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Título: "Prefacio".

El auto color azul se movía por el inmenso campo de girasoles, mi madre y yo nos estábamos mudando a un pequeño pero lindo pueblito cercano a Oregón. Una canción de Lana del Rey sonaba en la radio y yo iba golpeteando con mis dedos mi muslo cubierto por mi pantalón de color negro. Mi madre sonreía y seguía conduciendo mientras que mi fiel amigo Oslo, un pequeño pekinés de color marrón dormía sobre el asiento trasero.

Esta es mi familia, mi madre y mi dulce perrito...

Ya habíamos llegado a nuestro destino, estábamos justo enfrente de la que sería nuestra nueva casa, decidí salir del auto y abrirle la puerta a Oslo para que saliera. Mi madre miró la casa y yo hice lo mismo, era amplia con un hermoso jardín lo que se encontraba totalmente descuidado.

-Lara tesoro ve y abre la puerta de la casa que yo voy a comenzar a bajar algunas maletas. -Me pidió mi madre a lo que yo asentí.

Caminé hacia la entrada con Oslo siguiéndome los pasos y justo cuando metí la llave en el cerrojo escuché que un hombre llamaba a mis espaldas y cuando me volteé encontré a un hombre de unos cincuenta y seis o sesenta años aproximadamente conversando con mi mamá.

No le presté tanta atención y dejé abierta la puerta, Oslo corrió entre mis pies y comenzó a olfatear el lugar y yo me quedé observando las grandes telarañas que las arañas habían dejado sobre un gran y hermoso candelabro de color plateado.

Comencé a quitar varias de las mantas blancas que habían sobre los pocos muebles de la casa, casi todos tenían aspecto de ser de la época victoriana bueno en parte toda la casa daba aires de esa maravillosa época. Tocí en varias ocasiones, había muchísimo polvo e incluso estoy segura de que Oslo salió de la casa por la gran suciedad que había en ella.

Ya veo porque nos salió tan barata, prácticamente esto está en ruinas pero es mejor esto que quedarse ahí, a tres casas de él...

-Veo que tendremos mucho trabajo aquí en casa. -Escuché que dijo mi madre desde la sala, fui hacia ella ya que estaba en la cocina y la encontré con cinco maletas y una gran caja a sus pies. Tampoco es que hubiéramos venido con tantas cosas, solo tragimos lo indispensable para trabajar, estudiar y vivir.

-Estoy de acuerdo contigo mamá. -Le dije con mi usual tono de voz fino pero a la vez calmado, aunque no se dejen engañar. Tengo una voz pacífica pero mi carácter es muy, muy explosivo. Mi pa... Él decía que yo era una bomba de tiempo.

-¿Estás pensando... -Intentó preguntar mi madre pero su pregunta prácticamente quedó en el aire al ver que asentí. -Sé que es duro comenzar de cero pero no podía quedarme en esa casa después de saber que él me estaba engañando Lara.

No dije nada ya que solamente me digné a irme nuevamente a la cocina y tratar de ubicar algo con que poder limpiar; no me culpen por no desear hablar de lo que me duele con mi madre, estoy segura que ustedes también han dejado de hablar con sus familiares cuando un tema es muy pero muy sensible para vosotros ¿no?.

Solté un bufido tras varios minutos después, no encontraba nada a no ser una vieja escoba y un cubo de color verde. Al parecer en está casa solo había polvo, pequeñas arañas, flores secas y muchos cuadros que seguramente son bastante caros... Ahora me pregunto, ¿por qué nunca nadie los vendió?.

-Lara le he pedido a nuestro vecino que nos prestara algunos utensilios para poder limpiar. -Gritó mamá y rápidamente fui con ella.

Prácticamente estuvimos limpiando todo lo que quedaba de tarde, Oslo no había querido entrar en la casa pues al parecer el olor a humedad y suciedad no se iba de ella por más ambientador que mi madre y yo colocaramos en cada esquina.

-Fue buena idea traer esas cosas. -Dijo mi madre mientras sacaba el último ambientador de la caja que decía baño y lo colocaba justo detrás de la puerta del lugar de aseo de ambas. -Creo que es todo lo que hemos podido hacer por hoy, estoy exhausta. ¿Quieres pizza?.

Iba a negarme porque todo lo que fuera comida chatarra me recordaba a él pero al final asentí, no había comida en la despensa y tampoco habíamos traído ninguna a no ser la de Oslo.

-Voy a darme un baño. -Le dije a mi madre antes de subir las escaleras y llegar a mi habitación.

Chistosamente la casa se veía amplia desde afuera pero realmente era bastante sencilla; cuatro habitaciones, un baño, una cocina, una terraza, una pequeña oficina y una sala... Lo que hacía de hermosa está casa era el jardín del frente y la pequeña piscina que se encontraba en la parte trasera.

Me quité mi ropa frente al espejo y me miré, tenía ojeras y había adelgazado. Hace meses que no soy la misma y extraño tanto el poder reír sin llorar después de hacerlo.

¡Wuaf, wuaf!.

Escuché que me ladró mi querido Oslo, él tiene razón no debo sentirme débil. Entré en el baño y él también lo hizo, aprovecho para recomendarles no saltarse está etapa de tener un perrito que te acompañé hasta para darte una ducha.

El agua ya caía sobre mi cuerpo, estaba fría justo como me gusta ya que odio el agua caliente. Me lavé hasta el cabello, prácticamente hacía dos días que no me daba un baño y ya comenzaba a sentirme sucia. Creo que pasaron unos quince o veintiún minutos cuando salí del baño ya bañada y vestida con mi pijama de color rojo oscuro.

Oslo me siguió escaleras a bajo y encontré a una señora y un señor conversando con mi mamá:

-Es un gusto conocerla señora Flores. -Le dijo la mujer mayor a mi mamá mientras le entregaba un pastel y dos botellas de refresco gaseado.

-Gracias señora Swan, no se hubiera molestado. -Dijo de forma cortés mi madre mientras sostenía en sus manos las cositas que nuestra vecina nos había regalado.

-No es molestia querida, es más bien un favor a usted y a su hija. -Dijo con una mueca la señora mayor.

-¿A qué se refiere?. -Le preguntó mi madre.

-A nada señora Flores, mi esposa a veces dice cosas sin sentido. -Intentó explicar el hombre que había llamado a mi madre cuando llegamos en la tarde. -Es mejor irnos.

Mi madre les sonrío pero cuando el hombre se había alejado un poco escuché perfectamente cuando la mujer mayor le dijo a mi madre:

-Cuidado con el fantasma.

Sin más la mujer se fue y mi madre se quedó paralizada en la puerta por unos segundos, después se giró y al verme, sonrío y dijo:

-No tenemos pizza pero tenemos pastel.

Ella caminó hacia el sofá pasándome de largo a mí y a Oslo...

N/A: Cuidado con el fantasma...¿Realmente qué habrá querido decir esa mujer?.

Fin del capítulo.

El silenciador de flores Donde viven las historias. Descúbrelo ahora