Parte III

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Unos días después, Ana se acercó a Esteban con una sonrisa inocente en su rostro. "Esteban, ¿puedo llamarte 'manito'?", preguntó con una vocecita dulce.

Esteban se sintió conmovido por la pregunta. Nadie lo había llamado "manito" desde que era un niño, y la idea de que Ana lo considerara como una figura paterna era conmovedora.

"Claro, Ana", respondió Esteban con una sonrisa. "Me gusta que me llames 'manito'".

Ana se rió y abrazó a Esteban. "¡Gracias, manito!", exclamó.

Desde ese momento, Ana comenzó a llamar a Esteban "manito" todo el tiempo. Esteban se acostumbró a oír ese apodo y empezó a sentir un vínculo cada vez más fuerte con Ana.

A medida que pasaban los días, Esteban se dio cuenta de que Ana estaba empezando a confiar en él más y más. Le contaba sus secretos, le pedía consejos y lo abrazaba cuando se sentía asustada o triste.

Esteban se sentía feliz de poder ayudar a Ana, pero también se preguntaba qué pasaría si algún día sus padres aparecieran y se la llevaran. ¿Qué pasaría con el vínculo que había creado con Ana? ¿Podría volver a su vida normal después de haber cuidado a una niña con necesidades especiales?

Esteban decidió que era hora de contarle a su novia Sabrina sobre Ana. Se sentó con ella en el sofá y le explicó toda la historia, desde el momento en que encontró a Ana en el bosque hasta el día presente.

Sabrina escuchó con atención, con una mezcla de sorpresa y empatía en su rostro. Cuando Esteban terminó de hablar, ella se quedó en silencio por un momento, procesando toda la información.

"¿Puedo verla?", preguntó finalmente Sabrina.

Esteban asintió y llevó a Sabrina al sótano, donde Ana estaba jugando con algunos juguetes. Sabrina se acercó a Ana y la abrazó, mirándola con ternura.

"Pobre cosa", dijo Sabrina. "Voy a ayudarte a cuidarla, Esteban. No puedes hacer esto solo".

Esteban se sintió aliviado y agradecido. Sabía que cuidar a Ana era un trabajo difícil, pero con la ayuda de Sabrina, se sentía más seguro de poder hacerlo.

Sabrina y Esteban comenzaron a trabajar en equipo para cuidar a Ana. Sabrina se encargaba de llevarla al médico, de cocinarle y de ayudarla con sus tareas diarias. Esteban se encargaba de jugar con ella, de leerle historias y de darle seguridad.

Juntos, lograron crear un ambiente seguro y amoroso para Ana, y ella comenzó a prosperar. Empezó a hablar más, a sonreír más y a confiar en ellos cada vez más.

La relación entre Esteban y Sabrina también se fortaleció. Aprendieron a trabajar en equipo, a comunicarse y a apoyarse mutuamente. Y Ana se convirtió en una parte importante de sus vidas.

AnaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora