Quiero pero no

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—Vale, amiguitos, con esto terminamos el calentamiento —exclama Abril con una palmada. Juanjo y Martin, hasta entonces tirados en el suelo y con los ojos cerrados, cambian su posición para quedar sentados el uno frente al otro—Vamos a pasar a lo que he programado para la clase de hoy. Con un poco de suerte será la última sesión sin texto y sin canciones definitivas, no podemos seguir retrasándolo mucho más...

Martin busca la mirada de Juanjo, pero el chico se la rehúye. Comienza a acostumbrarse a ese Juanjo, uno mucho más sincero, más sensible y más real, pero también absolutamente aterrorizado de mostrarse demasiado. Demasiado desnudo, supone Martin. Al menos, delante de otras personas.

Los recuerdos de la noche anterior le persiguen. No han dejado de perseguirle, ni en el taxi de vuelta a casa, ni en el salón de su piso, rodeado de las exclamaciones de sorpresa de Ruslana y Chiara. Tampoco en el camino hacia el conservatorio, el cansancio acumulado pegándosele a los párpados. Cuando vio a Juanjo frente a la puerta del aula esperándole, todo él miradas perdidas y hombros hundidos, algo en su interior se encogió, temeroso de que el maño hubiera vuelto a su actitud esquiva de siempre.

No entiende por qué le importa tanto. O, más bien, no quiere entenderlo. Martin puede parecer muy seguro, muy echado para adelante y un auténtico sinvergüenza, pero que su crush evolucione a palabras mayores le aterroriza como al que más. Especialmente si ese crush es el mismísimo Juanjo Bona, el chico que ya le ha traído más de un desengaño y mala experiencia.

Cómo olvidar cómo había sido su reencuentro en Madrid tras la noche en Magallón, después de todo.

—Vale, Martin —continúa Abril, sacando al chico de sus pensamientos y sentándose con ellos en el suelo. —¿Te ha contado Juanjo sobre lo que le pedí que reflexionara?

Ambos tragan saliva, azorados. Abril lo nota, pero intenta que la sorpresa no se le note en la cara. Empiezan a sorprenderle los acontecimientos, que ella había previsto de un modo bastante diferente.

—Sí. Lo del flechazo, ¿no? Cómo es, cómo lo sentimos...

—Muy bien. Juanjo, ¿has llegado a alguna conclusión?

El interpelado juguetea con el dobladillo de su camiseta, demasiado nervioso como para alzar la mirada. Los recuerdos de la noche anterior también le atormentan. Con la luz del día habían llegado los remordimientos y la inseguridad. Ya no recuerda qué se le había pasado por la cabeza para haberse atrevido a bailar así con Martin, a juguetear con él, a responder con tanta sinceridad a sus preguntas. Se siente un poquito estúpido y un poquito avergonzado, pero, también, un poquito ilusionado. Porque el vasco sigue mirándole sin parar, como buscando a ese Juanjo nocturno que conoció en un instante y que no puede quitarse de la cabeza.

—Bueno... he estado pensando en ello, sí —responde, todavía con la mirada escondida e intentando sobreponerse. No va a permitir que un chaval que ni le va ni le viene (o eso quiere hacerse creer) le estropee la que podría ser la oportunidad de su vida. —¿Cómo es un flechazo? O, más bien, cómo se siente... supongo que dependerá de la persona, claro. —Abril asiente, animándole a continuar. Juanjo toma aire, tratando se insuflarse la valentía que le falta y tratando de no centrarse demasiado en la presencia de Martin a su lado. —Pero, bueno, creo que las sensaciones más comunes son las mariposas en el estómago, los nervios... No saber cómo hablar con esa persona, cómo dirigirse a ella, sentirse incluso tonto a su lado...

—¿Entonces dirías que un flechazo se asocia a sentimientos negativos?

Juanjo se sorprende por la respuesta de la profesora. A su lado, Martin simplemente inclina la cabeza, con curiosidad.

—¿Cómo que negativos?

—Háblame de la somatización, mejor. Ya verás a qué me refiero. ¿Cómo se manifiesta ese flechazo en nuestro cuerpo?

Cuando no sé quién soy - Juantin OT2023Donde viven las historias. Descúbrelo ahora