El encuentro

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Los viernes por la tarde siempre ponen de buen humor a Martin. Le parece que el sol brilla con más fuerza, el tiempo pasa más ameno y la gente a su alrededor es más amable. Tener todo el fin de semana por delante para dedicarse a descansar y asistir a las clases de interpretación que cursa además de la carrera probablemente tenga algo que ver. El fin de semana le hace sentirse un poquito más vivo.

Madrid nunca ha sido su ciudad favorita. Echa de menos el ambiente de Bilbao, con sus adoquines característicos, el acento de sus gentes, la ría a la vuelta de la esquina. Ni siquiera vivir con sus mejores amigas ha hecho que el cambio de ciudad y acostumbrarse a su ritmo le haya resultado sencillo.

Pero si a Martin le importa algo en la vida, ese es su sueño. Solo en Madrid puede estudiar Arte dramático a tal nivel, especialmente después de no haberse presentado a las pruebas de Dantzerti, una espinita que todavía siente clavada en el corazón. Sin embargo, ya es su segundo curso de carrera y le parece que empieza a llevarlo todo un poco mejor. Puede que Madrid no sea el sitio ideal para él, pero le está abriendo muchas puertas. Además, cree que hay cierta magia en estudiar aquello que ama y que le permite ser él mismo en una ciudad en la que todo va demasiado rápido. Le sirve para recordar por qué se dedica a lo que se dedica y qué es lo que le hace sentirse lleno en la vorágine que es el día a día en la capital.

Ese viernes por la tarde no es diferente a los demás. Sale de clase a las tres ya que, al ser el último día de la semana, no tiene seminarios a los que asistir por la tarde. Le gustaría quedarse dando una vuelta por el Retiro, pero tiene planes para el fin de semana con Chiara y Ruslana y no puede hacérsele muy tarde si quiere adelantar trabajo esa tarde. Evita, como siempre, el metro, y se pone en marcha. Aunque haya una hora de camino hasta su piso, no le importa. El tiempo ya no es tan caluroso como en verano y el sol de octubre que le acaricia la cara le resulta agradable. Se pone los cascos y camina al ritmo de la música, tratando (en ocasiones, sin mucho éxito) de que su instinto de bailarín no tome el control de su cuerpo.

No le da tiempo a dejarse llevar demasiado por la música. Apenas lleva quince minutos de camino cuando siente su teléfono móvil —permanentemente sin sonido— vibrar en el bolsillo de sus pantalones. Lo saca sin prisa y sonríe al ver el nombre que aparece en pantalla. Descuelga al momento.

—¡Ama! Kaixo, ¿qué tal estáis?

—Kaixo, Martin. — La dulce voz de su madre le responde al otro lado de la línea. Martin no puede evitar un suspiro de añoranza. Echa tanto de menos hablar en euskera y estar en su casa con su familia y amigos que hablar por teléfono duele más que le ayuda. Intenta alejar esos pensamientos de su cabeza y centrarse en lo que le cuenta su madre. —Estamos todos bien, cariño. ¿Tú qué tal? ¿Cómo van las clases?

—Todo bien, ama, sin novedad. Justo ahora acabo de salir, estoy volviendo al piso.

—¿Y tienes planes para el fin de semana?

—No muchos. Todavía no tenemos mucho trabajo en clase, así que simplemente iré a clase de interpretación mañana y saldré a hacer algo con Chiara y Ruslana.

—Ya...

Martin frunce el ceño. No le gusta cómo suena la respuesta de su madre.

—¿Pasa algo?

—Cariño... Ya sabes que tu aita y yo te apoyamos en todo. —Martin se muerde la lengua. Prefiere no hacer comentarios al respecto. Especialmente cuando le da la sensación de que sabe hacia dónde se está dirigiendo la conversación con su madre. — Pero... nos cuesta mucho que estés en Madrid, ya lo sabes.

—Y sentís que estoy perdiendo el tiempo. Es eso, ¿verdad?

—¡Claro que no! Simplemente... una cosa era primero de carrera, estabas adaptándote, es normal que te centraras en las clases y poco más. Pero este es ya tu segundo año... si de verdad quieres dedicarte a esto quizás deberías ir buscando algo más... no sé...

Cuando no sé quién soy - Juantin OT2023Donde viven las historias. Descúbrelo ahora