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FELIX.

Salgo fuera del escenario y entro en el gran camerino. Tengo un pequeño papel en una gran producción en Nueva York, y me gusta mucho el grupo. Pero mi madre constantemente habla con los coreógrafos y directores para que yo tenga más tiempo de protagonismo. Ella controla cada parte de mis presentaciones y aunque eso me molesta, eso hizo que me pudiera abrir paso en el mundo del Ballet. No debería sentirme bien por haberlo conseguido gracias a ella, pero mientras pueda ser capaz de continuar en el escenario, lo tomaré como una victoria.

Cuando voy camino a la pequeña mesa, me siento para maquillarme y me sorprendo al ver un enorme jarrón con flores. Mi madre suele darme un ramo después de cada presentación, pero hace una escena cada vez que tiene que dármelas cuando hay gente alrededor, cosa que no sucede cuando estoy solo.

Veo mi nombre escrito en el frente de la tarjeta y me estiro para alcanzarla, pero antes de que mis dedos puedan llegar a ella, todo el arreglo está fuera de mi alcance.

—Yo me haré cargo de esto.— dice mi madre y sale del vestidor con las flores.

Abro mi boca para protestar, pero todo el grupo entra en la habitación y el lugar enseguida se llena de ruido y risas.

Es el último show de la temporada y mientras algunos bailarines se van de gira gracias al show, yo me he quedado fuera de todo.

Mi madre piensa que necesito entrenar más fuera de casa y así alejarme de las distracciones. Dice que nunca estaré a la cabeza de los shows a menos que me tome el baile en serio. Lo dijo como si el baile no hubiera sido mi principal enfoque desde el día en que aprendí a caminar.

Ella ha organizado todo para que yo me vaya por todo un año a Alemania a entrenarme. Eso sí, sin tener acceso a internet, a mi móvil, visitas. Nada. Aunque no es como si tuviera amigos con quienes hablar, pero internet habría estado bien. Ella dice que puedo escribirle cartas si me apetece, pero que preferiría que yo estuviera enfocado sólo en el baile.

También me dijo que tendré un instructor de baile que me mantendrá con una dieta estricta y que bailaré mañana, tarde y noche hasta que yo sea la perfección absoluta. Así mismo, me informó que usó todo el dinero que había estado guardando para mis estudios universitarios, así que ésta es realmente mi única oportunidad de lograrlo.

Discutí con ella, pero no había manera de evitarlo. Dijo que el gasto invertido en el viaje a Alemania no era reembolsable y que si me rehusaba a ir, me echaría. Por unos pocos momentos consideré mis opciones, pero sin un centavo en mi cuenta y sin ninguna experiencia laboral, mis opciones eran limitadas. Nunca se me permitió tener un trabajo de medio tiempo, así que nunca tuve mi propio dinero. Es vergonzoso no tener nada propio, pero cuando tu vida está regida hasta por la comida que te llevas a la boca, en cierto modo te acostumbras.

Cuando acepté ir a Alemania, como ambos sabíamos que haría, empecé a soñar con un lugar donde pudiera encontrarme a mí mismo. Incluso si era solo un trocito lejos del control de mi madre. Cualquier cosa era mejor que nada. Y por el momento, eso era todo lo que sentía.

—¿De quién eran?— Le pregunto a mi madre cuando entra en la habitación sin las flores en las manos.

—No eran para ti.— dice mientras sonríe a los bailarines que nos rodean, diciéndoles el gran trabajo que han hecho esta noche. Todavía no me había dicho cuán bien lo hice.

—Vi mi nombre en la tarjeta.— frunzo el ceño, seguro de haber visto mi nombre en letras mayúsculas en el pequeño sobre.

—Pues, viste mal, Felix.— su mirada es fría y sus palabras cortantes.

Saco mi bolso del cajón y empiezo a guardar todas mis cosas. Esta fue la última presentación, así que debo llevarme todas mis pertenencias. Mañana temprano parto para Alemania. No tiene sentido aplazar lo inevitable.

—Te vamos a extrañar.— dice una de las chicas de la primera fila mientras viene hacia mí y me da un abrazo.
Se siente cálido y genuino, pero incluso ahora, no puedo recordar su nombre. —Es una pena que no puedas venir con nosotros. ¿Quizá el año que viene, cuando estés de vuelta?

Sonrío y asiento con la cabeza, pensando que mi madre debió haberle dicho a todos mis planes. Un año sabático es una sentencia de muerte para la mayoría de los bailarines. Esta carrera es para los jóvenes y los fuertes. Pero tomarse un año para afinar los pies y volver a la cima es una oportunidad que cualquiera del grupo habría aprovechado.

Algunos de los otros bailarines me saludan con sus manos mientras salgo de la habitación con mi madre detrás de mí pisándome los talones. Ella está ansiosa por sacarme de aquí. Creo que tiene miedo de que pregunte si está bien escribir a algunos de los bailarines mientras estoy fuera. No quiere que tenga ninguna distracción y el aislamiento es su clave para ello.

Estoy acostumbrado a estar solo, así que no veo como esto realmente va a beneficiar mi entrenamiento, pero lo acepto. Espero comprar unos cuantos libros en el aeropuerto y meterlos en mi maleta antes de partir a Alemania. No sé qué está permitido, pero pienso leer algo a escondidas.

—El chófer te estará esperando a las seis de la mañana. Ya he empacado todas tus cosas.— dice una vez que estamos en el auto, de camino a casa.

—¿No vendrás conmigo al aeropuerto?— le pregunto, sorprendido de que no me acompañe.

—No. Es demasiado temprano. Me despediré de ti en casa.

La frialdad en sus palabras no debería herirme, pero lo hace. Un año entero sin verme, y sin embargo, ella no parece inmutarse. No debería sorprenderme. Siempre he sido más un accesorio que un hijo para ella y esta vez no es diferente.

Dirijo mi mirada a la ventana y veo pasar las calles de Nueva York. Las luces de los restaurantes que nunca tuve permitido visitar brillan y la tristeza me invade. La ciudad más bella del mundo y nunca he podido visitar nada de ella.

Me pregunto si así es como se siente un ave enjaulada.

𝖽𝖾𝗏𝗈𝗍𝗂𝗈𝗇 - 𝗁𝗒𝗎𝗇𝗅𝗂𝗑Donde viven las historias. Descúbrelo ahora