Fuego sutil

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Sanji se encontraba limpiando la cocina en la silenciosa oscuridad de la noche. La luna se asomaba por las ventanas del Going Merry, iluminando suavemente los rostros de aquellos que descansaban en la cubierta. Mientras pasaba un paño sobre la mesa, no podía sacarse de la cabeza lo que había sucedido durante el día. Ace... Zoro... Todo parecía estar cambiando de una manera que no comprendía del todo, y esa incertidumbre lo tenía intranquilo.

No podía nisiquiera concentrarse en lo que hacía, ya que su mente seguía vagando en pensamientos extraños o algo confunsos por todo lo sucedido. Lo único que deseaba en ese momento era poder entender con claridad todo lo que pasaba con Ace, Zoro y él, saber qué es lo que piensan o por qué actúan así, o tal vez... él mismo es lo que está mal...

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El sonido de unos pasos se hizo audible, rompiendo la calma de la noche. Sanji levantó la vista y vió a Ace entrar en la cocina, su presencia tan relajada y natural como siempre. Sin embargo, había algo diferente en su mirada, una calidez que se sentía tan envolvente como peligrosa.

—¿Aún estás despierto? —preguntó Ace, su voz suave y tranquila.

—Tenía que terminar de limpiar, —respondió Sanji, tratando de mantener su tono casual mientras su corazón latía con más fuerza de lo habitual.

Ace sonrió y se acercó a él, apoyándose contra la mesa. Sus ojos estaban fijos en Sanji, y por un momento, el cocinero sintió que toda la incomodidad del día se desvanecía, reemplazada por una  gran calma.

—Luffy me ha hablado acerca de un tal All Blue. Me dijo que es tu sueño, —comentó Ace, con un interés genuino en su voz.

Sanji, un poco sorprendido por el tema, asintió. —Sí... es mi sueño. El All Blue, donde todos los mares se encuentran, donde podría encontrar todos los ingredientes para crear los mejores platillos. Poder encontrarlo es el sueño de todos los cocineros del Grand Line, es magnífico... según yo.

Ace lo miró con admiración. —Es un sueño increíble. Y sé que lo encontrarás algún día. Después de todo, estás con Luffy. Si alguien puede lograr lo imposible, son ustedes.

Sanji sonrió, sintiendo un calor reconfortante en el pecho. Ace tenía esa manera de hacer que las cosas parecieran posibles, de iluminar incluso los sueños más lejanos con su simple presencia. Y por primera vez en mucho tiempo, Sanji se sintió más liviano, más seguro de sí mismo.

—Gracias, Ace, —dijo, con un tono de sinceridad en su voz.

Ace asintió, sus ojos aún fijos en los de Sanji. Pero había algo más en su mirada, algo que Sanji no pudo identificar de inmediato. Ace se acercó un poco más, y antes de que Sanji pudiera reaccionar, el pirata se inclinó hacia él y le dio un suave beso en la mejilla, tan suave como si el pétalo de una flor hubiera rozado contra su tensa piel...

El contacto fue breve, pero suficiente para dejar a Sanji completamente desconcertado. Su cuerpo se tensó, y cuando Ace se apartó, Sanji se llevó una mano a la mejilla, sobándola suavemente como si quisiera asegurarse de que lo que había sucedido era real y no un simple sueño. Ace sonrió con una calma que contrastaba con el torbellino de emociones que se desataba en Sanji.

—Descansa bien, Sanji. Mañana será un día largo, —dijo Ace con una voz tan tranquila como si nada hubiera pasado, antes de girar sobre sus talones y dirigirse hacia la salida de la cocina.

Sanji permaneció en silencio, su mente luchando por procesar lo que acababa de ocurrir. Su mejilla aún sentía el calor del beso, y aunque no podía entender del todo lo que significaba, una leve sensación de rubor comenzó a cubrir su rostro. "¿Qué diablos acaba de pasar...?" pensó, totalmente confundido y, para su sorpresa, un poco avergonzado. Su rostro ardia levemente y, era tan obvio, que incluso él lo sabía.

Justo en ese momento, la puerta se abrió de nuevo, revelando a Zoro, quien había estado rondando por la cubierta. El espadachín notó inmediatamente el rubor en el rostro de Sanji y frunció el ceño, acercándose al cocinero con una mirada seria y un aura amenazante.

—¿Qué te pasa en la cara? —preguntó Zoro, sus ojos afilados y llenos de sospecha.

Sanji, aún tocándose la mejilla, se apresuró a fingir despreocupación. —No es nada, Marimo. Solo... solo calor de la cocina, supongo. No es importante.

Zoro lo observó en silencio, su mirada penetrante buscando alguna señal de mentira en el rostro de Sanji. Pero finalmente, el espadachín suspiró y se encogió de hombros, decidiendo no insistir más. —Lo que tú digas, —murmuró, dándose la vuelta para salir de la cocina.

No tan confiado, pero lo dejaría pasar, al menos... por ahora...

Sanji lo observó irse, su corazón aún latiendo rápidamente por el inesperado beso. Fingir que no era importante era una cosa, pero entender lo que realmente sentía era otra muy diferente. A medida que la noche se volvía más profunda, Sanji se quedó en la cocina, solo con sus pensamientos, mientras una tormenta de emociones continuaba formándose dentro de él.

¿Por qué?...

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