PRÓLOGO

207 4 0
                                    

Anthonella una chica de rostro inocente, mirada brillante y cabellos tan llamativos como el fuego desde que descubrió quien quería ser en su vida había aprendido que los sueños no se cumplían solos; había que perseguirlos con la misma intensidad con la que uno busca el aire para respirar. Cada paso que daba en su vida la acercaba un poco más a lo que tanto anhelaba: no solo brillar en el mundo del maquillaje, sino también conocer a aquel que había sido su inspiración desde la adolescencia, el líder de una Boyband de Corea del Sur Christopher Bang.

Anthonella había sacrificado mucho para llegar hasta aquí. Noches en vela estudiando todo sobre el arte, trabajando en cualquier empleo que le permitiera ahorrar para asistir a conciertos, y enfrentando el escepticismo de aquellos que no creían en su talento. Pero ella nunca dejó que las dudas ajenas o las dificultades frenaran su impulso. Sabía que tenía algo especial, algo que la distinguía del resto.

El destino, que tantas veces había parecido esquivo, finalmente la recompensó. Luego de la muerte de su abuela dos años atrás, de manera dolorosa consiguió viajar a Corea y especializarse en la carrera que tanto adoraba, una oportunidad única, y antes de que pudiera comprender la magnitud de su suerte pudo encontrarse cara a cara con Christopher Bang. El hombre que durante años había ocupado sus pensamientos, que con su voz y sus letras le había dado fuerzas en sus momentos más oscuros, estaba ahora frente a ella.

Pero la realidad suele ser más cruel que la fantasía. Christopher no era el hombre de sus sueños, al menos no como ella lo había imaginado. Frío, distante, y con un desdén que dolía más que cualquier golpe. Sin embargo, había algo en esa crueldad que la atraía, una chispa que encendía en ella una mezcla peligrosa de deseo y desafío.

Lo que comenzó como una admiración inocente, pronto se convirtió en un juego de seducción y poder, donde ambos se sumergieron en una espiral de emociones intensas y contradictorias. Mientras Anthonella luchaba por no perderse a sí misma en el proceso, Christopher se enfrentaba a sus propios demonios, descubriendo en ella algo que nunca había esperado encontrar.

Ambos estaban a punto de descubrir que, a veces, el amor y el odio son dos caras de la misma moneda. Y que en ese juego de atracción y rechazo, el verdadero desafío no es ganar o perder, sino encontrar la manera de no salir destruidos.

Almas Entrelazadas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora