Rumbo a Alabasta

40 5 5
                                    


El Going Merry surcó las aguas del Grand Line con la energía renovada de la tripulación. Tras semanas de navegar, finalmente avistaron la imponente silueta de una nueva isla en el horizonte. Mientras la tierra se acercaba, Luffy, como siempre, fue el primero en emocionarse.

—¡Chicos, miren! ¡Alabasta! ¡Finalmente hemos llegado! ‐gritó con una mezcla de entusiasmo y urgencia, saltando de un lado a otro del barco como un niño que acaba de recibir un regalo.

La mención de Alabasta sacó a la tripulación de sus pensamientos y preocupaciones individuales. La anticipación creció a bordo. Era un lugar que representaba tanto promesas como peligros, y todos lo sabían. Pero Luffy solo veía la aventura y la oportunidad de ayudar a su amiga Vivi a recuperar su reino.

Sanji, sin embargo, estaba distraído. En las semanas transcurridas desde que dejó la isla anterior, sus sentimientos hacia Zoro habían comenzado a resurgir con una fuerza inesperada. Había intentado negarlo, luchar contra ellos, pero era inútil. Cada vez que veía a Zoro, cada vez que sentía su presencia cerca, ese viejo anhelo regresaba. Sabía que era un error, que se estaba dirigiendo de nuevo hacia un callejón sin salida emocional, pero no podía evitarlo.

Nami, que había estado observando todo con ojos atentos, decidió que ya era suficiente. Después de todo, Sanji era su amigo, y aunque a veces disfrutaba de su atención, no podía permitir que volviera a caer en una trampa emocional. Una noche, mientras los demás descansaban, lo confrontó en la cocina.

—Sanji,- comenzó, su tono firme y autoritario, —tenemos que hablar.

Sanji, que estaba preparando algunos ingredientes para la cena del día siguiente, levantó la vista sorprendido. —¿Qué pasa, Nami-san?

Ella cruzó los brazos, mirándolo con seriedad. —Sé lo que estás sintiendo por Zoro, y déjame decirte que estás cometiendo un grave error.

Sanji frunció el ceño, su postura defensiva. —No sé de qué estás hablando.

—Claro que lo sabes, ‐respondió Nami, sin perder la compostura. —Te estás enamorando de él otra vez, ¿verdad? ¿No has aprendido nada? Zoro no es el tipo de persona que va a corresponder esos sentimientos. Es más probable que te haga daño que cualquier otra cosa.

Sanji bajó la mirada, incapaz de responder. Sabía que Nami tenía razón en muchos aspectos, pero también sabía que sus sentimientos no eran algo que pudiera controlar fácilmente.

—Nami-san… es complicado, -murmuró finalmente, tratando de encontrar las palabras adecuadas. —No es algo que pueda simplemente apagar.

Nami suspiró, ablandando un poco su expresión. —Lo sé, Sanji. Pero quiero que pienses en lo que estás haciendo. No quiero verte lastimado otra vez. Somos una tripulación, una familia. Si algo va mal entre ustedes dos, afectará a todos.

Sanji asintió lentamente, entendiendo la preocupación de Nami. Pero en su corazón, sabía que no podía prometerle nada. Sus sentimientos por Zoro eran como una tormenta, una fuerza incontrolable que lo arrastraba sin piedad.

Mientras tanto, en la cubierta, Luffy no podía contener su emoción. Alabasta era una tierra llena de historia y posibilidades, y él estaba más que listo para sumergirse en su próxima aventura. —¡No puedo esperar a ver a Vivi y patear el trasero de Crocodile! -exclamó con su típico entusiasmo despreocupado.

Zoro, que estaba cerca, afilando sus espadas, miró a Luffy con una leve sonrisa. —Solo asegúrate de no meterte en problemas antes de que lleguemos.

Luffy rió, sin captar la insinuación. —¡No prometo nada!

El Going Merry se acercaba cada vez más a Alabasta, y la tripulación comenzó a prepararse para lo que vendría. Pero en medio de la emoción, la tensión latente entre Zoro y Sanji persistía, invisible pero presente, amenazando con estallar en cualquier momento.

Finalmente, cuando la costa de Alabasta estuvo a la vista, el barco atracó en el puerto, y la tripulación comenzó a desembarcar. Luffy saltó del barco primero, ansioso por explorar, seguido por el resto.

Alabasta era un reino en crisis, y la atmósfera en la isla reflejaba esa tensión. Los mercados, aunque llenos de vida, estaban marcados por la pobreza y la desesperación. El calor era sofocante, y la arena se extendía hasta donde alcanzaba la vista.

Mientras caminaban por las calles, Sanji intentó concentrarse en la misión, en ayudar a Vivi y salvar el reino. Pero a cada paso, sus pensamientos volvían a Zoro. Se preguntaba si estaba haciendo lo correcto, si tenía alguna oportunidad o si estaba condenado a repetir los mismos errores una y otra vez.

Zoro, por otro lado, sentía la mirada de Sanji sobre él, pero se esforzaba por ignorarla. Sabía que había algo en el aire, algo que no podía identificar del todo, pero que lo hacía sentir incómodo. Trató de enfocarse en su objetivo, en proteger a sus nakamas y cumplir con su deber. Pero cada vez que Sanji estaba cerca, esa resolución se tambaleaba ligeramente.

El final del día los encontró en una posada, descansando antes de enfrentarse a los desafíos que les aguardaban en Alabasta. Pero mientras el sol se ponía, bañando el desierto en tonos dorados, la tensión entre Zoro y Sanji parecía intensificarse, como si la llegada a esta nueva tierra fuera solo el comienzo de algo mucho más grande, mucho más complicado.

La noche cayó sobre Alabasta, y con ella, la promesa de una nueva etapa para los Mugiwara. Los desafíos que les esperaban en el desierto eran peligrosos, pero lo que se cocía entre Zoro y Sanji era una tormenta emocional que amenazaba con estallar y sacudir los cimientos de su relación como nakamas.

Mientras la tripulación se preparaba para el próximo día, la incógnita de lo que realmente sentían Zoro y Sanji uno por el otro seguía sin resolverse, dejando una pregunta en el aire: ¿Podrían superar sus conflictos internos antes de que fuera demasiado tarde?...

La historia continuaría en la segunda temporada, donde las aventuras en Alabasta no solo pondrían a prueba su fuerza y coraje, sino también sus corazones y la verdadera naturaleza de sus lazos.

Fuego y Acero Donde viven las historias. Descúbrelo ahora