Parte VIII

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Sabrina frunció el ceño, confundida. "Pero... ¿por qué no hicieron nada durante tanto tiempo?", preguntó. "¿Por qué no buscaron a Ana durante meses?"

La señora se miró las manos, avergonzada. "Lo hicimos", dijo. "Investigamos por toda la ciudad, hablamos con la policía, pusimos carteles... Pero no teníamos ninguna pista. Hasta que... hasta que llegamos a este vecindario".

El señor asintió. "Sí. Un vecino nos dijo que había visto a una niña que se parecía a Ana en esta calle. Así que... vinimos aquí".

Sabrina se cruzó de brazos, aún incrédula. "Y ¿por qué no vinieron antes?", preguntó.

La señora suspiró. "No sabíamos. No teníamos ninguna razón para creer que Ana estaba aquí. Pero... cuando llegamos, algo nos dijo que era el lugar correcto".

Esteban se acercó a Sabrina y le puso una mano en el hombro. "Creo que debemos escucharlos", dijo. "Debemos saber la verdad".

Sabrina asintió, aunque aún parecía dudosa. "Está bien", dijo. "Pero... ¿qué pasará ahora? ¿Qué van a hacer con Ana?"

La señora se levantó y se acercó a Ana, que aún dormía en el sofá. "La llevaremos a casa", dijo. "La cuidaremos. La amaremos".

Pero Sabrina no parecía convencida. "¿Y qué de nosotros?", preguntó. "¿Qué pasará con nosotros?"

Esteban se acercó a los padres de Ana y les preguntó: "¿Podríamos visitar a Ana seguido cuando se vaya con ustedes?"

La señora y el señor se miraron tristemente y negaron con la cabeza. "Lo siento", dijo el señor. "Pero tenemos planeado mudarnos del país. No será posible".

Sabrina y Esteban se quedaron completamente tristes al escuchar eso. Se miraron el uno al otro, y luego a Ana, que aún dormía en el sofá.

La señora se dio cuenta de la expresión triste de los jóvenes y se acercó a ellos. "Lo siento mucho", dijo. "Pero... podemos dejar que se queden con Ana solo tres días más. Para que puedan despedirse adecuadamente".

El señor asintió. "Sí. Tres días más. Luego tendremos que llevarla con nosotros".

Sabrina y Esteban se miraron, agradecidos por la oferta. "Gracias", dijo Esteban. "Gracias por eso".

La señora sonrió tristemente. "De nada. Queremos que Ana sea feliz. Y sabemos que ustedes la han cuidado bien".

AnaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora