Sentimientos encontrados

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Zoro estaba recostado en la proa del Going Merry, con las manos detrás de la cabeza y los ojos entrecerrados, disfrutando de la suave brisa marina que acariciaba su rostro. Era uno de esos raros momentos de calma, donde el mundo no parecía estar girando tan rápido, y podía permitirse unos minutos de relajación. Sin embargo, su mente no estaba en paz. Había algo que lo incomodaba, y no era la perspectiva de la próxima pelea ni la preocupación por perderse en el barco otra vez. No, el problema era Sanji.

Desde hace unas semanas, Zoro había empezado a notar algo extraño en la actitud del cocinero hacia él. Siempre habían tenido una relación tirante, marcada por peleas constantes y discusiones por nimiedades. Zoro lo encontraba irritante, con su cháchara constante y su obsesión con las mujeres. Pero últimamente, Sanji estaba actuando... diferente.

Zoro lo había notado primero cuando estaban entrenando en la cubierta. Sanji se había acercado a él después de su rutina diaria de estiramientos y, en lugar de soltar alguna provocación, se quedó allí, mirándolo en silencio. Cuando Zoro levantó la vista, vió algo raro en los ojos del cocinero: una especie de timidez que no encajaba con la personalidad descarada que Sanji solía mostrar. Zoro frunció el ceño, esperando algún comentario sarcástico, pero Sanji simplemente murmuró algo ininteligible y se alejó rápidamente, su rostro ligeramente enrojecido.

Desde entonces, estas situaciones se habían repetido. Sanji parecía evitar el contacto visual con él cuando estaban cerca. Incluso había momentos en los que Zoro podía sentir la mirada del cocinero fija en él, pero cuando giraba la cabeza para encararlo, Sanji apartaba la vista de inmediato, con un ligero rubor en las mejillas. Todo esto lo desconcertaba.

"¿Qué rayos le pasa a ese tipo?" Zoro se preguntó en silencio, cerrando los ojos e intentando no pensar más en ello. Sin embargo, la sensación incómoda permanecía, como una piedra en su zapato.

El sonido de pasos suaves sobre la madera del barco le advirtió que alguien se acercaba. Abrió un ojo, solo para ver a Sanji caminando hacia él con las manos en los bolsillos, la postura relajada, pero con ese brillo extraño en los ojos que Zoro había notado últimamente.

-Oi, marimo -saludó Sanji, pero su tono no tenía la misma picardía de siempre. Zoro lo notó inmediatamente.

-¿Qué quieres, cejas raras? -respondió Zoro, esperando que la familiaridad del apodo los devolviera a su dinámica habitual. Pero Sanji no mordió el anzuelo.

-Nami-swan dijo que necesita tu ayuda con unas cosas en la cocina -respondió Sanji, ignorando el insulto, algo que solo hizo que Zoro frunciera aún más el ceño. Sanji nunca dejaba pasar la oportunidad de devolverle un comentario sarcástico.

Zoro lo observó detenidamente mientras se levantaba, buscando alguna señal en el cocinero que le ayudara a entender qué estaba pasando. Sanji se había cruzado de brazos, mirando hacia otro lado, como si no quisiera estar allí, como si estuviera tan incómodo como él se sentía.

En lugar de responder con más provocaciones, Zoro se limitó a asentir y caminar hacia la cocina, sintiendo la presencia de Sanji detrás de él, casi como una sombra. Entraron al pequeño espacio donde Nami estaba revisando algunas provisiones.

-Ah, Zoro, allí estás -dijo Nami con una sonrisa-. Necesito que me ayudes a mover estas cajas.

-Pude haberlo hecho yo, mi hermosa Nami-san -intervino Sanji con un tono inusualmente bajo y "coqueto".

-Claro, pero Zoro es más fuerte -respondió Nami sin darse cuenta de la tensión en el ambiente. Zoro comenzó a mover las cajas mientras sentía la mirada de Sanji en su espalda. No podía ver la expresión del cocinero, pero podía sentir su nerviosismo. El silencio entre ellos era inusual.

Cuando terminaron, Zoro decidió romper la tensión.

-Oye, cocinero, ¿por qué estás actuando tan raro últimamente?

Sanji, que estaba organizando algunos utensilios, se tensó visiblemente ante la pregunta. Guardó silencio por un momento antes de girarse lentamente hacia Zoro, con una expresión que mezclaba frustración y algo más que Zoro no pudo identificar.

-No sé de qué hablas, marimo -replicó Sanji, pero su voz tembló ligeramente, traicionándolo.

Zoro cruzó los brazos, sin apartar la mirada de Sanji, esperando una respuesta más sincera. El cocinero lo miró fijamente por unos segundos antes de apartar la vista, su mandíbula apretada.

-Solo... solo olvídalo, ¿quieres? -dijo Sanji finalmente, con un tono que denotaba un cansancio emocional que Zoro no había oído antes en él.

Zoro estaba a punto de presionarlo más, de exigirle una explicación, pero algo en la voz de Sanji lo detuvo. Era raro, pero no quería empeorar la situación. Con un gruñido de resignación, Zoro decidió dejar el tema, al menos por el momento.

-Lo que digas -respondió Zoro mientras salía de la cocina, tratando de olvidar la extraña sensación en su pecho.

Sin embargo, esa noche, mientras todos cenaban y Sanji servía la comida con una sonrisa más forzada de lo habitual, Zoro no pudo evitar observar al cocinero con detenimiento. Sanji seguía lanzándole miradas furtivas, aunque rápidamente las disimulaba cuando Zoro lo descubría.

Los días siguientes no fueron diferentes. Zoro se encontraba cada vez más confundido, pero también más consciente de la distancia que Sanji intentaba poner entre ellos, y de la incomodidad que ambos compartían cada vez que estaban en la misma habitación. Incluso Luffy comenzó a notar este comportamiento.

Una noche, después de otra pelea en la que ambos habían evitado enfrentarse más allá de un par de insultos ligeros, Zoro decidió que tenía que enfrentar a Sanji de nuevo, aunque odiara ese tipo de confrontaciones emocionales. Lo encontró en la cubierta, fumando un cigarrillo mientras miraba el mar con una expresión sombría.

-Sanji -llamó Zoro, usando su nombre en lugar del habitual apodo. Sanji giró la cabeza hacia él, sorprendido.

-¿Qué quieres ahora, marimo? -preguntó, tratando de sonar indiferente, pero Zoro podía ver que el cocinero estaba cansado, mentalmente agotado.

-Quiero saber qué te pasa -dijo Zoro directamente, sin rodeos.

Sanji lo miró durante un largo tiempo, como si estuviera debatiendo internamente si debía responder o no. Finalmente, suspiró y apagó su cigarrillo contra la barandilla del barco.

-¿De verdad quieres saberlo, espadachín? -preguntó, con una voz más baja y seria de lo que Zoro esperaba.

Zoro asintió, preparándose para cualquier cosa que el cocinero pudiera decir. Pero en lugar de responder con palabras, Sanji dio un paso hacia él, invadiendo su espacio personal de una manera que no era habitual entre ellos. Zoro se sintió confundido por el cambio de actitud de Sanji.

Sanji abrió la boca para decir algo, pero luego la cerró, como si no pudiera encontrar las palabras. En lugar de eso, lo que hizo fue inclinarse hacia adelante y, con un movimiento rápido, presionó sus labios contra los de Zoro en un beso breve pero cargado de significado.

Zoro se quedó inmóvil, demasiado sorprendido para reaccionar de inmediato. Después de unos milisegundos, el espadachín empujó bruscamente al cocinero haciendolo caer al suelo...

- Que asco...

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