¡Rewritten!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora