Batallas internas

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Sanji había pasado la mayor parte de la noche dando vueltas en su camarote, sin poder conciliar el sueño. La conversación con Usopp había removido muchas emociones que había intentado enterrar. Finalmente, al amanecer, decidió que lo mejor que podía hacer era sumergirse en su trabajo. Cocinar siempre había sido su refugio, la actividad que lo mantenía centrado. Si podía concentrarse en preparar una comida perfecta para la tripulación, tal vez podría distraerse de los pensamientos que lo atormentaban.

Entró en la cocina temprano, antes de que cualquiera de los demás se despertara. Comenzó a preparar el desayuno con una eficiencia casi mecánica, cortando y cocinando los ingredientes con precisión. Pero, por más que intentara sumergirse en la tarea, su mente seguía volviendo a Zoro. Cada vez que sus pensamientos se desviaban hacia el espadachín, sentía una mezcla de dolor y frustración que lo hacía apretar los dientes.

"Superarlo", se repetía una y otra vez. Tenía que superarlo. Pero cada vez que creía estar logrando cierta distancia emocional, un recuerdo, una palabra, o incluso una mirada de Zoro hacía que todo su esfuerzo se desmoronara.

Mientras tanto, Zoro había estado evitando la cocina desde su encuentro con Nami y la conversación posterior con Sanji. Sabía que no tenía sentido seguir pensando en lo ocurrido, pero había una inquietud persistente que no podía ignorar. Aunque nunca lo admitiría en voz alta, el hecho de que Sanji lo estuviera evitando también lo afectaba, aunque en una manera que no terminaba de entender.

Decidido a encontrar alguna clase de resolución, Zoro decidió hablar con Luffy. Si había alguien que pudiera ofrecer una perspectiva simple, sin rodeos, era su capitán. Al menos, eso pensaba Zoro.

Lo encontró en la proa del barco, como de costumbre, sentado en la cabeza del Going Merry y mirando el horizonte con una expresión de tranquila felicidad.

—Luffy, ¿tienes un minuto? —llamó Zoro, acercándose.

Luffy giró la cabeza, sonriendo ampliamente al ver a su compañero.

—¡Zoro! Claro, ¿qué pasa? —preguntó Luffy, saltando ágilmente desde la cabeza del barco para aterrizar a su lado.

Zoro se rascó la nuca, buscando las palabras adecuadas.

—Es sobre Sanji. Ha estado... raro últimamente. Y no sé por qué me afecta, pero lo hace. Es molesto.

Luffy lo miró con su característica expresión despreocupada, parpadeando un par de veces antes de responder.

—¿Molesto? ¿Cómo cuando tienes hambre y no hay carne? —preguntó, con una inocencia que solo Luffy podía tener.

Zoro suspiró, sabiendo que explicar esto no sería fácil.

—No, Luffy. No es así de simple. Es... no sé, es diferente. No me importa lo que él haga, pero al mismo tiempo, cuando lo veo molesto o actuando raro, me irrita. Es como si estuviera... enojado conmigo, o algo así. Y no entiendo por qué.

Luffy inclinó la cabeza hacia un lado, claramente confundido.

—Pero si te molesta, ¿por qué no le dices que deje de hacerlo? —preguntó Luffy, como si fuera la solución más obvia del mundo.

Zoro lo miró, resistiendo la tentación de palmearse la frente.

—Ya lo intenté, pero eso solo lo empeoró. Y ahora todos están diciendo que estoy siendo cruel con él, que lo estoy lastimando, y no sé qué se supone que haga con eso. No soy su niñera.

Luffy se rió suavemente, sacudiendo la cabeza.

—Zoro, no creo que tengas que hacer nada especial. Solo sé tú mismo. Si Sanji está molesto, ya se le pasará. Siempre se están peleando, ¿no? Quizás solo necesita algo de tiempo.

Zoro frunció el ceño, sintiéndose insatisfecho con esa respuesta. Esperaba algo más útil, pero sabía que Luffy no era precisamente conocido por su profundidad emocional.

—No quiero que esto afecte la tripulación —dijo Zoro, con más seriedad de la que había planeado—. Si Sanji sigue así, podría causar problemas.

Luffy sonrió de nuevo, con esa confianza despreocupada que siempre tenía.

—No te preocupes, Zoro. Somos una familia, ¿recuerdas? Sanji es fuerte, igual que tú. Lo que sea que esté pasando, lo resolverán. Y si no, pues... ¡lo resolveremos juntos!

Zoro observó a su capitán, notando cómo Luffy realmente creía en lo que decía. Esa era una de las cosas que más admiraba de él: su fe inquebrantable en su tripulación. Aun así, Zoro no podía evitar sentir que Luffy no entendía completamente la situación.

—Supongo que tienes razón... —murmuró Zoro, aunque no estaba del todo convencido.

Luffy, sin embargo, ya había perdido interés en el tema, mirando nuevamente hacia el horizonte con esa misma sonrisa tranquila.

—¡Vamos a comer! —exclamó de repente, dando un salto hacia la cocina.

Zoro lo siguió, aunque con menos entusiasmo. Sabía que la situación con Sanji no se resolvería tan fácilmente como Luffy lo hacía parecer. Pero al menos, había intentado hablar con alguien.

Mientras tanto, en la cocina, Sanji terminaba de preparar el desayuno. A pesar de sus esfuerzos por concentrarse, la presión en su pecho no había disminuido. De hecho, a medida que la tripulación comenzaba a despertar y entrar en la cocina, sentía cómo la ansiedad se acumulaba más y más.

Cuando Luffy y Zoro entraron, Sanji se tensó automáticamente, como si se preparara para un golpe. Pero Luffy, siendo Luffy, simplemente se lanzó hacia la comida con su habitual entusiasmo, mientras Zoro permanecía en la puerta, mirándolo con una expresión indescifrable.

Sanji evitó cruzar miradas con Zoro, manteniéndose ocupado sirviendo la comida a los demás. Sin embargo, no pudo evitar notar la presencia de Zoro en la habitación, como un peso constante sobre sus hombros. No sabía cuánto tiempo más podría seguir así, fingiendo que todo estaba bien cuando claramente no lo estaba.

Después de servir la comida, Sanji se retiró a la esquina de la cocina, fingiendo que tenía algo más que hacer. No quería estar cerca de Zoro más de lo necesario, pero al mismo tiempo, cada vez que se alejaba, sentía ese tirón en su pecho, esa frustrante mezcla de emociones que no podía controlar.

Zoro, por su parte, no pudo evitar observar a Sanji desde la distancia, notando su comportamiento esquivo y cómo evitaba mirarlo a los ojos. Se sentía atrapado en un ciclo de incomodidad y tensión que no sabía cómo romper. Pero a diferencia de Sanji, Zoro no tenía intención de hacer nada al respecto. Simplemente dejó que la incomodidad se asentara, casi como si fuera una extensión de la atmósfera tensa que ya existía entre ellos.

Cuando todos terminaron de comer, Sanji salió de la cocina rápidamente, evitando cualquier contacto visual. Necesitaba aire, necesitaba alejarse antes de que la presión lo ahogara. Subió a la cubierta, respirando profundamente el aire fresco del mar, pero ni siquiera eso logró calmar la tormenta que se libraba dentro de él.

Sabía que debía encontrar una manera de seguir adelante, de superar esto. Pero por más que lo intentara, parecía que la sombra de Zoro lo seguía a todas partes, impidiéndole encontrar la paz que tanto deseaba.

Luffy, mientras tanto, estaba satisfecho después de un buen desayuno, completamente ajeno a las tensiones que persistían en el barco. Y aunque Zoro había intentado buscar consejo en su capitán, sabía que este era un problema que tendría que resolver por sí mismo, aunque no tuviera idea de por dónde empezar.

Fuego y Acero Donde viven las historias. Descúbrelo ahora