Entre sombras

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Zoro estaba todavía perdido en sus pensamientos, tratando de calmar el nudo de confusión y frustración , cuando una voz firme rompió la quietud de la noche.

-Zoro... quiero hablar contigo, ahora.

Era Nami. Su tono era autoritario, como cuando estaba a punto de lanzar uno de sus sermones, y Zoro sabía que no había escapatoria. Suspiró, levantándose con desgana, y se giró hacia la navegante, que lo miraba con los brazos cruzados y una expresión severa.

-¿Qué pasa, Nami? -preguntó Zoro, tratando de mantener su habitual tono indiferente, aunque sabía que ella podía ver a través de eso.

-Lo que pasa, Zoro, es tu actitud -respondió Nami, clavando su mirada en él-. He notado cómo te comportas con Sanji, y no me gusta nada.

Zoro frunció el ceño, sin entender a qué se refería.

-¿Qué tiene de malo cómo me comporto? -replicó, molesto por lo que consideraba una intromisión innecesaria.

-No te hagas el tonto -dijo Nami con dureza-. Sabes perfectamente a qué me refiero. Desde hace días, has estado actuando de manera cruel con él. Y no hablo de sus peleas habituales, hablo de cómo lo ignoras, cómo lo miras con desprecio, incluso cuando solo está tratando de ser amable.

Zoro apretó los dientes, sintiendo que su irritación crecía.

-Sanji es un idiota, Nami. No me importa lo que haga o deje de hacer. Si espera que lo trate de otra manera, está perdiendo el tiempo.

Nami dio un paso hacia él.

-¡Eso no es excusa! -exclamó. Puede que no te guste, puede que te irrite, pero es nuestro nakama. Y aunque no lo creas, está sufriendo por tu culpa. Yo lo veo, Usopp lo ve, incluso Luffy lo ha notado. ¿Y tú qué haces? ¡Lo ignoras o lo tratas como basura! ¿Es que no puedes ver lo que le estás haciendo?

Zoro la miró fijamente, su expresión endureciéndose. No le gustaba que le dijeran cómo debía comportarse, y menos aún que lo regañaran por algo que, en su opinión, no era su problema.

-No me importa, Nami. No me importa si Sanji está molesto, si está sufriendo o lo que sea. Es un maldito cocinero pervertido, y no tengo ninguna obligación de tratarlo de otra manera. Si no puede manejarlo, no es mi problema.

Nami lo observó con una mezcla de decepción y frustración. Sabía que Zoro podía ser terco, pero esto iba más allá de lo que ella esperaba.

-Zoro, Sanji es uno de los nuestros. Todos aquí somos una familia, y eso incluye a él. Si sigues actuando así, lo único que harás es empeorar las cosas para todos.

-Mira, Nami -dijo Zoro, haciendo un gesto despectivo con la mano -, haz lo que quieras con Sanji. No es asunto mío. Pero yo no voy a cambiar por alguien como él. Si le duele, que se aguante.

Nami lo miró con una mezcla de incredulidad y dejó escapar un suspiro de frustración.

-Eres imposible, Zoro. Pero si no vas a cambiar, entonces al menos quédate lejos de él.

Con esas palabras, Nami se dio la vuelta y se alejó, claramente enfadada y decepcionada. Zoro la observó irse, sin inmutarse, y se acomodó nuevamente en su lugar, decidido a no darle más vueltas al asunto.

Unas horas después, Usopp estaba caminando por la cubierta cuando oyó un ruido sordo que provenía del interior del barco. Se detuvo, aguzando el oído, y distinguió lo que parecían ser sollozos ahogados, aunque apenas audibles. Siguiendo el sonido, llegó hasta la cocina, donde la puerta estaba entreabierta. Dudó un momento, pero la curiosidad y la preocupación pudieron más, y empujó suavemente la puerta.

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