Tuya.

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Jimin sonrió con complicidad, y la imagen de ambas siendo llevadas por la lujuria era algo borrosa. Lo único que Minjeong sabía, es que ahora se encontraban en la habitación que compartían, en la cama, con Jimin sobre ella saboreando su cuello, y disfrutando de la calidez que desprendía de su cuerpo. Una de sus piernas se encontraba entre las suyas, causando una fricción que la tenía gimiendo de gusto.

—No sabes las ganas que tengo de hacerte mía—jadeó la Alfa, tirando del cabello de su mate para que esta le dejara más espacio en su cuello por recorrer—. Quiero... marcarte.

"Hazlo" se contuvo a decir Minjeong.

Aún quedaba una parte de racionalidad en su cabeza para saber que eso no debía pasar, por más que lo anhelara, por más que quería sentirse completamente suya en cualquier sentido: no estaba bien.

Pero con cada rocé que Jimin le brindaba, una parte de su cordura se iba al demonio. Podía sentir cómo las manos de la morena acariciaban su abdomen debajo de la camisa, causando que se estremeciera. Sus manos fueron en ascenso, al igual que su prenda. Hasta que esta la sacó sin problemas por su cabeza.

Jimin detuvo cualquier movimiento para mirar el cuerpo de su mate, apreciando la belleza de la Cazadora. El rostro de Minjeong pasó a tener un tono rojizo, e intentó tapar su piel de la mirada de Jimin, pero esta fue lo suficientemente rápida como para sujetarla por las muñecas y dejarla presa bajo su cuerpo.

—Eres la criatura más hermosa que he tenido la dicha de mirar, Luna. Por favor, permíteme deleitarme un poco más.

Besó cada lunar de su piel blanquecina, dejando pequeñas marcas rojizas a su camino, que poco después pasarían a ser moradas. Quería dejarle en claro que le pertenecía.

La impaciencia llenó su cuerpo al ver como la Alfa se deshacía de sus pantalones, dejando besos en sus muslos, enviando descargas a todo su cuerpo. Sintiendo como su ropa interior se humedecía con el contacto de sus labios.

Minjeong no podía estar más perdida, tanto placer que le brindaba esa chica no podía ser real. No debía serlo.
¿Cómo podía haber vivido antes sin ella? Claramente no lo hacía, sentía que ahora realmente estaba viviendo.

—Tan hermosa. Tan mía—gruñó Jimin, rasgando deliberadamente la ropa interior de encaje en Minjeong, tirando los restos de esta en algún lado de la habitación.

Estaba por reclamar eso, pero al momento de abrir la boca sólo un jadeo se escapó. La imagen de Jimin en esa posición tan sugerente sólo provocaba que su centro palpitara ansioso. Era una imagen digna de apreciar. Pero solo vista por Minjeong. Nadie más tenía el permiso de hacerlo.

—Demonios Minjeong—Jimin acercó su rostro entre las piernas de la pelirroja, inhalando con anhelo y deseo el aroma que desprendía de sus flujos—. Hueles tan exquisita.

Abrió más sus piernas con urgencia, y siendo cuidadosa a la vez. Sus ojos cambiaron a un color amarillento, llenos de tentación. Un lobo a punto de atrapar a su presa. Podía sentir la humedad en su intimidad.

—Eres mía Luna. Sólo mía.

Y con eso dicho, el primer gemido surgió desde la garganta de Minjeong. Sentía como se estremecía ante el contacto de su lengua en su clítoris. La llenó de un placer indescriptible, y continúo así. Sus dedos sujetaban con fuerza las sábanas, casi haciendo sus nudillos blancos por la fuerza que ejercía. Jimin abrazó las piernas de su Luna, apretando con fuerza para tenerla a la disposición de su boca, casi haciéndole daño.

Seguramente quedarían las marcas de sus manos en ellas. La habitación se llenó de gemidos, sólo la parte superior de su cabeza tocando la almohada, siendo transportada a un lugar donde no había más preocupaciones. Sin Joya. Sin la comunidad. Sin su familia.

Luna; winrinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora