Entre elocuencia y silencio

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Los días siguientes continuaron sin problemas notables en el Going Merry, pero la tensión con el espadachín y el cocinero seguía presente, latente. Sanji había vuelto a su anterior rutina, centrándose en la cocina y en proteger a sus nakamas, en especial a Nami y Robin. Zoro por su parte, pasaba la mayor parte del tiempo entrenando o durmiendo, como solía hacer.

A simple vista, parecía que todo estaba volviendo a la normalidad. Pero aquellos que prestaban atención podían notar las miradas furtivas de Zoro hacia Sanji cuando pensaba que nadie lo miraba, o la manera en que el rubio evitaba quedarse a solas con el espadachín, siempre encontrando alguna excusa para marcharse antes de que la situación se pueda tornar más incómoda.

Luffy, fiel a su carácter despreocupado, seguía sin notar algo extraño, contento con el hecho de la comida seguía igual de deliciosa y que las peleas entre Zoro y Sanji, aunque menos frecuentes, no desaparecieron por completo. Nami, por otro lado, observaba con preocupación cómo el cocinero se comportaba de manera distante y cómo el espadachín parecía cada vez más cerrado a sí mismo. Sabía que algo estaba mal, muy mal, pero no estaba segura de cómo intervenir sin empeorar más las cosas.

Un día, mientras navegaban por un mar calmado, Nami anunció sobre una isla en el horizonte. Una pequeña isla rodeada por aguas cristalinas y cubierta de vegetación exuberante.

-Podemos hacer una parada para abastecernos de víveres frescos -sugirió Nami, consultando sus mapas-. Parece un buen lugar para estirar las piernas y descansar un poco.

La tripulación acogió la idea con entusiasmo. Después de días en el mar, una pequeña aventura en tierra firme era justo lo que necesitaban para despejar la mente.

Al llegar a la isla, el grupo se dispersó rápidamente para explorar. Luffy y Usopp se adentraron en la selva en busca de frutas exóticas, Nami y Robin decidieron buscar un poco de agua dulce en un manantial, mientras Chopper se quedó en el barco para cuidar las provisiones y asegurarse de que no le suceda algo al Going Merry.

Sanji, por su parte, se dirigió hacia la costa en busca de mariscos frescos para la cena. Aunque trataba de mantener su mente ocupada, la soledad del lugar no ayudaba a distraerlo de sus pensamientos. El sonido de las olas rompiendo suavemente en la orilla y el aire salado lo hicieron suspirar, recordándole lo mucho que echaba de menos la tranquilidad que solía encontrar en estos momentos de soledad.

Mientras recogía conchas y revisaba las trampas que había colocado para capturar cangrejos, escuchó pasos detrás de él. Al darse la vuelta, vio a Zoro acercándose, sus espadas colgando de su cintura como siempre.

Sanji sintió su cuerpo tensarse automáticamente. Aunque había intentado mantenerse al margen, sabía que no podía evitar a Zoro para siempre.

-¿Qué haces aquí, marimo? -preguntó Sanji, manteniendo su tono lo más neutral posible.

Zoro lo miró con su habitual expresión impasible.

-Nami me pidió que te ayudara a cargar lo que encuentres. -respondió Zoro con su tono característico, seco y cortante.

Sanji se sorprendió por un momento, pero rápidamente recuperó la compostura. Si bien la compañía de Zoro era lo último que deseaba en ese momento, sabía que discutir sería inútil.

-Bueno, en ese caso, haz lo que quieras -dijo, volviendo a concentrarse en su tarea.

Los dos trabajaron en silencio durante un buen rato, el único sonido era el del agua y el ocasional crujido de los cangrejos al moverse. Sanji trato de ignorar la presencia de Zoro, pero era totalmente imposible. Cada vez que se movía, sentía la mirada del espadachín penetrando sobre su ser, como si Zoro estuviera esperando que cometiera algún error, o buscando algo que ni siquiera él sabía.

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