20 - Ausencia Eterna

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Conocía perfectamente esa tonta voz, pero mi problema no era ese, sino ¿a qué se debía su llamada y a esta hora? La verdad no me quedaba de otra, así que respondí. Temía por Patrillave porque tenía una mala sensación antes de quedarme dormida.

—Morales, algo grave le sucedió a Patricia. Ella...

—¿Qué le pasó? ¿Cómo que algo le sucedió? —estaba asustada, muy asustada. Tenía miedo de que la única persona que me amaba se fuera de este mundo; no tendría el apoyo de nadie más.

—Pues ella... ella acaba de tener un infarto. Un niño la encontró en la cocina, su cuerpo...

—¡No! ¡No! ¡No! —comencé a golpear el piso, angustiada—. Tú la mataste, tú lo hiciste. ¡Tú la has matado! —Estrellé el celular contra el suelo, rompiendo la pantalla.

Comencé a llorar y a golpear el suelo, estaba enojada. Enojada conmigo misma, por no poderla sacar de ese sitio. Sabía que ahí seguiría sufriendo.

—Dios, Dios —arrodillada en el suelo miraba el cielo por la ventana—. ¿Por qué todo este sufrimiento? ¿Por qué me sigues quitando a las personas que amo, a la única que ha estado conmigo en los momentos buenos y malos? ¡¿Por qué?! Maldición, dime el ¡por qué!

Ahora me arrepiento tanto, demasiado.

Quizás si hubiera sido más valiente, si hubiera defendido lo que creía justo, podría haber cambiado las cosas.

Quizás si hubiera tenido la oportunidad, le habría dicho cuánto la amaba y cuánto agradecía que me haya protegido todo este tiempo.

Quizás si hubiera llamado, si hubiera insistido en que me contara lo que le afligía o cómo estaba realmente, las cosas serían diferentes.

Quizás si hubiera estado más atenta a sus señales, me habría dado cuenta de que algo no andaba bien.

Quizás su recuerdo me acompañe siempre y me dé la fuerza para seguir adelante.

Quizás si pudiera volver en el tiempo, haría cualquier cosa para evitar esta tragedia y la habría aprovechado al máximo.

Pero quedaban en posibilidades nulas, que nunca sucederían. Yo pude haberla sacado de ese infierno en el que estaba viviendo.

Sequé mis lágrimas y me levanté, necesitaba verla por última vez. Quería abrazarla, muy fuerte, y pedirle perdón por no llamarla o visitarla.

Agarré mi bolso, el que solía llevar al trabajo.

Salí disparada al ascensor, escuché cómo Alberto me llamaba y preguntaba qué me había pasado, pero solo le di la espalda y salí del hotel. Quiero llegar cuanto antes al orfanato.

Daba vueltas en el lugar sin saber qué hacer, caminé a la esquina y cogí un taxi. Le di la dirección, mejor dicho, el nombre del orfanato.

Al llegar, pagué al taxi y bajé de inmediato.

Al entrar, todos estaban despiertos, todos me miraban. Caminé despacio, hasta visualizar que no era una broma, que ella en verdad estaba muerta. Aún seguía en el suelo del comedor sin respirar. De verdad está muerta.

Otra vez comencé a llorar, me agaché y abracé su cuerpo, luego acaricié su cabellera.

—¿Por qué, Patri? ¿Por qué ahora te me vas...? No me... porque ahora... no seré tan fuerte sin ti... tú eras mi amuleto y mi salida —susurraba en su oído, con la esperanza de que se levantara, de que su corazón volviera a latir.

—Morales, párate. Ya está viniendo la ambulancia —se acercó Bennett.

—¡Noo! ¡No, maldición, no! ¡Por qué, por qué! ¡Despierta, despierta por favor y no me dejes sola! No quiero quedarme sola, eres la única persona que tengo, ¿por qué me haces esto? —muevo su cuerpo con mis fuerzas nulas.

—¡Levántate, ahora! —me ordena Bennett.

—¡No quiero que se la lleven! ¡Nooo!

Bennett ordena a un par de chicos que me alejen del cuerpo inerte de Patricia. Intenté negarme, pero al final me alejaron de ella. Me cansé de patalear y me soltaron, dejando mi cuerpo en el suelo frío.

Los paramédicos llegaron. Otra vez comencé a llorar como una niña a la que le quitan un dulce. Quise volver a su cuerpo, pero me agarraron.

—¡Suéltenme! ¡Suéltenme! ¡Suéltenme! ¡Patricia, no me dejes, por favor! ¡Yo quiero irme contigo! ¡Dije que me suelten! —me frustré al ver que no podía hacer nada y ver cómo metieron su cuerpo en la ambulancia.

Uno de ellos se me acercó con algo en la mano, pero antes lo había visto conversar con Bennett.

—¡¿Qué es eso?! ¡Suéltame! ¡No me toques! —sentí que todos trataban de coger mi cuerpo, de pararme.

Y lo hicieron, pero fue por lo que me inyectaron. Mi cuerpo se fue sintiendo débil poco a poco, hasta perder la fuerza y la batalla.

[...]

Me levanté sobresaltada mirando a todos lados.

—¿El orfanato? —me pregunté a mí misma viendo alrededor, hasta que volví a la conciencia recordando todo lo anterior.

Me levanté y fui directo donde Bennett. Toqué la puerta, pero no respondió, así que ingresé sin más.

—¿Qué le hizo? —tenía los ojos hinchados y rojos, pero no le creí nada.

—Sabías que es mi hermana. ¿Crees que le haría daño a ella? ¿A mi hermana?

—Todo lo que usted me diga no le creo. Sabía que era su hermana, así mismo que tenían muchos problemas y discusiones. Puede que ella haya descubierto algo detrás de su fachada y ya no le quiso seguir el juego.

—Cállese, Morales. —me miró con cara de odio—. Mañana será el entierro. Después de eso te puedes largar.

—Con mucho gusto me largo de aquí, si ya no tengo nada aquí. La persona que apreciaba mucho, usted me la ha quitado.

—¡Cállate! ¡Y salga...

—¡No, no lo haré! ¡Ya me cansé de sus amenazas, esto no se quedará así! Usted irá por ese mismo camino, con la diferencia de que irá al infierno. —le advertí señalándola.

Salí del lugar, dejándola con la palabra en la boca.

Fui a su habitación, abrí la puerta con delicadeza. Es la primera vez que ingreso a su habitación, y hasta ahora me pregunto por qué no lo había hecho antes.

Me acosté en su cama, queriendo regresar al pasado, regresar cada recuerdo y revivirlo, poder reírme como nunca.

Ahora me tocará mirar el cielo, pensar en ella, bajar la mirada y sonreír, cerrar los ojos e imaginar que está aquí conmigo.



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