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JUSTO COMO HORAS ATRAS LO HABIA pensado antes de salir a cazar por el riesgo de quedarnos sin nada de comida. Era como si el simple hecho de haber pisado la tierra fuera un pecado. Uno del que no teníamos idea. Como si fuésemos seres extraños para lo que ya la habitaban, y tal vez si, pero de todas formas era algo injusto. Nosotros no lo habíamos decidió así. Y por más que buscaramos la forma de ver el lado positivo de la situación o sucesos ocurridos las últimas semanas. No lo había.
La paz se nos era arrebatada de un instante a otro.
El simple y sencillo hecho de pensar en que Clarke y Finn estaban allá afuera en quien sabe Dios donde, me ponía los pelos de punta y ganas de entrar en pánico. Por supuesto, no lo haría. Era impotente querer hacer algo pero no descifrar el qué. Como cuando tenías una palabra en la punta de tu lengua a punto de salir disparada y terminar con tus dudas, pero simplemente no salía porque no lo descifrabas por completo. No era una buena explicación a como estaba ahora, pero lo podía entender en cierto punto.
Luego de ponernos de acuerdo en quien saldría del campamento—a altas horas de la noche—todos empacamos solo lo necesario para pisar las afueras. Octavia, Raven, Bellamy, Monty y yo nos empeñariamos en encontrar a nuestros amigos. Y si alguno de los otros no estaba de acuerdo, lo entendía. Era arriesgado. Entonces yo sólita lo haría.
No dejaría morir a Finn.
No dejaría morir a Clarke.
Casi como si fuera necesario, una mano se posó sobre mí hombro, al estar de espaldas no me enteré de quien se trataba, pero solamente con girar la cabeza un poco sobre mi hombro y mirar al causante de esa linda y cálida sensación de calma, supe quién era.
—Salimos en unos minutos. —indicó el pecoso desde arriba, asentí sin decir algo y me puse de pie
Bellamy frunció el ceño extrañado, quizás por mi semblante nervioso. Y aunque me costará admitirlo, con algo de miedo.
—No quiero perderlos. —deje salir, tomando una de las manos de Bellamy y acariciándole el dorso para tranquilizarme
—Mírame —pidió sosteniendo una de mis mejillas con su mano libre—. No perderás a nadie. Ya no. Y créeme que esos dos son fuertes para dejarse vencer fácil. —dijo con una seguridad que casi podía sentir yo
Sonreí con dulzura antes de dejar un beso en sus nudillos, para él ese gesto pareció gustarle y calmarle también un poco.
—Prométeme algo —casi supliqué ahora mirando su rostro y acariciando una de sus mejillas, éste asintió con mucho interés en lo que fuera a decir—. Tú nunca te iras.
El pelinegro pareció entenderlo y aunque pasaron ciertos segundos, asintió por completo.
—Lo prometo. No me iré, no de tu lado al menos. —aseguró con sinceridad
